La calvicie de Lúculo, circular
y precisamente en la coronilla,
cubierta de míseros pelos
en situación particular,
dio que hablar en Roma.
Eso dolió la juventud,
o la idea que se hacía de la juventud,
al general que derrotó a Mitrídades
y resolvió la crisis financiera
de la provincia de Bítina-Ponto.
La calvicie es así, indiferente
a los triunfos militares y económicos,
y atenta a su ley de devastación.
Un día frente al espejo Lúculo
reconoció la herencia de su padre
que sólo le había dejado odio por él,
creía él.
El dolor es de oro, dijo, mientras
ciertos recuerdos, ciertas penas,
subían fuera de él íntimamente
y el espejo parecía una ventana
abierta a él mismo.