De regreso en Itaca, Odiseo cuenta sus aventuras desde que salió de Troya incendiada.
Sólo obtiene sonrisas irónicas.
La misma Penélope, su mujer, le dice en un tono indulgente: «Está bien, está bien. Ahora haz descansar tu imaginación y trata de dormir un poco».
Odiseo, enfurruñado, se levanta y se va a caminar por los jardines.
Milena lo sigue, lo alcanza, le toma una mano:
«Cuéntame, señor. Cuéntame lo que te pasó con las sirenas».
Sin detenerse, él la aparta con un ademán brutal:
«Déjame en paz».
Como ignora que ella lo ama, ignora que ella le cree.