La vieja llama no se apaga.
Las tormentas, las
impiedades, todo
lo que renuncia no
le impiden temblar como un cuerpo deseado,
Insiste en el fracaso del mal, aunque
sangres sin límites mancharon
el corazón primero, el que
cambiaba días cada furia.
La llama está escrita y no perdida.
Frecuenta tierras imprecisas
que va haciendo.
[a Eduardo Galeano]