13

La cascada caía y formaba un estanque. Lucas me dijo que había corrientes subterráneas que alimentaban un río cuyo curso corría mucho más abajo. Por supuesto, también había un río más arriba que era el que suministraba el agua a la cascada. Pensé que quizá podríamos verlo al día siguiente.

Por el momento, Lucas me llevaba otra vez de la mano y me guiaba alrededor del perímetro del ondulante estanque. Al final, la hierba daba paso a rocas, y pequeños cantos rodados tan escurridizos como el cristal. Resbalé. De no haberme llevado Lucas de la mano, me habría caído al estanque. En lugar de ello, gracias a que me sujetaba del brazo, caí sobre él, contra su cálida piel. El sobresalto que eso me produjo debería de haberme hecho apartarme de él, en vez de eso me derretí en sus brazos. Me sentía bien a su lado; su piel era suave, sus músculos firmes.

Sus brazos me rodearon, me retuvieron por un momento en el estrecho cobijo de su abrazo.

Acercarnos a la cascada fue como dirigirnos hacia un trueno. El agua bajaba con velocidad y resonaba como el eco a nuestro alrededor, haciendo enmudecer cualquier otro sonido. Resultaba desorientador y casi aterrador. En contraste, una delicada niebla me hacía cosquillas en la cara, aunque yo sabía que era una ilusión: aquella cascada podía matar a una persona.

Lucas tiró de mí para pasar por detrás de la cascada. Conté solo con un segundo para encender la linterna delante de la veloz cortina de agua antes de que Lucas me arrastrara hacia el negro abismo.

Entonces me soltó. Reuní todo mi coraje y no solté ninguna vergonzosa súplica a gritos para que no me dejara sola. Dentro, todo estaba más silencioso y la cascada enmudecía aunque siguiera presente. Giré el haz de luz de la linterna hacia la caverna. Allí había habido alguien antes que nosotros.

—Esta es una de nuestras guaridas —explicó Lucas mientras se agachaba para encender un farol que funcionaba con pilas.

Daba más luz que mi linterna, así que la apagué para no gastar pilas. Pensaba seguir llevándola conmigo. Me sentía a salvo con ella. Puede que fuera porque me la había dado mi padre adoptivo. Era como tenerlo allí conmigo. De pronto, deseé desesperadamente que él fuera mi verdadero padre. De haber sido así, entonces nada de lo que estaba ocurriendo sería real. Pero ¿en qué estaba pensando? De todos modos no era real.

Si era genético, entonces yo tenía que haberlo heredado de mis padres. Y ellos desde luego no eran lobos. Ellos no se curaban como se había curado Lucas cuando Mason le disparó. Ellos murieron.

—¿Tienes hambre? —preguntó Lucas, sacándome de mis malhumoradas meditaciones.

—No, pero tengo sed.

Él me tendió una botella de agua. La cueva estaba fresca. Igual que el agua. Había cajas de plástico transparente con provisiones apiladas a lo largo de las paredes. Lucas sacó una barrita de cereales y comenzó a masticar mientras abría otra caja para extraer una manta. Se acercó a mí y me la puso sobre los hombros.

—Tú la necesitas más que yo —dije yo—. Yo al menos llevo una camisa.

—Hay más. Además, yo siempre puedo ponerme peludo —contestó él, esbozando una sonrisa increíblemente atractiva.

Todo mi cuerpo reaccionó con una sacudida perfectamente consciente.

Él se dio la vuelta como si se sintiera avergonzado de pronto y se marchó hacia el fondo de la cueva. Sacó más mantas y un par de sacos de dormir. Abrió un saco y lo extendió en el suelo.

—Aunque siempre podríamos tumbarnos juntos, compartir el calor de nuestros cuerpos —añadió él, indicando con ello que yo debería de tenderme sobre la cama que él había hecho.

Seguía sosteniendo el otro saco de dormir sin abrir. Me imaginé que pensaba taparnos con él.

Yo no había dormido nunca con un chico. Y aunque no hiciéramos más que dormir, estaríamos juntos en la cama, nuestros cuerpos se tocarían, se acurrucarían el uno con el otro. Yo no estaba segura de estar preparada para tanta intimidad. Por otra parte, sin embargo, sentir el calor de su cuerpo en aquella fría caverna sonaba maravilloso. Pero dormir juntos, aunque solo fuera de una manera inocente, me parecía prematuro.

—Eh… después de todo lo que ha pasado, ¿cómo puedes siquiera pensar en dormir? —pregunté yo.

—Sinceramente, estoy a punto de derrumbarme.

No sé cómo había olvidado que ese día él había sufrido una experiencia traumática. Le habían disparado, nada menos. Puede que a él se le diera bien ocultar lo que sentía. O quizá fuera un superlobo. El caso es que yo había estado apoyándome en él desde el momento de dejarlo libre, cuando hubiera debido de ser yo quien lo apoyara a él.

—¿Qué quieres que haga para ayudarte? —pregunté yo.

—Solo dormir.

Observé la cama improvisada.

—Yo no voy a atacarte como hizo Mason —afirmó Lucas.

Alcé la vista hacia él.

—Ya lo sé. Pero es que… yo jamás he dormido con un chico.

Una comisura de su labio se alzó hacia arriba.

—Es fácil. Cierras los ojos, y a soñar.

Y podía figurarme todas las cosas con las que soñaría, tumbada junto a él. Aun así, asentí y me tumbé sobre el saco de dormir. Lucas se tendió a mi lado. Con mucho cuidado. No sé si lo hizo así porque estaba agotado, o porque pensaba que yo iba a salir disparada. O puede que notara lo tensa y lo inmóvil que estaba. Yo había pensado muchas veces en cómo sería la primera vez que durmiera con un chico. Pero jamás había esperado que fuera en una cueva con un chico tan misterioso y peligroso como Lucas. Aunque sabía que él no me haría daño, por alguna razón aquella noche sentía como si mi cuerpo no me perteneciera. Quería rodar por la cama y estrecharme contra él.

—¿Te parece bien estar a oscuras o prefieres que deje la luz? —preguntó él.

—A oscuras está bien.

No era cierto, pero de ningún modo iba a admitir que me asustaba lo que sentía por él. La oscuridad no haría sino intensificar esos sentimientos.

Oí el clic de la luz al apagarse. Mis ojos se ajustaron rápidamente a la oscuridad, y enseguida vi la cascada. La luz de la luna la hacía parecer un cristal que cayese. De algún modo resultaba reconfortante. Lentamente, comencé a relajarme.

—De todas, esta es mi guarida favorita —dijo Lucas en voz baja.

Me pregunté si me había mentido al decir que podía leerme la mente solo cuando tenía la forma de lobo. Era posible que pudiera leérmela en todo momento.

—Parece como si hubieras preparado este sitio por si tuvieras problemas —dije yo.

—Siempre esperamos tener problemas.

Él se acercó un poco más a mí. Sentí que todo su cuerpo se sacudía con ligeros temblores.

—Tienes frío —le dije.

No pretendía ser un reproche, pero mi voz sonó ligeramente acusadora.

—No, es solo el efecto de la descarga de adrenalina y del cambio. El calor me ayuda a que se me pase.

Él lo había arriesgado todo para salvarme de Mason. ¿Cómo no iba yo a arriesgar mis sentimientos y a acercarme más a él?

Rodé por el suelo hasta quedarme casi encima de él. Conocía bien los efectos de las descargas de adrenalina. Cuando mataron a mis padres, pensé que no iba a dejar de temblar. Lucas me rodeó con los brazos, me estrechó con fuerza, y yo me acurruqué aún más contra él. Apoyé la cabeza en el hueco de su hombro. Él nos tapó a ambos con el otro saco de dormir. Estábamos calentitos y cómodos en aquella cama. Era maravilloso estar junto a él. Mi cuerpo se serenó. Pude oler y sentir el calor de la piel de Lucas, sentirla en las mejillas y en los dedos.

—¿Es como una especie de necesidad? —pregunté yo en voz baja. No quería perturbar la paz que parecía comenzar a reinar entre los dos, pero sí profundizar en nuestra relación—. Me refiero a ser un lobo.

—No es algo en lo que piense. Es lo que soy.

—Pero ¿cómo ocurrió? Quiero decir que ya sé que dijiste que es genético, pero ¿cómo fue? ¿Mordieron al primer lobo de todos, o algo así?

Su risa ronca resonó por toda la caverna.

—¡Es tan tonto cuando dicen eso en las películas! ¿Por qué tienen que pensar que el hecho de que un animal te muerda va a convertirte en ese mismo animal? Pasa igual con los vampiros. Es una estupidez. Pues no. La licantropía no es algo que comenzara en un principio con un mordisco.

—Entonces, ¿cómo empezó?

—Hemos existido desde el comienzo de los tiempos. Pero nos mantuvimos en secreto por pura supervivencia. Hace siglos vivíamos con la gente, pero siempre nos reconocíamos cuando nos encontrábamos con otro de nuestra especie. Probablemente tú también lo habrás sentido cuando te hayas encontrado con otros, pero al no saber que existimos, puede que no hayas comprendido lo que significa: la llamada de la especie.

Pensé en la primera vez que había visto a Lindsey el verano anterior. Nos habíamos hecho amigas instantáneamente. Me había sentido conectada con ella, como si las dos compartiéramos una misma historia. En aquel momento le habría contado cualquier cosa.

—¿Lindsey es…?

Me sentía incapaz de decirlo. Me resultaba demasiado increíble.

—Sí —contestó él en voz baja—. Aún no se ha transformado. Cumplirá los diecisiete el mes que viene.

—Somos amigas. ¿Por qué no me lo ha dicho?

—¿La habrías creído? ¿La habrías creído si no hubiera podido demostrártelo?

—No lo sé. Ni siquiera estoy segura de creerte a ti. Sí creo que tú puedes transformarte, claro. Pero que yo vaya a transformarme, de eso aún no estoy convencida. ¿Pero dices que hay otros como tú viviendo entre la gente?

—Claro. En los colegios, en las universidades. Vivimos en comunidad. Somos médicos, abogados, polis. Somos como todos los demás, solo que cambiamos.

—Disculpa, pero entonces no sois como todos los demás.

—Vale, en eso tienes razón. Y sí, corremos cierto riesgo viviendo entre los estáticos, pero es más fácil para nosotros tratar de encajar que crear nuestro propio Estado o algo así. Sí, a veces nos marginan. Nos han quemado en la hoguera por brujos, nos han cazado como a demonios. Por eso, hace siglos, nuestros ancestros crearon una hermandad de… supongo que podría decirse que eran caballeros. Son jóvenes guerreros. Los llamamos los guardianes ocultos. Su misión es proteger a otros cambiaformas.

—Pues sus técnicas de protección no son muy buenas —me burlé yo—. ¿Dónde estaban esta noche cuando tú los necesitabas?

Él se aclaró la garganta antes de contestar:

—Bueno, según el código, si un guardián oculto es lo suficientemente tonto como para que lo descubran, él se lo ha buscado. Arriesgamos nuestra vida por los otros. Pero no pedimos que otros arriesguen sus vidas por nosotros.

Yo alcé la vista hasta que pude mirarlo a la cara.

—Espera un momento. ¿Estás diciéndome que eres un guardián oculto, un caballero de esos, o lo que sea?

—Sí, exactamente. Mi trabajo es protegerte. Esa es la razón por la que he mandado a los otros seguir adelante y yo me he quedado atrás, para asegurarme de que nadie te hacía daño y para estar contigo cuando hubiera luna llena.

Entonces, ¿él era mi protector? Eso explicaba su forma de observarme siempre. Yo seguía sin estar preparada para enfrentarme a la luna llena con todas sus consecuencias. Y seguía teniendo muchas preguntas que hacerle sobre sí mismo.

—Entonces puedes morir.

—Claro. Con fuego. Balas.

—Pero yo te he visto curarte.

—Es increíble, ¿verdad? —contestó él con cierto orgullo—. Es una suerte que ese imbécil de Mason no sepa que la plata es nuestro talón de Aquiles. Es el único detalle de todas las tonterías de Hollywood que es verdad. Por alguna razón, una herida infligida con plata no se nos cura como una herida normal. Cuchillo, espada, bala, da igual: si es de plata, estamos jodidos.

Me di cuenta de que me estaba confiando secretos que podían destruirlo. Aunque quizá no se tratara de una cuestión de confianza. Puede que fuera un problema de autoprotección. De pronto, para mí, la plata había pasado de ser un accesorio a una fuente potencial de muerte.

—¿Hay alguna forma de no convertirse en un…?

En un friki, gritaba mi mente, pero no podía decirlo. Sin duda él se lo habría tomado como un tremendo insulto.

—No —contestó él en voz baja. Me agarró suavemente del cuello y apoyó de nuevo mi cabeza sobre su hombro, sosteniéndome cerca como si de ese modo pudiera evitar que yo dijera la palabra—. Pero todo saldrá bien. Confía en mí. Sé que tienes muchas preguntas, pero apenas me quedan fuerzas, Kayla. Déjame dormir y mañana te responderé a todas las que quieras.

—Vale.

Oí como su respiración se iba haciendo cada vez más superficial y sentí como su pecho subía y bajaba contra mi mejilla.

Contemplé la cascada correr. Pensé en levantarme y dirigirme directamente hacia allí. Meterme debajo del agua y dejar que me cayera encima. No quería ser un lobo. Puede que a Mason le pareciera muy molón que la gente se tomara una droga por diversión y que se pusiera toda peluda durante un par de horas, pero yo no lo haría ni regalado.

Esperaba que Lucas se equivocara; que la conexión que sentía entre los dos se debiera a otra cosa. Puede que su percepción estuviera distorsionada y que lo hubiera malinterpretado. Puede que yo no fuera una cambiaforma.

Por lo que a mí se refería, si lo era, mi vida de pronto era una mierda. Estupendo.

Estaba agachada a la salida de la cueva, escuchando la atronadora cascada y examinándome las uñas. Había salido de la cama mientras Lucas seguía durmiendo. Tenía muchas cosas en las que pensar. En parte deseaba echar a correr y alejarme de él y de todo aquello. No detenerme jamás.

Lucas era tan sigiloso, que el corazón casi se me salió del pecho cuando de pronto apareció a mi lado. Pero yo me enorgullecí de mí misma por ser capaz de no delatar el sobresalto que me había producido.

—Te has despertado pronto. ¿Estás bien? —preguntó él.

¿Lo preguntaba en serio? Mi mundo, mi vida; todo podía haber cambiado para no volver a ser lo que era. Por supuesto que no estaba bien. Pero logré no hacer nada más que suspirar.

—Solo estaba pensando. Nunca había conseguido que me crecieran las uñas. Supongo que ahora eso va a cambiar.

Él se echó a reír. O al menos creo que es lo que hizo. Con la cascada, teníamos que hablar tan alto que era difícil oír las risas. Pero sonreía. Entonces él ladeó la cabeza hacia el fondo de la cueva, como si pensara que íbamos a arruinarnos los dos la garganta si continuábamos intentando mantener una conversación allí. Yo lo seguí hacia el lugar que había señalado.

—¿Crees que mis padres adoptivos saben…? Quiero decir… ¿crees que saben lo que soy… lo que voy a ser?

—No lo creo. Cuando mataron a tus padres biológicos, te apartaron de ellos antes de que pudiera llegar ningún guardián oculto. Y una vez que el gobierno se implica en el asunto, es difícil reclamar a los nuestros.

Él abrió una caja y me tiró una botella de zumo de verduras V8.

—Creía que los lobos eran carnívoros —dije sin más, mientras abría la botella.

—Los lobos lo son. Los cambiaformas no —respondió él. Por su tono de voz, era evidente que lo había insultado. Me tendió una barrita de proteínas—. Tienes que comer. Hay que conservar las energías.

Rasgué el papel y lo miré con suspicacia.

—Tú no piensas en ti mismo como en un lobo.

—No soy un lobo. Es la forma en la que cambio, eso es todo.

—¿Eso es todo? La mayor parte de la gente no se pone toda peluda ni empieza a gruñir. A excepción de los locos que tratan de capturarte para investigar.

—Lo que para ti… para ellos es raro, para mí es lo normal. Yo siempre he sabido que estaba en mi ADN. Apenas podía esperar a tener dieciocho años.

Algo me sonó raro.

—Creí que habías dicho que ocurría a los diecisiete.

—A los diecisiete para las chicas. Los dieciocho para los chicos. Tiene algo que ver con eso de que las chicas maduran antes y todo eso.

—¡Ah!, creí que iban a darme un indulto temporal.

La barrita de proteínas me supo a serrín en la boca.

Él abrió una bolsita doble de Oreo y me tendió una. No pude evitar que los ojos se me llenaran de lágrimas. Adoraba esas galletas. Alcé la vista hacia él. Me observaba atentamente.

—Supongo que me has leído el pensamiento con relación a esto también. ¿Crees que yo seré capaz de hacerlo? De leer el pensamiento, me refiero.

—Sí, pero al principio es como un balbuceo confuso. Tienes que aprender a clasificar las voces que oyes.

—¿Hay alguna escuela de hombres lobo o algo así, donde se aprenda todo eso?

—Nosotros preferimos no usar el término hombre lobo. Produce malas vibraciones. Dime una sola película en la que hagan el papel de bueno. Por eso nos gusta llamarnos cambiaformas. Y no, no hay ninguna escuela, pero aun así, tenemos que entrenarnos. Y lo hacemos en estos bosques.

Terminé las galletas, doblé las rodillas, las levanté y me las rodeé con los brazos.

—¿Duele?

Él sabía qué le estaba preguntando, y no era sobre el entrenamiento. Se arrodilló delante de mí. Seguía descalzo y sin camisa. ¿Es que no había ropa en ninguna de esas cajas? Deseaba desesperadamente alargar un brazo y acariciar con la mano su pecho y sus hombros. Pero en lugar de ello me concentré en su mirada plateada.

—No, si confías en mí —dijo él en voz baja.

Yo solté una débil risita.

—¿Estás seguro de que no te equivocas con respecto a mí?

De pronto él se puso en pie y me tendió una mano.

—Vamos. Quiero comprobar los alrededores. Luego podremos relajarnos y disfrutar del precioso día. Al fin y al cabo, no somos vampiros.

Lucas buscó una camiseta. Pero o bien no era suya, o bien había sido suya antes de desarrollar la musculatura, porque se le ceñía como un guante. Yo comenzaba a sospechar que me leía la mente incluso cuando no tenía la forma de lobo.

Él recorrió una corta distancia por el bosque alrededor de nuestro refugio, y yo lo seguí. Sus movimientos eran elegantes: como los de un acróbata del Circo del Sol, que fuera todo músculo, pero que resultara grácil sobre el escenario. A mí siempre me había parecido que estaba en forma, pero en ese momento veía además que era un depredador.

No creía que fueran a pillarlo otra vez por sorpresa. Y si lograban alcanzarnos, sospechaba que Lucas los perseguiría para vengarse. Como un hombre lobo de Hollywood. Puede que a él no le gustara la imagen que daban de su especie en las películas, pero a mí me daba la sensación de que él estaba decidido a defenderme. Casi resultaba aterrador, pero al mismo tiempo era emocionante.

¿Estaría él dispuesto a morir por mí? ¿Deseaba yo que él estuviera dispuesto a hacerlo?

Por supuesto que no. Pero aun así, resultaba excitante saber que él se tomaba tan en serio mi protección. En ese momento yo aún no estaba del todo segura de qué pensar acerca del tema «pareja». No podía negar que me había sentido atraída hacia él desde el principio, y con una fuerza que casi daba miedo, pero había tratado de olvidar esa atracción y me había concentrado en Mason; porque yo podía enfrentarme a lo que sentía por Mason. La atracción que me unía a Lucas, en cambio, quedaba fuera de mi control.

Más miedo me daba aún, sin embargo, pensar que quizá Lucas sentía exactamente lo mismo por mí, solo que él sí era lo suficientemente fuerte como para controlarlo.

Íbamos caminando y, de pronto, él se quedó inmóvil, escuchando y olfateando el aire. Resultaba excitante pensar que muy pronto mis sentidos se agudizarían, si es que de verdad yo era una cambiaforma. Aunque, la verdad, me parecía realmente imposible.

Hubiera debido prestar atención a la forma en que Lucas comprobaba el estado de cada cosa. Hubiera debido tratar de aprender lo que se suponía que debía aprender. Pero, en lugar de ello, yo estaba pensando en la ropa: transformarme en lobo iba a ser una complicación para mi vestuario. Así que, ¿cómo se suponía que iba a solucionarlo?, ¿debía de tener montones de ropa oculta por todas partes?

—Sí —contestó él en voz baja.

Entonces se puso tenso. Pero no tan rígido como yo.

—Puedes leerme el pensamiento incluso cuando no tienes forma de lobo —dije yo en tono acusador.

Él se pasó los dedos por el precioso pelo.

—Solo cuando estoy completamente concentrado en ti.

—¿Y ahora estás completamente concentrado en mí?

—¿Cómo no voy a estarlo? ¡Hueles tan bien…!

—¿Estás de broma? ¡Apesto!

—Pero por debajo de eso está la fragancia natural de tu piel. Eso es lo que huelo —explicó él mientras volvía a grandes zancadas hacia el claro—. Vamos, iremos a darnos un baño.

Estuve a punto de tropezar solo por tratar de mantener su paso. No podía evitar estar atónita por el hecho de que él estuviera todo el tiempo tan pendiente de mí, de que estuviera oliendo mi piel.

—¿Y qué?, ¿tienes bañadores guardados en una caja en la cueva?

Él me miró por encima del hombro y me dedicó una sonrisa verdaderamente pícara.

—¿Quién necesita un bañador? ¿Es que jamás has oído hablar de la posibilidad de bañarse desnudo?

Vale, cabía la posibilidad de que al día siguiente por la noche me viera desnuda antes de verme toda peluda, pero aun así le hice darse la vuelta mientras me quitaba la ropa y me metía en el agua. Estaba fría e increíblemente transparente, y resultaba refrescante. Cuando salí a la superficie, él ya se había metido en el agua y estaba a unos cuantos metros de mí. Así que quizá a él también le diera vergüenza estar desnudo delante de mí. A pesar de que yo ya lo había visto desnudo de espaldas.

Flotaba en el agua cuando le pregunté:

—Entonces, ese tatuaje de tu hombro, ¿qué significa?

—Todos los machos se hacen un tatuaje cuando están listos para declarársele a la chica que han elegido para ser su pareja. El tatuaje representa el nombre de ella escrito en la lengua antigua de nuestra especie.

—¿Y a quién has elegido tú?

Él me miró como preguntándome si de verdad era tan tonta.

—¡Ah!

Yo tragué con fuerza. Estaba completamente atónita ante la idea de que pudiera sentir algo tan fuerte y no decírselo a nadie. ¿Cómo podía manifestarle sus sentimientos a un artista del tatuaje sin saber siquiera si era correspondido?

—Creí que el verano pasado ni siquiera te habías fijado en mí.

—¡Ah!, sí que me fijé. Fue como un bum, directo a las vísceras.

—No dijiste nada.

—Tú acababas de cumplir los dieciséis y aún estabas en el instituto, y yo iba a ir a la universidad.

—Yo sigo en el instituto, y tú vas a la universidad.

—Pero eres mayor. Solo te falta un año para terminar el instituto. En cuanto te gradúes, puedes venir a la misma universidad que yo.

—¿Y veré a mis padres adoptivos otra vez?

—Claro. Volverás a casa al final del verano… aunque un poco distinta de cuando llegaste aquí.

Lo cual era evidente. Incluso aunque no cambiara, yo jamás olvidaría nada de lo ocurrido ese verano. Me pasaría la vida buscando a cambiaformas por todas partes.

—Nosotros vivimos en el mundo, entre los estáticos —continuó él—. De una forma muy normal. O tan normal como podemos dentro de que cargamos con la responsabilidad de guardar el secreto de nuestra existencia.

Yo seguía atónita por la decisión que él había tomado el verano anterior al conocerme.

—Pero la decisión que tomaste el verano pasado acerca de nosotros… ¿y si no volvías a verme?

—Sabía dónde vivías, Kayla. Habría ido a buscarte si Lindsey no te hubiera convencido de que vinieras con nosotros este verano. No te habría permitido descubrir sola la verdad sobre ti misma.

—Entonces Lindsey sabía lo que sentías.

—Sí, pero tenemos un código. Las elecciones de los chicos no se pueden contar a nadie.

Yo me sentía halagada, pero también acobardada.

Él se puso a nadar de un lado a otro del lago, dando brazadas largas y fuertes como si fuera el típico tío que se siente incómodo hablando de sus sentimientos. Los músculos de la espalda se le hinchaban y flexionaban. El tatuaje, con mi nombre en letras antiguas, parecía vibrar.

Se había comprometido conmigo sin saber si siquiera si yo le correspondería. Me sentía inmensamente halagada, pero también increíblemente abrumada. La profundidad de lo que él sentía por mí iba mucho más allá de lo que yo hubiera sentido jamás por ningún chico. Y, sin embargo, yo no podía negar que había algo entre nosotros.

Comencé a nadar de espaldas en la dirección contraria, comprendiendo que estaba delatándome más de lo que hubiera querido, y seguí nadando como un perrito. O, en mi caso, supongo que en realidad nadaba como un lobo.

Él volvió hacia mí y se detuvo a un par de metros.

—Tu tatuaje. Rafe tiene uno igual.

—Sí.

Abrí los ojos inmensamente.

—Entonces él es un hombre… —Me interrumpí—. ¿Es un cambiaforma?

—Sí.

—¿Qué nombre lleva escrito en la espalda?

—No puedo decírtelo. Hice un juramento de silencio.

Vaya, eso sí que resultaba irritante. Y no es que yo fuera una cotilla, pero sí era curiosa.

—¿Y si te equivocas? —seguí yo preguntando—. ¿Y si interpretas mal tus sentimientos? ¿Y si la chica no siente por ti lo que tú sientes por ella?

Yo tenía muchas preguntas. En realidad no comprendía cómo funcionaba el tema de la pareja, pero parecía que nos trascendía.

—Pues es una lata. Vas por la vida con el nombre de una chavala en la espalda, y ninguna más va a quererte porque le has ofrecido toda tu devoción antes a otra.

—Eso es duro.

—Es el modo de estar seguro de que no eliges a la ligera.

Resultaba realmente abrumador pensar que él me había elegido a mí; o que el destino me había escogido. Yo no acababa de comprender cómo funcionaba todo el asunto de la pareja/destino.

—Pero el verano pasado tú apenas me conocías.

—Te conocía lo suficiente, Kayla. Para nosotros, cuando conoces a tu alma gemela… simplemente lo sabes. No sé cómo explicarlo. ¿Es que tú no sentiste nada al conocerme a mí?

—Sentí miedo —admití yo—. Me sentí abrumada. Por supuesto que me fijé en ti, pero no pensé ni por un momento en nosotros como pareja. Quiero decir, ¡mírate! Tú eres mayor, serio, estás en forma… y yo soy una loca pelirroja y llena de pecas.

Él sonrió.

—Me gustan tu pelo pelirrojo y tus pecas. Y me gusta que tengas esa fuerza interior de la que creo que ni siquiera tú te das cuenta. Corriste un gran riesgo para sacarme de la jaula.

—Lo que hicieron estuvo mal.

—Pero no todo el mundo habría reaccionado y habría hecho algo. ¡Y cómo engañaste a Mason, eso me encantó!

Sentí el acaloramiento de la vergüenza colorear mi rostro.

—No puedo creer que él consiguiera engatusarme con su verborrea.

—Él ha engañado a mucha gente.

—A ti no.

—Yo tenía mis sospechas, pero no eran más que sospechas. Provengo de una sociedad a la que han perseguido durante siglos con la caza de brujas. No hago acusaciones sin pruebas.

Aunque obtener esa prueba había estado a punto de costarle la libertad y hasta la vida.

—¿Y Connor? ¿Y Brittany? ¿Ellos también son…?

De pronto mi mente no dejaba de dar vueltas.

—La mayor parte de los serpas lo son. Es nuestra forma de controlar qué partes del parque les permitimos ver a los estáticos. Si los mantenemos fuera por completo, ellos sospechan. Tal y como están las cosas, les servimos de guía, les llevamos hasta donde queremos que lleguen y los mantenemos alejados de donde no queremos que se acerquen.

—Mason cree que hay una aldea por aquí cerca.

Lucas se puso muy serio, y sus ojos parecieron dos piedras finamente pulidas.

—Sí. Aún estoy tratando de averiguar cómo se ha enterado de eso. Quiero decir que hay muchas leyendas, pero él parecía quizá demasiado seguro de lo que sabía.

Yo estaba tan sorprendida que olvidé seguir esforzándome para flotar en el agua. Me hundí, pero cerré la boca justo a tiempo para evitar tener que escupir nada más salir a la superficie. Me encanta poder decidir hasta qué punto parezco tonta. Volví a la superficie.

—Entonces, ¿es verdad que hay una aldea?

—Wolford. Es donde viven los mayores. El resto de nosotros vamos allí para el solsticio de verano. Está muy bien escondida. Es imposible que ese excéntrico de Keane y los robots de sus seguidores la encuentren.

Yo no estaba tan segura de eso, pero estaba pensando en otra cosa que había dicho Lucas.

—¿Por qué estás tratando de averiguar cómo se ha enterado? ¿Es que te gusta romperte la cabeza? ¿Eres un investigador?

—Creí que a estas alturas ya te lo habrías figurado. Yo soy el líder de la manada. El macho alfa del grupo.

No sé cómo no me había dado cuenta antes. Por la forma en que Rafe se sometía ante él. Yo siempre había pensado que Lucas era simplemente la persona que estaba a cargo del resto de los serpas.

—Y eso, ¿cómo funciona? ¿Te votan los mayores a los que has mencionado antes?

—No. Luchas por el puesto. Con la forma de lobo. Desafías y matas al líder que esté en el puesto en ese momento.

¿Como animales salvajes? ¿Qué era él? ¿Un hombre, o una bestia?

—¿Y eso fue lo que hiciste tú?, ¿vencer al anterior?

Él sostuvo mi mirada como si sintiera la necesidad de juzgar mi reacción a sus palabras.

—Es un combate a muerte.

En esa ocasión, cuando dejé de flotar en el agua y me hundí, no estuve muy segura de si quería volver a salir o no. Había cosas en su sociedad de las que no sabía si quería formar parte.