La dignidad de la mujer es contagiosa

Nadie, en el Olimpo, es mirada con el respeto que rodea a Juno, la esposa de Júpiter. Y todo porque Juno conoce al dedillo los enredos, con otras mujeres y aún con muchachos, de su marido. Pero calla, no provoca escenas de celos, jamás pierde la sonrisa y el porte majestuoso, rechaza sin alterarse las insinuaciones de algunos atrevidos y, cuando él vuelve de sus calaveradas, lo recibe con la mesa servida.

Tanta dignidad conmueve a Júpiter, le hace sentir remordimientos, la impresión de ser un miserable. Sus aventuras ya no le proporcionan ningún placer. Terminará quedándose todas las noches en casa, necesitado, también él, de un poco de decoro.