La ignorancia hablada del cuerpo
no es el cuerpo se
parece al dolor provincial
del Dante. En tanto,
Cavalcanti conoció
a la que hizo temblar
de claridad el aire, como
si la mañana tuviera labios
que besan con noticias asombrosas.
Y Cavafis, tan celebrado
hoy que no molesta, con
los ojos perdidos en la versión
de que la piedad existe.
No ha llegado la hora de que vuelvas
de esas tierras. La dama
que Cavalcanti vio y yo no vi me pone
triste como una cárcel. Llueve
y no sé abrir deseos que
brillaron abiertamente. La señora
arrojaba dardos al corazón.