Cuestión de prestigio

La ninfa Euderpe perseguía a Eros con tenaces requerimientos amorosos. Fastidiado, él le gritó:

—Desengáñate. No me gustas.

—Si es por eso, tampoco tú a mí.

—Y entonces ¿para qué diablos quieres que te haga el amor?

—Para poder darme las ínfulas que se dan tus amantes.