SOBRE LA ABUNDANCIA DE AMIGOS

1

A Menón[785], el Tésalo, que creía estar bastante ejercitado en el arte del discurso y, «frecuentar las cimas de la sabiduría[786]», según el dicho de Empédocles, le preguntó Sócrates qué era la virtud[787], y, habiéndole contestado aquél, audaz y fácilmente, que hay una virtud del niño, del anciano, del hombre, de la mujer, del magistrado, del simple ciudadano, de la persona privada, del amo y del esclavo, «Muy bien, le dijo Sócrates, pues, habiendo sido preguntado por una sola virtud, has levantado un enjambre de virtudes», no conjeturando mal en esto, porque el hombre, que no conocía una sola virtud, nombraba muchas[788]. Entonces, ¿no es verdad que también alguno se podría burlar de nosotros porque, no poseyendo en firme ninguna amistad, temamos caer sin darnos cuenta en una abundancia de amigos? Ciertamente, casi en nada nos diferenciamos de un hombre lisiado y ciego, que temía convertirse en Briareo[789], el de las cien manos, o en Argos[790], el que lo veía todo. Sin embargo, alabamos sobremanera a aquel joven de la comedia de Menandro que decía «que él pensaba que todo hombre debe considerar un bien prodigioso el tener la sombra de un amigo[791]».

2

Entre otras muchas cosas, no menos el deseo de la abundancia de amigos que el unirse muchas veces y con muchas de las mujeres disolutas[792], es algo opuesto[793] a la adquisición de la amistad que no puede conservar los primeros amigos que se olvidan y pierden. O, más bien, así como el alumno[794] de Hipsipila, sentándose en el campo, recogía

una flor tras otra, emprendiendo

la caza de las flores con el alma alegre,

con pueril insaciabilidad[795],

del mismo modo, a cada uno de nosotros, por amor a la novedad y por hastío, siempre lo más reciente y florido nos seduce y hace que nos ocupemos, a la vez, de muchos principios imperfectos de amistad y conocimiento, y que, por amor a lo que perseguíamos, dejemos atrás lo conquistado. Por tanto, en primer lugar, como por Vesta[796], empezando por la historia de la vida de hombres, que la tradición acerca de amigos constantes nos ha dejado, tomemos al largo y distante tiempo pasado como testigo y consejero a la vez de nuestro discurso, en el que se mencionan algunas parejas de amigos: Teseo y Pirítoo[797], Aquiles y Patroclo[798], Orestes[799] y Pílades, Fintias y Damón[800], Epaminondas y Pelópidas[801]. Pues la amistad es un animal que pace junto a otros; no es como un rebaño, ni vuela en bandada como grajos; y pensar que el amigo es como el otro yo y llamarlo «compañero», como si dijeras «el otro», no es otra cosa que usar el dual como medida de la amistad. Pues no es posible adquirir muchos esclavos ni muchos amigos con poco dinero. Por tanto, ¿cuál es el dinero con el que se puede comprar la amistad? El afecto y la amabilidad unidos a la virtud; más raro que éstos no tiene nada la naturaleza. Por ello, el amar mucho y ser amado no es posible entre muchos, sino que, igual que los ríos al ser divididos en muchos canales y arroyos corren débiles y delgados, del mismo modo el alma, que ha nacido principalmente para amar, al ser dividida entre muchos, se marchita. Por esto, también entre los animales el amor a los hijos es más fuerte en los que sólo dan a luz cada vez a uno: y Homero[802] llamaba hijo muy amado «al único, nacido en nuestra vejez», es decir, al nacido de padres que no tienen ni podrán tener otro hijo.

3

Nosotros no creemos conveniente que nuestro amigo sea «único», sino que, entre otros, sea el hijo de nuestra vejez y el último engendrado, el que se ha comido con nosotros, en el transcurso del tiempo, la proverbial fanega de sal[803], no como la mayoría de los que ahora se llaman amigos, que, porque han bebido juntos una vez, o porque han jugado a la pelota o a los dados, o porque han pasado noches bajo el mismo techo, reúnen amistades del albergue, del gimnasio y del mercado.

En las casas de los ricos y de los gobernantes, la gente, al ver una gran multitud ruidosa de personas que se saludan y se dan la mano, y de guardias de corps, considera felices a los que tienen muchos amigos. Sin embargo, pueden ver más moscas en las cocinas de esas personas. Pero ni éstas ni aquéllos se quedan, una vez que su glotonería o su provecho ha quedado atrás.

Y puesto que la verdadera amistad busca, sobre todo, tres cosas: la virtud como algo bueno, el trato como algo amable y la utilidad como algo necesario, conviene aceptar a uno como amigo habiéndolo juzgado antes, y alegrarse en su compañía y servirse de él, cuando uno lo necesita. Todas estas cosas son contrarias a la abundancia de amigos, y, sobre todo, lo más importante es de algún modo la lección. En efecto, observa, en primer lugar, si es posible, en un corto espacio de tiempo, juzgar a bailarines que compiten a la vez, a remeros que reman juntos o a esclavos administradores de nuestras riquezas o que van a ser pedagogos de nuestros hijos, y mucho menos a muchos amigos que se desnudan para compartir con nosotros, en una lucha, cada momento del destino; cada uno de los cuales él mismo a sí mismo,

mientras es feliz, se ofrece voluntariamente y no se disgusta,

compartiendo la suerte del que es desgraciado[804].

Ni siquiera la nave es sacada al mar en contra de tan grandes tempestades, ni se ponen vallas protectoras a las fortalezas, ni muros o diques a los puertos, aguardando peligros tan grandes y tan numerosos, como aquellos contra los que la amistad, que ha sido probada con la lealtad y la fidelidad, ofrece refugio y ayuda; pero, cuando se demuestra que los que se infiltran en la amistad sin ser sometidos a prueba son como las monedas falsas,

los que se desprenden de ellos se alegran

y los que los tienen desean huir de ellos[805],

pero es difícil e incómodo huir o escapar de una amistad desagradable. Mas, igual que una comida nociva y pesada no se la puede retener, a no ser causando pena y dolor, ni expulsarla de la misma forma que entró, sino de forma repugnante, desfigurada y extraña, del mismo modo el amigo malo o se trata con nosotros causándonos pena y sufriéndola él mismo, o es expulsado como la bilis por la fuerza con enemistad y repugnancia.

4

Por ello, no conviene acoger fácilmente ni unirse en amistad con los que uno se encuentra casualmente, ni amar a los que buscan nuestra amistad, sino buscar a los que son dignos de nuestra amistad. Pues no se debe coger, en absoluto, lo que se consigue con facilidad. Y al igual que saltando sobre ellos y rechazando la zarza y el espino[806] que encontramos, caminamos hacia el olivo y la vid, del mismo modo es preciso no admitir como amigo al que nos abraza fácilmente, sino abrazar a aquellos que nosotros mismos creamos que son provechosos y dignos de nuestra atención.

5

En efecto, así como Zeuxis[807], cuando algunos le acusaban de que pintaba despacio, dijo: «Confieso que necesito mucho tiempo para pintar, pues también es una obra para mucho tiempo», del mismo modo podrás salvar la amistad y el trato íntimo, acogiéndolos contigo, después de haberlos probado durante largo tiempo.

Así pues, ¿no es verdad que no es fácil someter a prueba a muchos amigos, pero es fácil tener relaciones con muchos a la vez, o es esto también imposible? Y, en verdad, el disfrute de la amistad es el trato íntimo, y lo más agradable de esto reside en estar siempre juntos y pasar unidos los días y las noches:

Pues, vivos, no volveremos a tomar consejos,

sentados lejos de nuestros amigos[808].

Y Menelao dice sobre Odiseo:

Y ninguna otra cosa nos hubiera podido separar a nosotros dos,

que nos queríamos como amigos y nos divertíamos,

hasta que la negra nube de la muerte nos hubiera envuelto[809].

En verdad, la llamada abundancia de amigos parece producir lo contrario. Pues la amistad reúne y junta a las personas y las mantiene unidas, estrechando sus contactos por medio de tratos y disposiciones amistosas,

así como el cuajo sujetó la blanca leche y la ató,

como dice Empédocles[810] (pues la amistad desea conseguir una unidad y consolidación tales), pero la amistad con muchos desune, aleja y aparta, porque, haciendo venir de nuevo y cambiando una vez hacia uno y otra vez hacia otro, no permite que haya ninguna unión y acercamiento de buena disposición en el trato íntimo, que se esparce en derredor y se endurece.

Esto, al punto, sugiere también desigualdad y confusión acerca de las ayudas, pues las cosas útiles de la amistad se convierten en inútiles a través de la amistad con muchos.

la preocupación de hombres distintos despierta actitudes distintas[811].

En efecto, ni nuestras naturalezas tienden hacia las mismas cosas que nuestros impulsos, ni siempre tratamos con los mismos tipos de fortunas, y los momentos oportunos de nuestras acciones, como los vientos, satisfacen a unos y son opuestos a otros.

6

Sin embargo, si todos los amigos desean a la vez las mismas cosas[812], es difícil satisfacer a todos cuando deliberan o participan en la administración pública o pretenden honores o cuando conceden hospitalidad. Y, si, al mismo tiempo y a la vez, estando ocupados en diferentes actividades y experiencias, nos llaman, el uno, para viajar al extranjero navegando, otro, el que está sometido a juicio, para que lo defienda, el que juzga para que juzgue con él, el que vende o compra para que le ayude en la administración, el que se casa para que lo celebre con él, y el que realiza un entierro para que llore juntamente con él:

Y la ciudad está llena de incienso;

y de peanes y de lamentos[813]

la amistad con muchos, pues es imposible estar con todos y absurdo no estar con ninguno, y es penoso enojarse con muchos por ayudar a uno:

Pues nadie que ama se deja con gusto ser abandonado[814].

Sin embargo, la gente sufre con más tranquilidad las negligencias y las indolencias de los amigos y acepta de ellos sin ira justificaciones tales como: «se me olvidó», «no lo sabía»; pero el que dice: «no pude apoyarte cuando eras juzgado, porque estaba apoyando a otro amigo», y «no te visité, cuando estabas enfermo, pues estaba ocupado en ayudar a uno que daba un banquete a los amigos», poniendo como causa de su negligencia la solicitud por otros, no se libra del reproche, sino que aumenta aún más los motivos de celos. Pero la mayoría de la gente, al parecer, busca sólo la abundancia de amigos en relación con las cosas que esta abundancia le puede proporcionar, pero descuida las cosas que ellos le piden a cambio[815], y no se acuerda de que es necesario que el que usa a muchos para las cosas que necesita debe ayudar, a cambio, a muchos cuando lo necesiten.

Así pues, igual que Briareo[816], que llevaba comida con cien manos a sus cincuenta vientres, no nos aventajaba a nosotros que atendemos con dos manos a un solo vientre, del mismo modo el hacer uso de muchos amigos lleva consigo el servir también a muchos y participar de sus ansiedades, de sus ocupaciones y sufrimientos. Así pues, no se ha de creer a Eurípides cuando dice:

Deberían los mortales contraer entre sí

una amistad moderada y que no

llegara a la médula más íntima del alma;

y los encantos del pensamiento deberían ser

fáciles de deshacer, de expulsar o consolidar[817],

como la bolita de una nave, aflojando y estirando la amistad de acuerdo a las necesidades. Pero, oh Eurípides, pasemos esto a las enemistades y pidamos que los desacuerdos se realicen con moderación, y que no lleguen a la médula más íntima del alma y sean fáciles de deshacer los odios, los rencores, las quejas y las sospechas; y apliquémonos mejor aquella máxima de Pitágoras[818]: «no dar la mano derecha a cualquiera», esto es, no hacer muchos amigos ni recibir cariñosamente una amistad común y muy general y tensarla con más fuerza, si viene acompañada de muchas desgracias, pues el no participar de las ansiedades de otros, de sus trabajos y peligros es intolerable para personas libres y nobles; pero es verdad el dicho del sabio Quilón, que a uno que le dijo que no tenía ningún enemigo, le respondió: «Parece que tú no tienes ningún amigo[819]». Pues las enemistades siguen inmediatamente a las amistades y se entrelazan con ellas.

7

Es imposible para un amigo no compartir las injusticias, deshonras y enemistades del amigo. Pues los enemigos de una persona al punto sospechan y odian a los amigos de la misma; y muchas veces los amigos lo envidian, sienten celos y tratan de deshacerse de él. Y lo mismo que el oráculo dado a Timesias[820] acerca de su colonia profetizó:

al punto se te convertirán los enjambres de abejas en avispas,

del mismo modo los que buscan un enjambre de amigos, sin darse cuenta caen en un avispero de enemigos. Y no tienen el mismo peso el rencor del enemigo y la gratitud del amigo. Mira lo que hizo Alejandro a los amigos y familiares de Filotas y Parmenión[821], lo que Dionisio[822] hizo a los de Dión, Nerón a los de Plauto[823] y Tiberio a los de Sejano[824], torturándolos y matándolos. Pues, así como a Creonte[825] no le sirvieron de nada el peplo y el oro de su hija, sino que el fuego que ardió súbitamente lo quemó y destruyó juntamente cuando corría hacia ella y la abrazaba, del mismo modo algunos, sin haber gozado de los amigos, mientras eran felices, perecen con ellos cuando fracasan. Y esto les sucede, sobre todo, a los cariñosos y amables, como Teseo con Pirítoo, mientras era atormentado y estaba prisionero:

está atado con los grillos del honor, no fraguados con metal[826],

y Tucídides[827] afirma que, en la peste, los que tenían mayores pretensiones de virtud perecían con sus amigos que estaban enfermos, pues no se cuidaban de ellos mismos cuando iban a visitar a sus amigos.

8

Por eso, no es conveniente descuidar de este modo nuestra virtud, uniéndola y entrelazándola unas veces con unos y otras con otros, sino, más bien, que reservemos la participación en ella para los que sean dignos de la misma, esto es, para los que son capaces igualmente de amar y participar; lo que, a su vez, es también, en verdad, el mayor obstáculo de todos para tener muchos amigos, ya que el principio de la amistad se origina a través de la igualdad. Pues, cuando también los animales salvajes, obligados por la fuerza, se unen a otros distintos de ellos, se inclinan y se resisten, intentando huir los unos de los otros, y, en cambio, con los animales de su propia raza y parientes, se unen con gusto y aceptan la relación plácidamente y con benevolencia, ¿cómo es posible que surja la amistad entre personas con caracteres distintos, con pasiones diferentes y con vidas que tienen principios diferentes? En verdad, la armonía en las harpas y las liras logra su acorde a través de tonos opuestos, surgiendo la semejanza, de algún modo, con los tonos agudos y los tonos bajos; pero de estos nuestros acordes y armonías amistosos no debe haber parte alguna diferente, ni anómala ni desigual[828], sino, a partir de todas las cosas que son iguales, estar de acuerdo en las palabras, consejos, opiniones y sentimientos, como si una sola alma estuviera repartida en varios cuerpos.

9

Así pues, ¿qué hombre es tan incasable, mutable y adaptable a todos, que pueda asimilarse y acomodarse a muchas personas y no reírse de Teognis cuando aconseja:

Apropíate de la forma de ser del muy hábil pulpo,

que se muestra a la vista semejante a la piedra a la que está adherido[829]?

Sin embargo, los cambios del pulpo no tienen profundidad, sino que suceden en la aparición misma, apoderándose por su densidad y porosidad de las emanaciones de las cosas que se le acercan. Por el contrario, las amistades buscan hacer semejantes los caracteres, las pasiones, las palabras, las ocupaciones y las disposiciones. Sería la tarea de un Proteo[830] no afortunado ni en absoluto virtuoso, sino que por medio de la magia se cambia con frecuencia en el mismo momento de una a otra forma, que lee con los aficionados a la dialéctica, que rueda en el polvo con los luchadores, que va de caza con los aficionados a la caza, que se emborracha con los borrachines, que solicita votos con los políticos, que no tiene un hogar propio de su carácter. Y, así como los físicos dicen que la substancia y la materia sin forma y sin color que subyacen a las cualidades y que por ellas mismas se cambian, unas veces se queman, otras se liquidan, otras se volatizan y, de nuevo, otra vez se solidifican, del mismo modo, pues, será necesario que a una abundancia de amigos subyazga un alma muy apasionada, muy hábil y flexible y que cambie con facilidad. Pero la amistad busca un carácter estable, sólido y constante en un solo lugar y trato. Por ello, el amigo fiel es raro y difícil de encontrar.