5

El día siguiente fue bastante parecido al anterior, solo que el terreno se hizo aún más difícil. Así que todo el mundo tuvo que esforzarse un poco más. Todos, menos los serpas. En cierto momento Lucas sugirió que Connor y Rafe podían cargar con el cajón, pero Tyler y Ethan insistieron en que ellos podían con él.

—¿No sientes curiosidad por saber lo que llevan ahí, cuando no quieren soltarlo ni a sol ni a sombra? —me preguntó Brittany.

Después de la parada para comer, Lucas no había vuelto a insistir en que yo siguiera al frente con él, así que me había retirado a la parte de atrás, con Brittany y Lindsey.

—Apuesto a que puedo conseguir que me lo digan —afirmó Lindsey.

—Yo creo que puede que sea una jaula —murmuré yo.

—¿Una jaula? Pero ¿para qué? —preguntó Brittany.

Decir aquello en voz alta a plena luz del día sonaba estúpido:

—Anoche les oí hablar después de irnos todos a la cama. Creo que están realmente convencidos de que hay hombres lobo en este bosque.

Lindsey soltó un bufido.

—¡Bah! No son los primeros. Siempre vienen excursionistas que oyen rumores y que se creen que van a encontrar pruebas. Y en cierto modo es culpa nuestra. Por Halloween, siempre organizamos una cacería en el bosque para conseguir fondos para los refugios de los animales. Algunos de nuestros clientes se ponen disfraces realmente bonitos y realistas.

—Y aterradores —añadió Brittany.

—Pero eso no es más que una farsa. Creo que Mason y su padre hablan de cazar en serio hombres lobo —insistí yo.

—¿Y qué? No van a encontrar ninguno. Y mientras tanto, a nosotros nos pagan —dijo Lindsey.

—Sí, es cierto. Pero eso me hace sentirme algo suspicaz con respecto a ellos.

—La gente cree en todo tipo de cosas. Pero mientras no sean violentos, a nosotros, ¿qué nos importa? Y ese tipo de rumores atraen a la gente al parque. Son buenos para nosotros.

Supuse que eso era verdad. Me ajusté el peso de la mochila sobre los hombros. Estaba orgullosa del hecho de haber mantenido el paso de todos los demás. Rafe iba el último; tenía que asegurarse de que nadie se quedaba atrás.

—¿Así que Lucas también hace todo eso de la cacería? —pregunté yo.

No podía creerlo. Estaba siempre tan serio que no podía creer que hiciera todo ese teatro.

—Lo hacía antes de marcharse a la universidad —contestó Lindsey—. Ahora solo viene a casa a pasar las vacaciones de Semana Santa y de verano. ¿Te interesa Lucas?

—¿Cómo? ¡No! —contesté yo, echándome a reír con inseguridad—. Es solo curiosidad. Vamos a pasar el verano todos juntos. Me parece que lo más correcto es saber algo el uno del otro.

—Entonces puede que esta noche juguemos a «verdad o mentira» alrededor de la hoguera —sugirió Brittany.

—¡Eh, os estáis quedando atrás! —gritó Connor desde lo alto del camino.

Las tres apretamos el paso.

Yo esperaba que Brittany estuviera bromeando al sugerir que jugáramos a «verdad o mentira» alrededor del fuego. Había muchas cosas que me hubiera gustado averiguar, pero no había muchas que quisiera revelar.

Pero, tal y como salió la cosa, no jugamos a nada en absoluto alrededor del fuego. Ni tampoco el profesor Keane o Mason mencionaron de nuevo a los lobos.

Más tarde, aquella noche, Brittany y yo estábamos ya en la tienda, preparándonos para meternos en el saco, cuando Lindsey entró un tanto nerviosa.

—¡Vale, chicas!, he tenido cierta conversación personal con Ethan, y ahora sé qué hay en el baúl de madera. ¡Cerveza!

—¡No fastidies! —exclamó Brittany—. ¿En serio?

—Bueno, también llevan equipo, pero han metiendo cerveza en los huecos libres, y acaban de decidir que pesa demasiado para seguir cargando con ella todo el camino, así que en cuanto el profesor Keane se vaya a dormir… —explicó Lindsey, esbozando una enorme sonrisa—. ¡Fiesta!

Brittany y yo dejamos de inmediato los preparativos para irnos a la cama y comenzamos los preparativos para salir fuera con los chicos. Yo no había planeado hacer ninguna fiesta en el bosque, pero estaba emocionada. Me solté el pelo y dejé que cayera libre y rizado por encima de los hombros. Luego empecé a revolver por la mochila, buscando el top de color verde esmeralda que se ataba al cuello.

Lindsey sacó la cabeza por la cremallera abierta de la tienda.

—¿Qué le pasa al profesor Keane esta noche? ¡Que se vaya a la cama!

—¿Vas a volver a enrollarte con Ethan? —preguntó Brittany, cuyo pelo negro brillante le caía por debajo de los hombros.

—No. Pero antes tampoco me he enrollado con él. Solo he estado ligando un poco.

—Pues para estar comprometida con Connor, no parece que te lo tomes demasiado en serio.

—¿Cómo? —pregunté yo, mientras me ataba el tirante—. ¿Tú y Connor estáis comprometidos? No me habías dicho nada.

Yo los había visto juntos un par de veces, pero no estaba segura de que se tratara de nada romántico.

—Es complicado —contestó Lindsey.

Yo advertí la frustración que delataba su voz. Ella terminó de cepillarse el pelo rubio y comenzó a remangarse el borde de la camiseta hacia arriba hasta hacerse un nudo para enseñar la barriga. Parecía que todas queríamos atraer un poco de atención de los chicos aquella noche.

—Mis padres y sus padres son amigos de toda la vida, y por eso nos presionan para que estemos juntos.

—Si no quieres que te presionen, échate atrás —dijo Brittany.

—Eso te gustaría, ¿verdad?

—Yo solo digo que él se merece a alguien que desee de verdad estar con él.

—¿Alguien como tú?

—¡Uau, chicas!, ¿es que vamos a pelearnos aquí dentro? —pregunté yo.

Ellas se miraron la una a la otra. Lindsey fue la primera en ceder. Puede que simplemente porque Brittany se levantaba muy pronto todas las mañanas y se sometía a una disciplina rigurosa.

—Connor y yo no estamos seguros de hasta dónde queremos llegar. Así que podemos tomárnoslo con calma hasta que termine esta expedición, ¿te parece?

—Lo que tú digas —contestó Brittany, encogiéndose de hombros.

Yo había sentido cierta tensión entre ellas dos alguna que otra vez. Y el asunto de Connor lo explicaba todo. Me pregunté si a Brittany le gustaba Connor.

Me puse el top atado al cuello y unos pantalones cortos blancos. En cierto sentido yo comprendía a Lindsey. A veces era difícil saber exactamente lo que uno sentía por alguien. En aquel momento, por ejemplo, yo no estaba segura de si estaba intentando ponerme guapa para Lucas o para Mason. La noche anterior había sentido una conexión con Lucas, pero él aún seguía dándome miedo. Mason… bueno, Mason simplemente parecía una persona mucho más sencilla.

Me habría gustado tener unas sandalias provocativas que ponerme, pero solo contaba con las botas de montar en bici. Tendrían que servir. Tras mirarme al diminuto espejo que llevaba, en general me agradó mi aspecto.

Lindsey volvió a asomar la cabeza fuera.

—¡Por fin! El profesor Keane se ha ido. ¡Vamos!

Todos nos alejamos del campamento, arrastrándonos como si fuéramos guerreros ninja o algo así. Cada uno de los estudiantes, incluida Monique, llevaba un pack de seis latas de cervezas. En el cielo no había más que una delgada luna de plata, así que Connor nos guio con la linterna. Cuando creímos estar lo suficientemente lejos como para que el profesor Keane no nos oyera, Ethan comenzó a pasar las latas de cerveza de mano en mano.

Para mi gran sorpresa, hasta Lucas vino y bebió cerveza. Por supuesto, nada más llegar buscó un árbol en el que apoyarse. Monique se acercó a él. Él le dedicó una de sus poco frecuentes sonrisas. Sentí los celos invadirme pero me di la vuelta; no quería reconocer mis sentimientos. Los dos habíamos compartido un momento muy especial la noche anterior, pero era evidente que para él no había sido más que una agradable charla de hermano mayor con una persona de la que se sentía responsable.

Lindsey golpeó la lata de cerveza contra la mía.

—¡Por los buenos tiempos!

—¿Por qué no me habías dicho nada de lo de Connor?

Vale, estaba un poco cabreada. Yo le había contado un montón de cosas de mí desde que nos conocimos el verano anterior, incluyendo lo de mis pesadillas. Y sin embargo ella me ocultaba un tema delicado.

—Como ya he dicho, no sé adónde vamos a ir a parar. ¿Y quién quiere caer en la trampa que le tienden sus padres?

—Parece que a Brittany le gusta Connor de verdad.

—Puede ser. Ella tiene problemas, pero no quiere hablar de ello. ¿Te has fijado en todo el ejercicio que hace, como si quisiera ser una superserpa o algo así? Vale, sí, le gustaba… le gusta Connor, y él estuvo de acuerdo con los padres de los dos en que nosotros teníamos que estar juntos. Siempre hemos sido amigos, desde que éramos críos. Yo no quiero hacerle daño, simplemente es que no sé si él es la persona a la que quiero, así que por ahora no quiero pensar en ello —explicó Lindsey, antes de dar un trago a su cerveza.

—¿Y qué dice Connor?

—Está desilusionado porque yo no demuestro tanto entusiasmo como él. Ya te he dicho que es complicado.

—Si en algún momento quieres hablar, aquí estoy.

Ella me miró y sonrió.

—Gracias —dijo, brindando de nuevo con la lata de cerveza—. Creo que voy a ir a mezclarme con alguno de los estudiantes más guapos.

Mientras se alejaba, y por mucho que me molestara tener que admitirlo, yo me sentí mejor, más tranquila, por el hecho de no ser la única que estaba hecha un lío.

—¿Qué hay?

Alcé la vista hacia Mason, que apareció de pronto a mi lado, y sonreí.

—No mucho —contesté yo, alzando la lata—. Estáis locos, chicos, ¿cómo se os ocurre arrastrar tanta cerveza por el bosque?

—Sí. Pesaba tanto que Ethan y Tyler estaban perdiendo el entusiasmo por la idea —contestó él, alzando la vista—. ¿Sabes qué es lo que más me gusta de salir de acampada? Lo vasto que es el cielo de noche. ¿Quieres ir a contemplar las estrellas? He visto un sitio lejos de los árboles donde podríamos tumbarnos sobre la hierba…

Mason ladeó la cabeza a un lado, haciendo un gesto interrogativo.

Yo miré hacia donde estaba Lucas, que seguía hablando con Monique. Sin lugar a dudas, la noche anterior yo lo había malinterpretado. Puede que al estar al mando él creyera que debía mantenerse alejado de cualquier lazo emocional. O puede que yo no fuera para él más que otra persona a la que cuidar: la novata, alguien de quien ni siquiera estaba seguro que tuviera lo que había que tener para ser una serpa.

—Claro —contesté yo—. ¿Por qué no?

Mason y yo cogimos otra cerveza. Para cuando llegamos al lugar exacto del que él me había hablado, yo ya estaba contenta. La hierba estaba fresca y ligeramente húmeda con el rocío al tumbarme.

—Ahí está la Osa Mayor —dijo Mason, señalando hacia arriba.

—Y allí Casiopea —añadí yo, señalando también.

Mason soltó un gruñido.

—¡Pero si te sabes las constelaciones!

—Bueno, sí. Fue lo primero que me enseñó mi padre cuando me llevó de acampada.

—Esperaba impresionarte, pero ahora voy a tener que hacerte una confesión. Jamás he sido capaz de distinguir más que la constelación de la Osa Mayor. Nunca sé qué estrellas tengo que unir para formar una figura.

Tuve la sensación de que ese problema no afectaba a Lucas, de que él podía identificar más constelaciones aún que yo.

Pero ¿por qué me molestaba siquiera en pensar en él en ese momento?

Rodé levemente por la hierba hacia Mason.

—Vale. Cassie puede ser difícil, pero si sabes encontrar a la Osa Mayor, deberías distinguir también a Draco, el dragón. Su cola pasa entre las dos osas.

—Pues no.

—Sigue la línea que traza mi dedo. Justo ahí.

—No. Lo siento. Jamás se me ha dado bien ver dibujos en el cielo.

Volví a rodar, alejándome de él.

—No importa. De todos modos, lo mejor de observar el cielo son las estrellas fugaces.

—Pues no sé cómo, pero yo jamás las he visto tampoco.

Yo me eché a reír.

—¡Pero Mason! ¡Eso es una tontería! No hay más que quedarse tumbado hasta que veamos una.

—Eso puede llevarnos toda la noche —dijo él en voz baja.

Yo giré la cabeza hacia él. Pude ver que me estaba observando.

—Sin duda, sobre todo si me miras a mí en lugar de mirar al cielo.

—Pero es que tú eres mucho más interesante —dijo él. Hizo una pausa—. ¿Por qué quisiste ser serpa?

—Me gustaba estar en el bosque, y así además me pagan por estar en el bosque. Salgo ganando.

—Pero como eres de Dallas, probablemente no conocerás mucho al resto de serpas.

¿Trataba de ponernos a él y a mí en contra de los demás? Si su objetivo era llegar con todo su grupo al lugar en el que habían elegido acampar, resultaba contraproducente. Aunque por otro lado, puede que tuviera dudas acerca de los empleados del parque. O quizá simplemente buscara un tema de conversación.

—Los conocí el verano pasado —aseguré yo—. Pero Lindsey y yo nos hemos estado llamando y mandando correos electrónicos desde entonces. Nos hemos hecho amigas. Creo que porque tenemos muchas cosas en común.

—¿Como qué?

—Nuestra afición por estar al aire libre, más que nada. Además, las dos haremos el último curso el año que viene. Y da igual a qué colegio vayas, siempre es igual: pandillas, profesores, tareas para casa, chicos.

Yo volví a pensar en la situación de Lindsey. Las dos habíamos hablado de chicos en general, pero ella jamás me había mencionado lo que ocurría entre Connor y ella. Tenía que admitir que me sentía ligeramente dolida por el hecho de que ella no hubiera confiado en mí.

—¿Así que conociste a todos los guías el verano pasado? —repitió Mason.

—Sí.

—Supongo que tenemos suerte de que vengan tantos con nosotros —dijo él—. A mí jamás se me habría ocurrido que fuera peligroso estar en el bosque. Pero, teniendo en cuenta lo que le ocurrió a tus padres, ¿no tienes miedo?

—No. Por extraño que parezca, aquí siempre me he sentido segura. Todo va bien siempre y cuando te mantengas alerta. Y a los serpas nos pagan por estar alerta. Además, le confiaría mi vida a Lucas.

Yo misma me sorprendí al decirlo en voz alta.

—¿En serio?

—Desde luego. Él siempre está alerta y es muy consciente de todo.

—Pues parecía muy consciente de Monique cuando estábamos allí, con todos los otros.

No se había fijado en ella hasta que Monique se había colocado exactamente delante de él, pensé yo, molesta.

—¿Te gusta Lucas? —preguntó Mason, puede que en respuesta a mi silencio.

—No me cae mal.

—¿Te gusto yo?

Tuve la sensación de que me estaba preguntando algo más. Antes de que pudiera responder, noté que se me erizaba el pelo de la nuca y de los brazos. Inmediatamente me incorporé hasta quedarme sentada.

—¿Qué ocurre? —preguntó Mason.

—Alguien nos observa.

—¡Seguro! —se mofó Mason—. ¡Será Lucas! Ese tipo…

—No, no es Lucas.

Yo no estaba muy segura de cómo sabía que no era él. O puede que un modo mejor de decirlo fuera que de haber sido él, lo habría sabido. Su forma de observarme era muy diferente. Me hacía sentirme protegida. En ese instante, en cambio, me sentía… amenazada.

—Deberíamos marcharnos —dije yo, poniéndome en pie.

—Creía que íbamos a esperar hasta que viera una estrella fugaz.

—¡Pero si ni siquiera hemos estado mirando al cielo! En serio. Tengo un mal presentimiento. Tenemos que volver.

—Eso es solo porque nos hemos puesto a hablar de peligro.

Yo comencé a rascarme los brazos.

—No es por eso. Vamos, Mason. Lucas nos presionará otra vez mañana para que caminemos. Necesito dormir.

—Está bien —contestó él, poniéndose en pie de mala gana.

Yo agarré las latas de cerveza y se las tiré a las manos.

—Puede que ahora pesen menos, pero tendréis que seguir cargando con ellas, chicos. No podemos llenar el bosque de basura.

—Sí. Supongo que al final traer cerveza no ha sido tan buena idea —comentó él. Vi su sonrisa—. Excepto porque me ha permitido estar un rato a solas contigo.

De camino al campamento, no pude dejar de pensar que algo nos observaba: algo peligroso. Y entonces lo vi, perdido entre las sombras de los árboles, un poco apartado. Sus ojos plateados eran visibles. Un lobo. Asomó la cabeza durante solo una fracción de segundo, pero a mí me bastó para ver que era negro. Completamente negro.

Nos observaba.

Lucas había dicho que los lobos no atacaban a los humanos, pero yo no estaba tan segura.

—¡Eh, yo vi un lobo como ese la noche en que te seguí a la fiesta de cumpleaños! —exclamó Mason.

—¿En serio?

—Sí, y casi me da un ataque al corazón allí mismo. Salió de entre las sombras cuando yo volvía a la cabaña.

Lo que yo estaba sintiendo se parecía mucho a lo que había sentido aquella noche. Pero ¿por qué iba a seguirme un lobo?

—¿Crees que es peligroso? —preguntó Mason.

¡Sí!, me gritó mi instinto.

—No lo sé —contesté yo.

Sí sabía, sin embargo, que yo no confiaba en ese lobo. Tenía algo que me indicaba que solo estaba buscando problemas. O eso, o yo había bebido alguna cerveza de más.