18.30 h, sábado, 6 de diciembre de 2008, Nueva York
James pidió al padre Maloney que sacara del garaje su querido Range Rover y lo aparcara un momento en el lado de la calle Cincuenta y uno de la residencia. Era un modelo de 1995, y no podía decirse que fuera un coche nuevo, pero para James representaba la libertad. Durante los meses de otoño e invierno, utilizaba el coche para ir a Morris County, New Jersey, a un pequeño lago llamado Green Pond, con el fin de pasar solitarios fines de semana en su casa. Era un refugio celestial del vértigo semanal de sus interminables responsabilidades oficiales.
James subió al asiento del conductor y se dirigió hacia el oeste, para luego desviarse hacia el sur en paralelo al río Hudson, por la autopista del West Side.
El recorrido era pintoresco, lo cual le permitió relajarse y pensar en la inminente velada, con la esperanza de que no fuera tan horrible como había temido al principio, sobre todo porque Jack estaría presente. Su mente también derivó hacia el principal problema: cómo convencer a Shawn de que no publicara nada sobre la posibilidad de que los huesos del osario pertenecieran a la Virgen María. Se estremeció de nuevo al pensar en las consecuencias si no tenía éxito. Con la Iglesia todavía tambaleante debido a la pérdida de autoridad del clero causada por la crisis de los sacerdotes pederastas, la noticia sería devastadora para la Iglesia. Para él sería aplastante, pues creía que la Santa Sede se vería obligada a sacrificarlo como chivo expiatorio, gracias a las maquinaciones de Shawn. Con una profunda sensación de tristeza, James recordó cómo había llegado a ocupar su actual cargo y sus esperanzas de ascender.
James suspiró al recordar con nostalgia los giros y vueltas de su carrera, y su posible final ahora a manos de un amigo. Se le antojaba la traición definitiva, un pensamiento que le inspiró de repente una idea. Se dio cuenta de que sería el ángulo personal el que tal vez pudiera influir en la decisión de Shawn de publicar. James conocía muy bien la actitud negativa de este hacia la religión organizada, de modo que cualquier súplica en ese sentido caería en oídos sordos. Shawn no hacía gala de una moral extrema, pero era un amigo entregado. Con una leve dosis de optimismo, James decidió que el enfoque que iba a emplear con Shawn tendería a subrayar que sus actos iban a perjudicarlo, y restaría importancia al daño que podría hacer a la Iglesia y a los fieles.
James salió de la autopista al West Village y se dirigió a Morton Street, donde aparcó en el primer hueco que encontró. Como aparcar no era lo suyo, tardó diez minutos en meter el Range Rover, y aun así acabó a unos sesenta centímetros del bordillo, cosa que para él significaba haber aparcado bien.
Cinco minutos después, James se desviaba por el pasaje que conducía a la casa de madera de los Daughtry y se detenía. Ya había estado antes, pero había olvidado lo encantadora que era. Ningún elemento de sus cuatro plantas era cuadrado o vertical. Todos los marcos de las ventanas, y hasta el marco de la puerta principal, estaban algo inclinados a la derecha, como sugiriendo que, si la puerta se cerraba de golpe sin querer, todo el edificio se derrumbaría a la derecha contra su vecina de ladrillo y de aspecto más sólido. El revestimiento exterior de chilla estaba pintado de un gris claro, mientras que el reborde era de un amarillo pálido. El tejado, aunque solo se veían las esquinas de los dormitorios de la cuarta planta, era de tejas grises. La puerta principal, con varias ventanitas de vidrio de color verde oscuro, era casi del mismo color que el Range Rover de James. En mitad de la puerta había una aldaba de latón en forma de mano humana que sostenía una bola. A la izquierda de la puerta había un letrero que rezaba CASA DEL CAPITÁN HORATIO FROBER, 1784.
James sonrió para sus adentros. Era el tipo de residencia excéntrica tan querida por Shawn. No cabía duda de que a su amigo le gustaba destacar entre el resto del mundo, un pensamiento que inspiró a James otra idea. Tal vez podría conseguir que Shawn recibiera una especie de recompensa especial si prometía no publicar nada sobre las reliquias de la Virgen María, algo así como ser nombrado Caballero de la Orden de Malta.
Con la consoladora sensación de haber trazado un plan, aunque de dudosa eficacia, James utilizó la aldaba para anunciarse con unos fuertes golpes contra su base de latón. Después de hacerlo se encogió, al recordar que la casa estaba escorada de forma precaria a la derecha.
Al cabo de unos segundos, un eufórico Shawn abrió la puerta, con un whisky con hielo en una mano y una sonrisa deslumbrante en la cara.
—¡El invitado de honor ha llegado! —gritó en dirección al interior de la casa, de la que emanaba un delicioso aroma a carne asada. Un concierto de piano dé Beethoven sonaba como música de fondo. Sana y Jack se materializaron del fondo humeante iluminado por velas a cada lado de Shawn. Hubo un murmullo de voces, abrazos y palmaditas en la espalda, mientras conducían a James a la sala de estar. Un pequeño fuego chisporroteaba en la chimenea de piedra, detrás de una pantalla de tamaño apropiado.
—Caramba —dijo James, al tiempo que apoyaba la mano sobre su pecho como si se sintiera abrumado—. Había olvidado lo acogedora que era esta casa. Mi mayor cumplido es que supera a mi refugio junto al lago de Jersey.
—¡Bien, siéntate y disfruta en el día de tu cumpleaños! —dijo Shawn, mientras guiaba a James por el codo hacia una butaca con escabel situada al lado del fuego. La luz de la chimenea y de las velas consiguió que sus mejillas siempre coloradas parecieran casi amoratadas—. ¿Qué prefieres? Tenemos un estupendo Pétrus añejo que ha estado respirando durante varias horas, o tu favorito de siempre, whisky de malta.
—¡Caramba! —repitió James, sorprendido. Tal extravagancia provocó que se preocupara de inmediato por un posible descubrimiento relacionado con el osario—. ¡Pétrus! ¡Menuda celebración!
—¡Ya puedes apostar tu vida por ello! —confirmó Shawn—. ¿Qué te apetece?
—El Pétrus es un placer poco frecuente, y como no podré llevarme los restos de la cena, me encantaría tomar una copa.
—Ningún problema, viejo amigo —dijo Shawn, al tiempo que seguía a Sana hacia la cocina.
Calmado de repente después del maremoto de la bienvenida, James intercambió una mirada con Jack.
—Gracias por venir —dijo James en voz baja—. Aunque debo estar aquí para lanzar mi campaña, no estoy seguro de que me hubiera atrevido sin encontrarte tú presente.
—Estoy muy contento de haber venido —contestó Jack también en voz baja, aunque con la música que estaba sonando existían escasas posibilidades de que los oyeran desde la cocina—. Pero me siento en la obligación de advertirte que Shawn parece emperrado en publicar esta historia de la Virgen María. He intentado ayudarte tal como me pediste, pero cada vez me siento menos optimista de que rechace publicarlo, y por una razón bastante aterradora. Bien, dos razones aterradoras, una más que la otra.
—¿Cuáles son? —preguntó James, con un nudo en el estómago.
—Creo que está empezando a creer que existe un componente religioso implicado. Ha aludido varias veces a la posibilidad de que haya sido elegido por los poderes superiores para entregar al mundo lo que él considera la información más importante de la historia.
Los ojos de James se abrieron de par en par.
—¿Estás diciendo que empieza a creer que está actuando como una especie de mensajero del Señor? —James expulsó el aire a través de los labios entreabiertos. Para él, tal idea lindaba con la blasfemia, cuando no con la enfermedad mental. Lo había visto otras veces en ciertos fanáticos, pero nunca había considerado a Shawn un fanático. En cualquier caso, James no lo consideraba una señal positiva, ni siquiera saludable—. ¿Cuál es la otra razón?
—La que ya hemos mencionado antes, que considera todo este asunto su contribución definitiva a la arqueología, y cree firmemente que le granjeará la fama. Ese siempre ha sido su objetivo número uno, y hasta ahora se había resignado al hecho de que, como arqueólogo, había nacido cien años demasiado tarde para alcanzar dicha posición.
—Néctar de los dioses —anunció Shawn en voz alta, al tiempo que salía de la cocina con una copa de cristal casi llena de un clarete rojo rubí—. Su Eminencia —dijo con una reverencia, y entregó a james el vino.
—Qué galante —comentó James mientras cogía la copa. Después de levantarla en un brindis dedicado a sus dos amigos, dio vueltas a la copa, olió el aroma intenso del vino y lo probó—. Un verdadero néctar de los dioses —admitió.
En aquel momento, los tres hombres tomaron asiento en las puntas de un triángulo equilátero, con James y Shawn en lados opuestos de la chimenea, y Jack en el sofá, enfrente.
—¿Sana se reunirá con nosotros? —preguntó James.
—Creo que lo hará después de dar los últimos toques a la cena. O quizá lanzará un grito cuando todo esté preparado.
—James —dijo Jack—, me alegra verte de paisano. Me gustas más con téjanos, camisa y jersey, que con esos ropajes de príncipe del Renacimiento. Son demasiado amedrentadores.
—¡Toma ya! —espetó Shawn en señal de aprobación, mientras movía la copa como si hiciera un brindis.
—Si de mí dependiera, así me vestiría casi todos los días —respondió James, al tiempo que se reclinaba en su butaca y apoyaba los pies en el escabel, fingiendo que estaba relajado—. Informadme sobre el contenido del osario.
—Todo está saliendo a pedir de boca —dijo Shawn, mientras paseaba la vista entre sus invitados—. Aún no te lo he dicho, Jack, pero he conseguido desenrollar con grandes dificultades dos páginas del primer manuscrito del Evangelio de Simón, y es fantástico. Por desgracia, a este paso tardaré más de un mes en desentrañar los tres.
—¿En qué sentido es fantástico? —preguntó James, mientras examinaba sus cutículas como si no estuviera interesado en lo más mínimo.
Shawn se inclinó hacia delante, y la luz del fuego se reflejó en sus ojos.
—Es como ser transportado místicamente al siglo primero y convertirse en testigo de las dificultades de la Iglesia primitiva.
—Podrías hacerlo con mucha más eficacia si leyeras La Iglesia cristiana, de Henry Chadwick, y con bastante más seguridad en la precisión del material.
—Ni por asomo —replicó Shawn—. Me lo ha contado un hombre que vivió entonces y se consideraba implicado íntimamente.
—¿Cómo? ¿Intentando comprar los poderes que el Espíritu Santo había conferido a Pedro? —bromeó James.
—James, ya conozco tu opinión sobre el osario y su contenido —le reprendió Shawn con dulzura—, pero creo que deberías seguir escuchándome. No vas a conseguir que cambie de opinión burlándote de lo que hemos descubierto hasta el momento sin detenerte a escucharlo.
—Creo que mi papel consiste en conseguir que plantes los pies en el suelo —replicó James—. Yo diría que eres tú el que está decidido a sacar conclusiones precipitadas.
—Es posible que necesite una revisión de la realidad en algún momento, pero no antes de que comprendas lo que ya hemos averiguado y lo que averiguaremos gracias a los manuscritos y los huesos.
—Tienes razón —admitió James—. Escuchemos lo que, en teoría, has averiguado hasta el momento.
—El evangelio empieza con lo que yo llamaría un puntazo —dijo Shawn—. Simón se describe como Simón de Samaría, con el fin de que el lector lo distinga de otra figura relativamente contemporánea, Jesús de Nazaret.
Pese a que momentos antes se había resignado a ser educado mientras Shawn hablara, James estalló en carcajadas.
—¿Quieres decirme que Simón, en cierto sentido, en su evangelio, se pone al mismo nivel o más arriba que Jesús de Nazaret?
—En efecto —dijo Shawn—. Simón, con evidente respeto, concede a Jesús de Nazaret todo el mérito de ser el logos, la palabra, y de ser aquel que ha redimido el pecado, sobre todo el pecado original, pero también dice que él es la gnosis, el conocimiento, el gran poder, que ha venido para aportar el conocimiento de la verdad de una forma que desbanca a Jesús, del mismo modo que creía que Jesús había desbancado al Templo y las leyes de Moisés.
—¿Simón escribe que es divino? —preguntó James, con una sonrisa irónica y burlona de incredulidad en la cara.
—No en el mismo sentido que Jesús de Nazaret —continuó Shawn—. Tendré que dejarte echar un largo vistazo al texto, para que lo veas con tus propios ojos, cuando esté desenrollado por completo y protegido debajo de un cristal. Simón creía, como los demás gnósticos, que poseía una chispa divina, porque había sido bendecido con la gnosis, o conocimiento especial.
—Eso es el gnosticismo de los primeros cristianos —dijo James para informar a Jack.
—Por supuesto —afirmó Shawn, sonriente—. Por lo visto, Simón fue quizá el primer cristiano gnóstico, por eso Basílides estaba tan ansioso por interrogar a Saturnino acerca de su amo. Simón sigue diciendo que el violento dios judío que creó el mundo no era el mismo dios que el Padre de Jesús de Nazaret, quien es el verdadero Dios, el Dios perfecto que no tiene nada que ver con el mundo físico, imperfecto y peligroso.
—Por lo tanto, Simón era un platonista primitivo que renunciaba a sus raíces judías.
—Exacto —confirmó Shawn, sin dejar de sonreír—. Simón era más Pablo que Pedro. Algunos creen que tenía más en común con Pedro durante los primeros años de su vida, por lo que sabemos, porque creció en Samaría, mientras que Pedro lo hizo en la vecina Galilea. En cualquier caso, me parece todo fascinante, y solo he desenrollado dos páginas. Lo que me parece más fascinante es la idea de Simón de sumarse a la misión de Jesús de Nazaret, concediendo a Jesús el mérito de la redención de los pecados, mientras él, Simón, se dedicaba al tema del conocimiento. Lo que me pregunto es si Simón, en su evangelio, cuando lo haya desenrollado y traducido por completo, consigue redimirse de haber sido el chivo expiatorio conveniente durante milenios.
—Lo dudo con toda sinceridad —dijo James. Lo último que deseaba en aquel momento era que Simón el Mago se redimiera—. Su perfidia es canónica e inmutable, sobre todo por obra de algo que haya escrito él.
—Todo el mundo a cenar —anunció Sana, que salió de la cocina mientras bebía una copa de vino.
Los hombres se pusieron en pie, y mientras Shawn tiraba un par de troncos al fuego, James y Jack siguieron a Sana hasta la parte posterior de la casa, donde había una mesa dispuesta en una estructura anexa similar a un invernadero.
—Este desastre del osario va de mal en peor —murmuró James a Jack cuando estuvieron sentados, y tras asegurarse de que ni Shawn ni Sana podían oírlos.
Jack asintió, pero desde su punto de vista era justo lo contrario, aunque no se lo dijo a James, que estaba más nervioso ahora que cuando había llegado.
Pocos minutos después estaban todos sentados, y Shawn pidió a James que bendijera la mesa, a lo cual accedió complacido.
El ambiente era agradable, y tanto Jack como James comentaron que nadie habría podido decir que se encontraban en pleno West Village de Nueva York, tal era el silencio que reinaba. No se oía ni una sola sirena a lo lejos. Shawn había encendido un grupo de luces que iluminaban su encantador y sereno jardín japonés, bordeado por una tosca valla de cedro. La enormidad de Nueva York ni siquiera se insinuaba.
—¡Un brindis por nuestra anfitriona! —dijo Jack, al tiempo que levantaba la copa y cabeceaba en dirección a Sana, sentada en el extremo derecho de la mesa. Shawn ocupaba el extremo izquierdo, y James estaba enfrente. Delante de cada persona había un plato de carne asada con una salsa de color naranja y olor acre, cuscús con láminas de almendra y una alcachofa en salsa vinagreta.
—Vamos a comer lomo de cordero aderezado con especias indias —anunció Sana—. Por desgracia, el cordero ha estado marinando algo menos de dos horas, mientras que el tiempo mínimo debe ser de dos horas, pero he hecho lo que he podido después de introducir mis muestras en la incubadora para que se secaran durante la noche.
—Imagino que intentas obtener ADN de los huesos del osario —dijo James. Con la idea de que los huesos pudieran ser de la Virgen María, por mínima que fuera la posibilidad, la idea de aislar ADN inquietaba a James, sin saber bien por qué. Imaginaba que era un asunto privado de alguien a quien tenía en gran estima.
—Exacto —respondió Sana—. Pero lo hemos intentado a partir de un diente, no de un hueso.
—¿El proceso es largo? —preguntó James.
—Si tenemos suerte, no —contestó Sana—. Deberíamos tardar unos días, aunque podría prolongarse una semana. Prefiero ser cautelosa antes que precipitarme. Hay muchas posibilidades de que el ADN se contamine, cosa que intento evitar.
—¿Qué os dijo el antropólogo de los huesos? —inquirió James—. ¿Son humanos? ¿Son de mujer? ¿Hay más de una persona?
—Sí, sí y no —respondió Shawn—. Son humanos sin la menor duda, incuestionablemente de mujer, y solo hay un individuo.
—Y da la impresión de que este individuo dio a luz varias veces —añadió Jack—. De hecho, hasta más de cinco, y tal vez tuvo una docena de hijos.
James sintió que el pulso martilleaba en sus sienes y pensó que hacía demasiado calor, de modo que estuvo a punto de quitarse el jersey. Tomó un sorbo de vino para calmar su garganta repentinamente seca.
—¿Y la edad del individuo? —preguntó.
—Es difícil concretarlo, pero el antropólogo calculó más de cincuenta años, probablemente más de ochenta y dos.
—Entiendo —dijo James. Efectuó un veloz cálculo mental y se dio cuenta con otro sobresalto de que tal edad habría sido muy apropiada para la Virgen María, teniendo en cuenta que Jesús había nacido alrededor del año 4 a. C. y ella había muerto en 62 d. C. Habría contado unos ochenta y pico años.
James se dio cuenta de que su angustia se intensificaba. Aunque sabía que todo cuanto estaba oyendo era circunstancial, temía que tales pruebas contribuyeran a reforzar la opinión de Shawn, de forma que dificultaría mucho más su propio cometido. También le sugería que no podía esperar más. Tenía que defender su postura. De lo contrario, tendría que recurrir al plan B. El gran problema del plan B era que dicho plan B no existía, por supuesto.
Con un temblor en la mano que intentó disimular, James tomó un buen sorbo de vino, lo saboreó y comprobó que era celestial. Bebió poco a poco, gota a gota. Después, se sentó más tieso en la silla y empezó dando las gracias a la anfitriona.
—No recuerdo la última vez que cené mejor —dijo James a Sana—. La carne contiene los aromas y condimentos más exquisitos, y está preparada a la perfección. Brindo por usted, jovencita. —James levantó la copa, y Shawn y Jack lo imitaron. Después, se volvió hacia Shawn y volvió a levantar la copa—. Complemento perfecto de la cena ha sido este vino soberbio, que rezo para que no haya exigido hipotecar la casa.
Shawn osciló hacia delante y rió.
—Ha valido la pena hasta el último céntimo para celebrar tu cumpleaños, que cuando íbamos a la universidad siempre parecía llegar en el momento más oportuno como excusa para ir de parranda en lugar de estudiar, y en homenaje a nuestro osario favorito y la promesa que conlleva. ¡Salud!
Todo el mundo tomó un sorbo de aquel vino extraordinario.
—Pero ahora debo desviar la conversación hacia un tema más serio —dijo James, mirando sin pestañear a Shawn—. Me doy cuenta de que te sientes emocionado por el presunto contenido del osario, pero temo que debo rebajar tu entusiasmo en grado significativo, pues a la larga te darás cuenta, como ya te dije en la residencia, de que todo este asunto es una elaborada falsificación, impulsada al parecer por este misterioso Saturnino. Después de dedicar a este asunto considerable meditación y oraciones, cada vez estoy más seguro de que tal es el caso. No tengo ni idea de por qué este individuo hizo lo que hizo, pero tampoco quiero saberlo, porque es obra de Satanás. Tal vez albergaba algún resentimiento personal contra la Iglesia primitiva, lo más probable contra la justa condena de la Iglesia de la herejía gnóstica, que según tengo entendido esta carta apoya. Al mismo tiempo, quizá presintió el futuro papel de María como símbolo más importante de la espiritualidad y fe católicas, y el hecho de que un enorme número de católicos actuales consideren que rezarle constituye una ayuda extraordinaria a la hora de buscar la santidad personal. Los papas siempre han destacado la estrecha relación entre María y el reconocimiento absoluto de Jesús de Nazaret como Hijo de Dios. La Iglesia es el pueblo de Dios, y ella es el Cuerpo de Cristo. Para las mujeres, en general, es la gran redentora de los pecados de Eva. Aunque Eva dio la espalda a Dios, María aceptó Sus deseos sin vacilar, dio a luz a Su hijo en virginidad perpetua.
—¡¿Cómo es posible que tildes de fraude este asunto en una fase tan temprana de la investigación?! —gritó Shawn, después de dar un puñetazo sobre la mesa que hizo saltar platos y cubiertos.
—Por la fe, hijo mío —respondió James con tono autoritario, al tiempo que levantaba una mano como un policía que detuviera el tráfico—. Por el Espíritu Santo, que actúa en el conjunto de la Iglesia como sensus fidelium y en la jerarquía, sobre todo el Papa, por mediación del sagrado magisterio.
Shawn alzó las manos sobre la cabeza y miró a Jack mientras ponía los ojos en blanco.
—¿Puedes creer lo que dice este tipo? Ahora intenta utilizar latinajos para confundirme e impresionarme como forma de abrir una discusión. Hemos vuelto a la universidad otra vez. ¿Y sabes adónde quiere ir a parar con esto? A la discusión sobre la infalibilidad, la misma que sostuvimos en la universidad. ¡Algunas cosas nunca cambian!
Shawn volvió a centrar su atención en James, quien seguía con la mano levantada como un guardia de tráfico.
—¿Tengo razón, gordinflón? ¿No se trata de volver a nuestra vieja discusión sobre la infalibilidad del Papa cuando habla ex cátedra, lo cual significa que, debido a su cargo oficial de obispo de Roma y jefe de la Iglesia, es infalible en temas de fe o moral? ¿No es ahí adonde quieres que vaya a parar esta discusión?
—Déjame terminar mi razonamiento principal antes de irnos por las ramas —dijo James, mientras conservaba la calma con un gran esfuerzo debido a la impertinencia de Shawn—. La cuestión es esta: cualquier publicación sobre el contenido del osario y la Virgen María, Madre de la Iglesia, Madre de Dios, según el patriarca Cirilo de Alejandría y fundador de la mariología, y Mediatrix Extraordinaire, según Bernardo de Claraval, infligirá un daño irreparable a la Iglesia en esta lamentable era de escasa autoridad clerical, provocada por la crisis de los abusos sexuales a menores. Cientos de miles de personas vacilarán en su fe de manera irrazonable. El problema del celibato, que ya está siendo desafiado, se excerbará más todavía. El número de sacerdotes descenderá por debajo del punto crítico. Tengo diez parroquias bajo mi autoridad en la archidiócesis de Nueva York sin pastor. ¡En este momento, no cuento con suficientes sacerdotes!
—Ese no es mi problema —replicó Shawn—. Es culpa de la Iglesia. Debe salir de la Edad Media y dejar de verse acorralada por depender de ese problema de la infalibilidad, en lugar de afrontar los hechos. Es el caso de Galileo redivivo.
—Ese asunto no giraba en torno a la infalibilidad papal.
—Bien, no me engañes. Galileo fue juzgado por herejía porque su telescopio demostró que la teoría heliocéntrica de Copérnico era correcta, mientras el dogma de la Iglesia decía que la Tierra estaba en el centro.
—Era un problema de magisterio sagrado y sensus fidelium, pero no de infalibilidad papal —se emperró James.
—Como quieras —replicó Shawn—. Fue un desprecio imperdonable a la verdad y los hechos.
—Esa es tu opinión.
—¡Pues claro que es mi opinión!
—Episodios como el asunto de Galileo deben ser contemplados en el contexto de la época en que ocurrieron.
—No creo que la verdad y los hechos dependan de la época —interrumpió Shawn. Cada vez arrastraba más las palabras debido al whisky y al vino, pues ya había empezado a beber antes de que James y Jack llegaran—. Aparte de James, ¿hay alguien más aquí que crea algo semejante?
Shawn miró a Sana y a Jack, mientras oscilaba levemente, pero ninguno de los dos respondió. Ninguno quería tomar partido en una discusión que todavía no había terminado, porque si participaban quizá acabarían heridos los sentimientos de alguien.
—¿Quieres hacer el favor de dejarme terminar? —pidió James a Shawn.
Este extendió las manos con gran ampulosidad, y concedió a James rienda suelta para decir lo que le apeteciera.
—Publicar un artículo afirmando que los huesos del osario son de la Virgen María, cosa que contradiría la Munificentissimus Deus, la declaración infalible del papa Pío XII con relación a la Ascensión de María, no solo tendría un efecto devastador sobre la Iglesia, porque minaría tanto la reputación de la Virgen como la autoridad clerical, sino que creo que obraría un efecto idéntico en mi carrera. Cuando el asunto sea investigado, como sin duda lo será, pronto saldrá a la luz que mi intercesión ante la Comisión Pontificia para la Arqueología Sagrada te facilitó a ti, Shawn, acceso a la necrópolis, lo cual te permitió robar el osario, cosa que has hecho.
—Prefiero pensar que lo tomé prestado —dijo Shawn con una sonrisa sarcástica.
—En el caso de alguien aficionado a codearse con la verdad y los hechos, «robar» es una expresión mucho más acertada que «tomar prestado». Dentro de nada, la verdad y los hechos del asunto se concretarán en que el arzobispo de Nueva York posibilitó que el ladrón se llevara el osario sin el conocimiento de la Comisión Pontificia para la Arqueología Sagrada, ni de sus arqueólogos, y después coronó el robo sacando ilegalmente el objeto del Vaticano y de Italia, para luego transportarlo a Nueva York, donde fue violado sin conocimiento de su legítimo dueño. Cuando tal complicidad salga a la luz, le concedo una semana al Santo Padre para que me convoque a Roma y luego me traslade a algún monasterio, tal vez en las selvas de Perú o en los desiertos de Mongolia Exterior.
Una vez terminó James, el grupo guardó silencio, de modo que solo se oyó el ruido del gato de Shawn rascando en su lecho de arena higiénica. Nadie habló. Ni siquiera se intercambiaron miradas. Una incómoda sensación de traición pendía en el aire como un miasma.
De repente, Sana empujó hacia atrás su silla y se levantó.
—Idos a la sala de estar, donde os serviré el postre. Shawn, tú ocúpate del coñac.
Sana llevó su plato y el de James a la cocina, mientras los hombres se levantaban. De todos modos, ninguno habló. Todos llevaron sus platos y cubiertos a la cocina.
—Será más fácil si os vais a la sala de estar, como yo he sugerido —insistió Sana, mientras los hombres se liberaban de su carga. Intentaron en vano depositarla en el fregadero, y solo consiguieron tropezar entre ellos.
—¿Quién quiere coñac, y quién sigue con vino? —preguntó risueño Shawn. Asió la segunda botella casi llena de Pétrus y se encaminó hacia la sala de estar haciendo eses—. Si queréis vino, traed vuestra copa —añadió, mientras se apoderaba de la suya.
En la sala de estar, volvieron a ocupar sus asientos anteriores. Antes de acomodarse, Shawn dejó la botella de vino y la copa sobre la mesita auxiliar, y después añadió varios troncos más a las brasas relucientes, ya casi apagadas. Después, sirvió a James el coñac que había pedido, llenó la copa de Jack y, finalmente, la de él.
—Qué placer —dijo Shawn, después de sentarse por fin.
Clavó la vista en el fuego chisporroteante. Estaba satisfecho, aunque sabía que le tocaba mover ficha y contestar a los comentarios de James. Gracias a que Jack le había avisado anoche en su despacho, Shawn había reflexionado sobre el problema y decidido que el asunto del osario era demasiado importante para posponerlo, aunque existiera la remota posibilidad de que la Iglesia fuera lo bastante estúpida como para dispararse en el pie, castigando a uno de sus miembros mejores y más brillantes por algo que no era culpa de él. Shawn había decidido no permitir que James le persuadiera con sus súplicas.
—James —dijo Shawn, al tiempo que tomaba un pequeño sorbo de vino—, ¿de veras crees que el Papa te castigaría por algo que de lo que no eres culpable? Yo asumo toda la responsabilidad de lo que he hecho y de lo que haré.
—Creo que existe una clara posibilidad de que me castiguen.
—Ah —suspiró Shawn, satisfecho de oír que el supuesto castigo de Shawn había pasado en cinco minutos de ser un hecho incontrovertible a una posibilidad, un veloz cambio de probabilidades—. Creo que la Iglesia toma extrañas decisiones, como no permitir el uso del condón en el África subsahariana para impedir muertes masivas y sufrimientos a causa del sida, pero no creo que sea tan estúpida como para dar por terminada tu carrera debido a mis transgresiones.
—Creo que conozco el funcionamiento interno de la Iglesia mejor que tú.
—Es posible, pero esa es mi opinión. Lo más significativo es que no vas convencerme con súplicas de que abandone un proyecto que considero de una importancia capital. Desde mi punto de vista, presentar un desafío a la infalibilidad papal es algo positivo, no negativo, sobre todo porque su infalibilidad invade la parcela de la moralidad. Dejando aparte la intervención mística del Espíritu Santo, se me antoja demencial permitir que un célibe declarado dicte la moral en relación con el sexo y el matrimonio, y encima se declare infalible. Es contrario a la intuición y el conocimiento humanos, y además, si piensas en el sensus fidelium, que tú has sacado a colación, la Iglesia, por mediación del Papa, y los laicos católicos se han enfrentado a cuenta del sexo durante años, incuso durante varias generaciones.
—Supongo que tú serías un mejor árbitro de costumbres sexuales —comentó James con desdén. Sabía que su viejo amigo estaba ebrio.
—Sería más popular que los árbitros actuales —dijo Shawn—. ¿Por qué la Iglesia católica, sobre todo la Iglesia católica norteamericana, está tan obsesionada con el sexo?
—Desde los tiempos primitivos, la Iglesia cristiana siempre ha considerado que el matrimonio y el sexo impiden una verdadera unión con Jesucristo, por eso se exige el celibato a los sacerdotes. El sacrificio me ha acercado mucho más a Dios, sin la menor duda.
—Me alegro de que opines así, pero no me sorprende porque estás loco. Al fin y al cabo, tenías a Virginia Sorenson en el bolsillo y la dejaste escapar. ¿Te la follaste o no?
—Era muy atractiva —intervino Jack, también consciente del estado de ebriedad de Shawn—. Y una persona inteligente y encantadora, además.
—Nunca has confesado todo acerca de Virginia —continuó Shawn, arrastrando cada vez más las palabras—. ¿Te la cepillaste el fin de semana que volvió a casa, James? Aquí tienes la oportunidad de informar por fin a tus amigos. Al fin y al cabo, te dimos ánimos y desaparecimos para que gozaras de espacio y privacidad.
—Rehúso a dejarme arrastrar a una conversación que pueda ser irrespetuosa con Virginia —dijo James con determinación—. Volvamos a nuestra discusión. ¿Cómo es posible que hayamos empezado hablando de la infalibilidad papal y nos hayamos quedado empantanados en el sexo?
—Porque están relacionados —contestó Shawn, al tiempo que miraba a Jack, cuyo silencio se le antojaba extraño.
—¿Cómo pueden estar relacionados? —preguntó James—. En los tiempos modernos, el poder de la infalibilidad papal ha sido utilizado solo en dos ocasiones, y ninguna giraba en torno a la moral o el sexo. De hecho, por una ironía, las dos veces que ha sido utilizado, primero en 1854 y después en 1950, ha girado en torno a dogmas relacionados con la Virgen María. En 1854, el papa Pío IX proclamó el dogma ex cáthedra de la Inmaculada Concepción, el cual, al contrario de lo que mucha gente cree, no gira en torno a la concepción de Jesucristo, hijo de María, sino de la propia María, que, al igual que su hijo, estaba libre del pecado original. Por supuesto, la segunda vez fue la Munificentissimus Deus de Pío XII, como ya he mencionado, relativa a la ascensión de María en cuerpo y alma a los cielos. ¿Dónde demonios ves el sexo?
—No son esos dos episodios de infalibilidad los que han causado el actual problema. A lo largo de los siglos, la mayoría de los papas han afirmado que el sexo es malo. Supongo que el papa Gregorio Magno fue el peor, pues dijo que todo deseo sexual era pecaminoso en sí y per se. Ahora, debido a la declaración moderna de infalibilidad papal, estas viejas creencias han recibido nueva legitimidad, al menos desde la perspectiva del Papa. Un papa moderno no puede invalidar a un papa anterior sin minar su legitimidad. Y en la parcela de las actitudes hacia el sexo, se trata de un problema concreto, porque una buena parte de los seglares albergan una visión mucho más moderna del sexo, no como pecado, sino como prueba de la divinidad. El sacramento del matrimonio, siempre que exista una unión sexual amorosa, es ahora más sagrado a los ojos de mucha gente. Y lejos de ser malo, es tanto una afirmación como un don de Dios. Creo que la Iglesia debe abjurar de su antigua reacción beata contra el sexo como pecado, y afirmar en su lugar que el placer es divino y que la sensualidad compartida es algo deseable. Es lógico. ¿Por qué un Dios todopoderoso crearía el placer del sexo, para después insistir en que sus hijos no lo utilizaran?
—Creo que estás justificando una teología muy interesada.
—Es posible —admitió Shawn—, pero te diré una cosa: como individuo, para mí es más lógica que la postura de la Iglesia, y sería mejor que la Iglesia reconociera que la mayoría de sus ovejas están de acuerdo conmigo.
—Temo que no puedo aceptar esa conclusión.
—Allá tú, y tu Iglesia. Un buen ejemplo es el problema del celibato. Al convertir el celibato en una decisión individual antes que de la Iglesia, resolveríais el problema de la pederastía y de la escasez de sacerdotes. Convertidlo en una decisión personal, para que puedan coexistir curas locos como tú y curas normales, que se encontrarán en mucha mejor situación para informar a su rebaño sobre el matrimonio y la paternidad, los temas centrales de la vida de casi todo el mundo.
—¡Shawn! —exclamó James—. Estás borracho, o casi, de modo que no pienso ofenderme, me llames lo que sea y digas lo que digas. Pero deja que te hable con claridad: si publicas algo acerca de que los huesos de la Virgen María se encuentran en el osario que has robado del Vaticano, no solo me harás daño a mí, tu amigo, sino a cientos de miles de personas, sobre todo pobres, como las del interior de Sudamérica, cuya posesión más querida es la fe, centrada a menudo en la Virgen María, a quien toman como modelo absoluto de fe y espiritualidad. No hagas esto, Shawn, sobre todo porque se basa en objetivos personales vanos.
—¡Objetivos vanos! —gritó Shawn—. ¿Crees que eres el único que tiene una misión? Bien, que te den por el culo. Este osario cayó en mis manos como por arte de magia. ¿Y si el propio Señor ha intervenido, sabiendo que alguien como yo se daría cuenta al instante del poder de su verdad, y podría utilizarlo de forma constructiva?
—Tú no sabes lo que es la verdad —replicó James—. ¡Esa no es la cuestión!
—Por eso estoy investigando —dijo Shawn—. Cuando termine con los manuscritos…
—¿En qué idioma están escritos?
—En arameo —soltó Shawn.
El corazón le dio un vuelco a James. Había confiado en que los rollos de Simón estuvieran en un idioma impropiado, porque eso le ayudaría a desacreditarlos, pero el arameo tenía que ser la lengua materna de Simón.
—Cuando termine con los manuscritos y Sana termine con su trabajo…
—¿Cómo va a ayudarte el trabajo de Sana a afirmar o negar la autenticidad de los huesos? —interrumpió James, irritado.
—No tengo ni idea —dijo Shawn—. No entiendo muy bien lo que hace, pero es indicativo de nuestro deseo de estudiar el contenido del osario hasta el límite de nuestras posibilidades.
—¿A pesar de las personas a las que podáis perjudicar de paso?
—Yo lo veo más bien en términos de a quién podrán ayudar, incluida la propia Iglesia.
—¿De veras crees que es posible que Jesucristo te haya elegido para guiar a la Iglesia? ¿Estás diciéndome eso?
Shawn extendió las manos como aceptando la responsabilidad.
—Es posible —dijo, pero se oyó «osible», pues fue incapaz de pronunciar la «p».
James dejó caer la cabeza hasta que la barbilla se apoyó en su pecho.
—Esto es peor de lo que había imaginado.
—¿Por qué? —preguntó Shawn. No estaba tan borracho como para no percibir un verdadero cambio en el comportamiento de su amigo.
—Empiezo a temer por tu alma inmortal —dijo James—. O eso, o por tu salud mental.
—Oye, no te pases —advirtió Shawn—. Me encuentro bien. Perfectamente bien. Nunca me he sentido mejor. Este osario y su contenido constituyen el caso más fascinante de mi carrera.
Sana reapareció de repente de la cocina con una tarta de chocolate cubierta de velas, mientras cantaba «Cumpleaños Feliz». Shawn y Jack la corearon, mientras Sana dejaba la tarta en la mesita auxiliar contigua a la silla de James. Cuando terminaron la canción, todos aplaudieron.
James se deslizó adelante en su silla, lo cual provocó que el color casi amoratado de sus mejillas se intensificara. Tomó una gran bocanada de aire y sopló todas las velas de una sola vez entre aplausos.
Como de costumbre, no dijo en voz alta cuál era su deseo, si es que albergaba alguno. Pero en tal caso, Jack se había hecho una idea bastante aproximada de cuál era.