Nota de Astinus
Los historiadores llaman «de la Guerra de la Lanza» al período comprendido entre los años 348 y 352 d.C. Esta denominación se ha popularizado entre las razas que habitan Krynn.
Hubo un tiempo en el que los dioses guerrearon entre ellos, en que el Bien se opuso al Mal. Takhisis cedió sus dragones, oscuras criaturas de muerte y de fuego, a sus esbirros de mayor confianza, e impuso a estos últimos el apelativo de Señores de los Dragones. Paladine y Mishakal, por su parte, concedieron su ayuda a quienes luchaban contra los ejércitos de la Reina de las Tinieblas y contra ella misma. Paladine viajó una temporada junto al kender Tasslehoff Burrfoot y sus compañeros, quienes lo conocían como Fizban. Mishakal puso su erudición y conocimientos de las más ancestrales tradiciones en manos de una amiga del citado kender, una princesa de las tribus bárbaras de las Llanuras que aprendió el significado de la fe y la restituyó a cuantos pobladores de Krynn quisieron escucharla.
Son todos éstos los acontecimientos más señalados del conflicto. Otros, en cambio, han merecido tan sólo una línea de tinta en las Crónicas.
Una de estas líneas intriga sobremanera a los estudiosos del tema. Es la que figura en el tomo dedicado al año 348 d.C: «Nordmaar cae en poder de las hordas de la malignidad. Los enanos de Thorbardin fraguan una Espada Real y la bautizan con el nombre de Vulcania».
Sólo en otro párrafo, datado dos años más tarde, se hace referencia al misterioso acero: «Los esclavos de Verminaard escapan de sus minas de Pax Tharkas, rescatados por un grupo de aventureros entre los que destacan el kender Tasslehoff Burrfoot y el mago Fizban. Se localiza una Espada Real».
Entre estas dos citas, y extendiéndose hacia el futuro, existe una larga narración que explica por qué, después de abstenerse celosamente de ofrecer su respaldo a quienes batallaban contra la soberana de las Tinieblas, los enanos de Thorbardin participaron al fin en la Guerra de la Lanza.
Todavía especulo sobre dónde comienza la historia auténtica y termina la embellecida leyenda en lo que en estas páginas se cuenta, si bien he de decir que una parte importante tiene el inconfundible sabor de lo legitimo. En lo que respecta a lo demás, que, insisto, es mínimo, me limitaré a comentar lo siguiente: los moradores de Thorbardin afirman que la leyenda es la verdad condensada de tal manera que todos, incluidos los enanos gully, puedan entenderla.
«Un argénteo acero,
forjado con estrellas en el taller de Reorx,
de empuñadura de oro y zafiros,
sublimado en la sangre de los héroes,
¡llama a la unidad!
¡Aliaos, Enanos de las Montañas de Thorbardin!
Os han dado a Vulcania,
una Espada de Reyes.
¡Al fin, al fin!»