INTRODUCCIÓN

Recoge este erudito tratado el intento plutarqueo de incorporar el gran acervo poético griego al campo de la educación desde un punto de vista exclusivamente moral. No es un tratado de crítica literaria, ni nunca su autor se propuso tal meta. Tras la formulación de que la filosofía es el fin principal de toda formación del joven, piensa Plutarco que las obras de los poetas pueden servir, por su atractivo principalmente formal y también por su contenido mítico y de ficción, como una propedéutica al estudio más serio y difícil de la filosofía. Pero, como «los poetas mienten mucho», es necesario, dice a su amigo Marco Sedado, a quien va dirigido el escrito, que el joven tenga un guía experto en su acercamiento a los poetas. Ante todo, debe saber el joven que la poesía es un arte que intenta imitar la vida real y que, por tanto, como en ella, encontraremos allí mezclados el bien y el mal. Los personajes de las obras poéticas, en su comportamiento ante los distintos aspectos de la vida, no serán siempre por este motivo dignos de imitación ni podrán ser tomados como ejemplos de conducta por el joven. Pero, si se sabe interpretar correctamente el texto poético y buscar en él las enseñanzas morales que encierra, entonces los poetas serán unos intermediarios ideales para llevar preparado al joven al estudio de la filosofía.

La coincidencia entre lo que dicen los poetas y la doctrina de los filósofos constituye la base y exigencia principales a la hora de aceptar este escalón literario en la formación de los jóvenes.

Las fuentes de este tratado han sido motivo de estudio para numerosos autores (cf. Bibliografía). En general, se piensa en una acentuada influencia peripatética, así como en unas fuentes claramente cínico-estoicas, e incluso se recuerda, como hace Ziegler (cf. Bibliografía), la tradición en la Academia en esta clase de estudios. Los trabajos de Dyroff, Schlemm, Montesi, Rostagni, Valgiglio y G. von Reutern (cf. Bibliografía), por nombrar sólo a los que nos parecen más destacados, señalan con sus diferencias a esas fuentes antes citadas, tomando como base, en general, bien obras concretas de autores de la Estoa, como hace Dyroff y, en parte, Schlemm, bien un trabajo como el perdido Sobre los poetas de Aristóteles, defendido por Rostagni como fuente principal de la obra de Plutarco que aquí tratamos. D. Babut (cf. Bibliografía) ha vuelto a plantear en profundidad el problema de las influencias del estoicismo en las obras de Plutarco, y, en págs. 87-93, estudia en concreto las que cree encontrar en Cómo debe el joven escuchar la poesía, que son sólo, según él, aparentes, pero no reales.

De todas formas, no es fácil llegar a una precisión concreta de las fuentes, ya que las obras postuladas como tal no nos las ha conservado la tradición. Así pues, como hacen la mayoría de los autores, deberemos seguir pensando que en la composición de la obra de Plutarco Cómo debe el joven escuchar la poesía, se unieron influencias de las dos grandes escuelas filosóficas de la Antigüedad con una tradición y preocupación por los estudios y la crítica de los textos literarios, como fueron la peripatética, que arranca de Aristóteles, y la Estoa, preocupada desde siempre de los problemas filológicos.

Por lo demás, diremos con von Reutern (cf. Bibliografía), para terminar, que el tratado de Plutarco es un libro que polemiza contra las interpretaciones alegóricas, contra las glosas filológicas, contra la hipótesis de los estoicos de que existe un abismo insalvable entre el bien y el mal, contra la interpretación sutil de cosas sin importancia, contra las etimologías caprichosas de los jefes de la Estoa y, en general, polemiza aquí Plutarco contra todo aquello que se opone, según él, a una enseñanza útil a través de la poesía.

El llamado «Catálogo de Lamprías» recoge este tratado en el número 103.