ESCENA VI

ORESTES - JÚPITER

JÚPITER.— Vuestro criado me dice que os vais. En vano busca caballos por toda la ciudad. Pero yo podré conseguiros dos jumentos enjaezados a buen precio.

ORESTES.— Ya no me marcho.

JÚPITER (lentamente).— ¿Ya no os marcháis? (Pausa. Vivamente.) Entonces no os dejo, sois mi huésped. Al pie de la ciudad hay una posada bastante buena donde nos alojaremos juntos. No lamentaréis haberme escogido por compañero. En primer lugar —abraxas, galla, galla, tse, tse—, os libro de las moscas. Y además, un hombre de mi edad suele dar buenos consejos: podría ser vuestro padre, me contaréis vuestra historia. Venid, joven, dejaos estar: encuentros como éstos son a veces más provechosos de lo que se cree al principio. Ved el ejemplo de Telémaco, el hijo del rey Ulises, como sabéis. Un buen día encontró a un anciano caballero llamado Mentor, que se unió a sus destinos y lo siguió por todas partes. Bueno, ¿sabéis quién era el tal Mentor? Lo lleva hablando y cae el telón.