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Convencieron a Rolo y a Gajowan de que se quedaran en el club como jugadores suplentes y útiles, y ocuparon sus antiguas posiciones en un partido contra los Inventores de Wigtown, dos semanas antes del encuentro cumbre con los Gorgonas. Los Inventores, un equipo de buena fama, perdieron un reñido rescate antes de descubrir la débil banda izquierda. Empezaron a lanzar ataques de tanteo contra la zona vulnerable y llegaron varias veces a la línea de fondo, para caer ante los ágiles y macizos defensas tanchinaros. Durante casi diez minutos, los Tanchinaros defendieron su terreno como si carecieran de fuerza ofensiva, mientras lord Gensifer observaba desde su palco y murmuraba de vez en cuando un comentario a sus amigos.

Los Tanchinaros ganaron finalmente, no sin esfuerzo, gracias a los tres tantos consecutivos habituales. De momento, nadie había cerrado su mano sobre la anilla de Duissane.

El fondo de los Tanchinaros sobrepasaba con creces los diez mil ozols. Los jugadores especulaban con la posibilidad de hacerse ricos. Se les presentaban varias opciones. Podían considerarse un equipo de dos mil ozols y jugar con otros de la misma categoría. En este caso, sería difícil, por no decir imposible, confeccionar un calendario. Podían catalogarse como un equipo de cinco mil ozols y jugar en esa categoría, sin arriesgar demasiado y ganando cantidades moderadas. O podían contarse entre los equipos de primera categoría y jugar partidos de diez mil ozols, a fin de conseguir tanto la riqueza como esa inefable cualidad conocida como isthoune. Si el isthoun[24] alcanzaba suficiente intensidad, podían declararse un equipo capacitado para competir en el campeonato y apuntarse para probar fortuna contra cualquier equipo de Trullion o de otro lugar, por un botín que estuviera dentro de sus posibilidades.

El día del encuentro decisivo se inició con una tormenta. Rayos de color lavanda brotaban de nube en nube y, de vez en cuando, caían sobre las colinas, sacudiendo algún antiguo mena con un estremecimiento eléctrico incandescente. A mediodía, la tormenta se ciñó sobre las colinas y se estancó allí, murmurando y gruñendo.

Los primeros en salir al campo fueron los Tanchinaros, que se presentaron a una ansiosa multitud de dieciséis mil personas.

—¡Los dinámicos e inexorables Tanchinaros del Club de Hussade de Saurkash, vistiendo su acostumbrado uniforme plateado, azul y negro, que juran defender para siempre el honor de su preciosa y distinguida sheirl Duissane! El equipo se compone de su capitán, Denzel Warhound, los delanteros Tyran Lucho y Glinnes Hulden, los laterales Yalden Wirp y Ervil Savat, los defensas… —Se siguió hasta concluir la lista—. Y ahora aparece en el campo, con sus llamativos uniformes marrones y negros, el nuevo y combativo conjunto de los Gorgonas, bajo el sabio liderazgo de su capitán Thammas, lord Gensifer, que protege el encanto indescriptible de su sheirl Arelma, Delanteros…

Tal como Glinnes había supuesto, lord Gensifer sacó al campo a un equipo totalmente diferente de aquél al que los Tanchinaros habían derrotado con anterioridad. Los actuales Gorgonas aparentaban capacidad y resolución; resultaba claro que habían paladeado las mieles de la victoria. Glinnes reconoció a un solo hombre del equipo anterior: lord Gensifer, el capitán. Su propósito era transparente, y consistía en ganar diez mil ozols con la mayor rapidez posible. La ética deportiva del hussade era indefinida y azarosa; el partido dependía sobre todo de fintas, trucos, intimidaciones y todo tipo de artimañas. Por lo tanto, la estrategia de lord Gensifer no perjudicaba ni beneficiaba en nada a su buen nombre, puesto que se aplicaba a un deporte en que algunas sutilezas se pasaban por alto.

La orquesta atacó una pieza —la tradicional Prodigios de gracia y gloria—, mientras las sheirls eran escoltadas hacia sus pedestales. La sheirl gorgona, Arelma, una solemne muchacha de cabello oscuro, no daba muestras excesivas de ese impulso cálido y alentador conocido como emblanza. Lord Gensifer, según observó Glinnes, parecía tranquilo y relajado. Perdió un poco el aplomo al darse cuenta de los cambios de lateral y libre; después, se encogió de hombros y sonrió para sí.

Los equipos tomaron posiciones. Sonó un tema apoyado por instrumentos de viento, tambores y flautas, el conmovedor Las sheirls esperan suavemente la gloria.

Los capitanes se reunieron en el puente central con el arbitro. Denzel Warhound aprovechó la ocasión para lanzar un comentario.

—Lord Gensifer, su equipo está lleno de caras nuevas. ¿Son todos de aquí?

—Todos somos ciudadanos de Alastor. Los cinco trillones somos de aquí —dijo lord Gensifer, ampulosamente—. ¿Qué me dices de tu equipo? ¿Viven todos en Saurkash?

—En Saurkash o en los alrededores.

El arbitro lanzó al aire la vara. A los Gorgonas les correspondió la luz verde y se inició el partido. Lord Gensifer gritó instrucciones y los Gorgonas, resueltos, anhelantes y seguros, avanzaron. Los Tanchinaros percibieron al instante que se enfrentaban a un equipo de gran calidad.

Los Gorgonas amagaron hacia el ala derecha de los Tanchinaros, para luego descargar un brutal ataque contra la izquierda. Las robustas formas marrones y negras, con las máscaras que expresaban un júbilo estúpido, cargaron contra las negras y plateadas. El ala izquierda tanchinaro cedió lo suficiente como para rodear a un grupo de Gorgonas y acorralarles contra el foso. La luz cambió a rojo. Warhound intentó tender una trampa a un par de Gorgonas adelantados, pero los libres gorgonas se lanzaron hacia adelante y practicaron una vía de escape. Las formaciones, en constante fluctuación, empujaban y tiraban, midiendo sus fuerzas. Pasados diez minutos de juego indeciso, lord Gensifer se alejó de su hange sin tomar las debida precauciones. Glinnes saltó el foso, se enfrentó a lord Gensifer y le arrojó al depósito.

El capitán de los Gorgonas surgió del agua mojado y furioso, y reaccionó tal como Glinnes esperaba; sus instrucciones vehementes desconcertaron a su equipo. Los Tanchinaros efectuaron una embestida por el centro de sencillez clásica. Ervil Savat saltó al pedestal y aferró la anilla de Arelma. Los rasgos aristocráticos de la joven expresaron un total disgusto; resultaba patente que no esperaba tal invasión de su ciudadela.

Lord Gensifer pagó sin pestañear cinco mil ozols, y el arbitro ordenó un descanso de cinco minutos.

Los Tanchinaros aprovecharon para deliberar.

—Tammi está pálido de furia —dijo Lucho—. No se le había ocurrido que pudiera pasar esto.

—Echémosle de nuevo al depósito —sugirió Warhound.

—Ésa es mi idea, ni más ni menos. El equipo es bueno, pero podemos vencerles por mediación de Tammi.

—¡Pero cuidado! —advirtió Glinnes—. ¡Que no adivinen lo que tramamos! Hay que tirar al depósito a Tammi por todos los medios, pero como si fuera por casualidad.

El juego se reanudó. Lord Gensifer avanzó, estremecido de cólera, y los Gorgonas parecieron contagiarse de su furia. El juego se desarrolló a lo largo y ancho del campo, rápido y fluido. Durante el período de luz roja, Warhound lanzó a su flanco izquierdo, que se desvió de repente hacia lord Gensifer. Éste retrocedió a toda prisa en busca de la protección de su hange, aunque en vano. Fue interceptado y arrojado al depósito. Un camino despejado se abrió por un instante ante los delanteros tanchinaros, y Warhound les ordenó cargar en tropel. Lord Gensifer se encaramó a la escalerilla con ojos enloquecidos, justo a tiempo de pagar un segundo rescate. Sus diez mil ozols se habían esfumado.

Los Gorgonas deliberaron con aire pensativo. Warhound pidió al arbitro que se acercara.

—¿Cómo se llama normalmente ese equipo?

—¿No lo sabe? Son los Estiletes del planeta Rufous, que se hallan en una gira de exhibición. Están batiendo a un buen equipo. Ya han derrotado a los Escorpiones de Puerto Ángel y a los Infieles de Jonus…, con su propio capitán, no hace falta decirlo.

—Bien, démosles un buen baño a todos —dijo Lucho con generosidad— para que aprendan un poco de humildad. ¿Por qué martirizar tan sólo al pobre Tammi?

—¡Bravo! ¡Les enviaremos de vuelta a Rufous limpios y aseados!

Luz roja. Los Tanchinaros saltaron el foso y encontraron a los Gorgonas en la formación Reducto Infranqueable. Con dos tantos de ventaja, los defensas tanchinaros estaban en condiciones de jugar con más relajación de la acostumbrada. Avanzaron hacia el foso y lo cruzaron, acción que demostraba un desprecio casi insultante hacia la capacidad ofensiva del enemigo. Hubo una súbita ráfaga de actividad y confusión: Gorgonas y Tanchinaros cayeron al depósito. Marrones y negros se enfrentaron contra plateados, azules y negros en los caminos; colmillos metálicos relumbraron en negras sonrisas truculentas. Las figuras oscilaban y se desplomaban; los capitanes emitían gritos roncos, casi enmudecidos por los rugidos de la muchedumbre y la música estridente. Arelma se erguía con las manos unidas sobre el pecho. Su indiferencia se había desvanecido; daba la impresión de que lloraba y gimoteaba, aunque su voz no podía oírse a causa del alboroto. Los defensas tanchinaros se abalanzaron sobre las filas de los Gorgonas, y Warhound, haciendo caso omiso del hange, se abrió paso como una centella y asió la anilla dorada.

El vestido blanco cayó a sus pies. Arelma quedó desnuda, mientras una música apasionada celebraba la derrota de los Gorgonas y la tragedia de la sheirl humillada. Lord Gensifer la cubrió con una túnica y se la llevó del campo, seguido por los desmoralizados Gorgonas. Los exultantes Tanchinaros cargaron a hombros a Duissane y la transportaron hacia el pedestal de los Tanchinaros, en tanto la orquesta interpretaba el tradicional Glorificaciones centelleantes. Vencida por la emoción.

Duissane alzó los brazos y lanzó un grito de alegría. Riendo y llorando, besó a los Tanchinaros, hasta encontrarse con Glinnes. En ese momento, retrocedió unos pasos y salió del campo.

Los Tanchinaros se reunieron a continuación en la Tenca Mágica, para recibir los parabienes de sus admiradores.

—¡Jamás existió un equipo con tal decisión, fuerza y astucia!

—¡Los Tanchinaros harán famosa Saurkash! ¡Pensad en ello!

—¿Y qué hará lord Gensifer ahora con sus Gorgonas?

—Quizá enfrente a los Tanchinaros con los Selectos de Solelamut o con los Falifónicos de la Estrella Verde.

—Apostaré mis ozols por los Tanchinaros.

—¡Tanchinaros! —gritó Perinda—. Vengo del teléfono. Nos espera un partido por valor de quince mil ozols dentro de dos semanas…, si queremos.

—¡Claro que queremos! ¿Contra quién?

—Contra los Karpunos de Vetrice.

La glorieta se quedó en silencio. Los Karpunos tenían fama de ser uno de los cinco mejores conjuntos de Trullion.

—No saben nada de los Tanchinaros —dijo Perinda—, excepto que hemos ganado unos cuantos partidos. Creo que confían en ganar con toda facilidad los quince mil ozols.

—¡Animales avariciosos!

—Somos tan avariciosos como ellos… Tal vez más.

—Jugaríamos en Welgen —prosiguió Perinda—. Además del premio…, en caso de que ganemos nos llevaríamos una quinta parte de la taquilla. Podríamos llegar a dividirnos una cantidad cercana a los cuarenta mil ozols casi tres mil por cabeza.

—¡No está nada mal por una tarde de trabajo!

—Sólo en caso de que ganemos.

—Por tres mil ozols jugaré solo y ganaré.

—Los Karpunos —explicó Perinda— forman un equipo absolutamente capacitado. Han ganado veintiocho partidos consecutivos y su sheirl jamás ha sido tocada. Por lo que respecta a los Tanchinaros…, yo diría que nadie sabe lo buenos que somos. Los Gorgonas han demostrado ser hoy un equipo excelente, malogrado por un capitán indeciso. Los Karpunos son tan buenos o mejores, y cabe la posibilidad de que perdamos nuestro dinero. De modo que…, ¿cuál es la decisión? ¿Jugaremos contra ellos?

—Por la oportunidad de ganar tres mil ozols jugaría contra un equipo de auténticos karpunos[25].