OVIDIO

La luz cae sobre la mesa del hombrecito

que repasa algunos fuegos y

descose las espaldas de la unidad.

La luz avisa que se va a ir

con una especie de apagación que

sobreviene y entra el desierto, la incierta

boda del hombre con su furia. Un perro

conversa con los astros y la casa

se llena de compañías oblicuas

y chillonas. El mal está ahí, sentado.

El hombrecito moja la pluma

en sangres que no existen, enredadas

en monstruos mismísimos y

países visibles que crujen.

Pide bueyes que le arranquen el corazón

mientras revuelve los infiernos.