13

La transición de los Tanchinaros de «diez defensas y un viejo gordo» a un equipo compensado y dúctil no se llevó a cabo sin enfados. El irascible Nilo Neronavy se negó a reconocer las capacidades superiores de Denzel Warhound. Cuando se demostró lo contrario, salió como un rayo del campo, acompañado de los delanteros desplazados y de la sheirl, su sobrina. Una hora después, en la glorieta de la Tenca Mágica, Neronavy y su grupo se constituyeron en el núcleo de un nuevo equipo, que sería conocido como los Asesinos de Peces de Saurkash, y llegaron a desafiar a lord Gensifer, que acertó a pasar por allí, a un partido con sus Gorgonas. El desafiado aceptó considerar el ofrecimiento.

Los Tanchinaros, conscientes súbitamente de sus potencialidades, se entrenaron con todo cuidado: desarrollaron precisión, coordinación y un repertorio de jugadas básicas. Sus primeros oponentes serían los Indemnizadores de Galgade, de los Marjales Orientales. Los Indemnizadores no jugarían por más de mil quinientos ozols, cantidad que, de todas formas, coincidía con los fondos de la tesorería tanchinara. ¿Y quién iba a ser su sheirl? Perinda, el representante del club, presentó a varias candidatas sin lustre, que el equipo consideró inadecuadas.

—Somos un equipo de clase A —declaró Denzel Warhound—. Hasta puede que mejor…, así que queremos una sheirl de clase A. No nos conformaremos con cualquier cosa de segunda mano.

—Tengo una chica en mente —dijo Perinda—. Es absolutamente de primera, sashei, bella, entusiasta, excepto en dos detalles sin importancia.

—¿De veras? ¿Es madre de nueve niños?

—No, estoy seguro de que es virgen. Después de todo, es trevanyi, uno de los pequeños defectos que he mencionado.

—Ajá —dijo Glinnes—. ¿Y los demás defectos?

—Bien… Parece algo emocional. Su lengua posee vida propia. Con todo, es una persona muy fogosa…, una sheirl ideal.

—¡Ajá! Y su nombre… debe de ser Duissane Drosset ¿no?

—Exacto. ¿Alguna objeción?

Glinnes se humedeció los labios en un intento de definir su actitud precisa hacia Duissane Drosset. Nada que decir sobre su verbo y sashei… Sin duda proporcionaría ímpetu al equipo.

—Ninguna objeción —dijo.

Si a Duissane le desconcertó encontrar a Glinnes en el equipo, no lo demostró. Se dirigió sola al campo de entrenamiento, una conducta muy independiente para una chica trevanyi. Llevaba una capa de color pardo oscuro, que el viento del sur apretaba contra su menuda figura, y parecía muy ingenua, casi inocente. No habló mucho, pero observó los ejercicios de los Tanchinaros con atención y aparente inteligencia, y el equipo reaccionó con un notable incremento de energía.

Duissane acompañó al equipo a la glorieta de la Tenca Mágica, donde solían tomar un refresco después de los entrenamientos. Perinda parecía distraído, y cuando presentó a Duissane formalmente la describió de forma significativa como «una de nuestras candidatas».

—En lo que a mí respecta —gritó Savat—, es nuestra sheirl. No hablemos más de «candidatas».

Perinda carraspeó.

—Sí. sí, por supuesto, pero se han suscitado una o dos cuestiones, y elegimos tradicionalmente a nuestra sheirl tras discutirlo a fondo.

—¿Qué queda por discutir? —preguntó el defensa Etzing—. ¿Estás dispuesta a servirnos con lealtad como nuestra sheirl, y aceptar lo malo y lo bueno, lo bueno y lo malo? —preguntó a Duissane.

La mirada luminosa de Duissane, que vagaba por el grupo, pareció detenerse un instante en Glinnes.

—Sí. desde luego —respondió.

—¡Estupendo! —gritó Etzing—. ¿La proclamamos?

—¡Un momento, sólo un momento! —dijo Perinda, algo ruborizado—. Como ya he dicho, hay un par de detalles sin importancia que quedan por discutir.

—¿Como cuáles? —preguntó a voz en grito Etzing—. ¡Oigámoslos!

Perinda hinchó los carrillos; tenía las mejillas coloradas de turbación.

—Ya discutiremos el asunto en otra ocasión.

—¿Cuáles son esos pequeños detalles? —preguntó Duissane—. Discutámoslos ahora, por el bien de todos. Quizá pueda aclarar puntos oscuros. Continúe —insistió, observando que Perinda vacilaba—. Si se han hecho acusaciones, quiero escucharlas.

Como antes, dio la impresión de que su mirada se detenía en Glinnes durante un largo instante.

—«Acusaciones» es una palabra muy fuerte —tartamudeó Perinda—. Sólo insinuaciones y rumores acerca de… Bien, acerca de su virginidad. Hay dudas acerca de ese requisito, pese a que usted es trevanyi.

—¿Cómo es posible que alguien se atreva a decir eso de mí? —preguntó Duissane, echando chispas por los ojos—. ¡Es injusto y rastrero! Por fortuna, sé quién es mi enemigo, y jamás olvidaré su animadversión.

—¡No, no! —gritó Perinda—. No revelaré la fuente de los rumores. Lo que pasa es que…

—¡Esperen aquí! —les dijo Duissane—. No se vayan hasta que yo regrese. Ya que se me humilla y desmiente, permítanme al menos presentar pruebas a mi favor.

Abandonó furiosa la glorieta, casi tropezando con lord Gensifer y uno de sus camaradas, lord Alandrix, que entraban en el emparrado.

—¡Estrellas! —exclamó lord Gensifer—. ¿Quién será, y con quién estará tan enfadada?

—Mi señor, es la candidata a sheirl de los Tanchinaros —explicó Perinda con voz obsequiosa.

Lord Gensifer rió, muy satisfecho.

—Al escapar del compromiso ha hecho lo más inteligente de su vida. A decir verdad, es una criaturita deliciosa. No me importaría tirar de su anilla en persona.

—Una oportunidad que, casi con absoluta certeza, no estará al alcance de su mano —dijo Glinnes.

—¡No estés tan seguro! Los Gorgonas es un equipo diferente, ahora que se han producido cambios.

—Imagino que logrará jugar contra nosotros, siempre que el botín sea lo bastante elevado.

—Por supuesto. ¿Qué cantidad te parece adecuada?

—Tres mil, cinco mil, diez mil ozols… Lo que usted quiera.

—Bah. Los Tanchinaros no pueden conseguir dos mil ozols, de modo que diez mil es impensable.

—Igualaremos cualquier suma que propongan los Gorgonas.

—Tal vez saquemos algo en claro de todo esto —asintió lord Gensifer—. ¿Has dicho diez mil ozols?

—¿Por qué no? —Glinnes paseó la mirada por la glorieta.

Todos los tanchinaros presentes sabían tan bien como él que la tesorería ascendía a tres mil ozols como máximo, pero sólo Perinda traicionó su inquietud.

—Muy bien —dijo lord Gensifer con decisión—. Los Gorgonas aceptan el reto, y a su debido tiempo se llevarán a cabo los trámites necesarios.

Se volvió para marcharse, justo cuando Duissane entraba de nuevo en la glorieta. Sus rizos rojo dorados se veían algo desarreglados; el brillo de sus ojos denotaba por igual triunfo y rabia. Miró a Glinnes y arrojó un documento a Perinda.

—¡Ahí lo tiene! He de sufrir inconvenientes sólo para silenciar lenguas malévolas de víboras. ¡Lea! ¿Está satisfecho?

Perinda examinó el documento.

—Parece ser un documento acreditando la pureza de Duissane Drosset, y el certificador no es otro que el doctor Niameth. Bien, demos por zanjada esta desagradable cuestión.

—No tan de prisa —intervino Glinnes—. ¿Cuál es la fecha del documento?

—¡Es usted un ser despreciable! —estalló Duissane—. ¡El documento lleva fecha de hoy!

—El doctor Niameth no ha hecho constar la hora y el minuto precisos de su examen —observó Perinda con sequedad—, pero yo diría que eso sería llevar la exactitud muy lejos.

—Mi querida joven —habló lord Gensifer— ¿no crees que te iría mejor con los Gorgonas? Somos un equipo educado, todo lo contrario de estos groseros tanchinaros.

—La educación no sirve para ganar partidos de hussade —dijo Perinda—. Si quiere que la dejen desnuda en el primer partido, váyase con los Gorgonas.

Duissane dirigió a lord Gensifer una mirada apreciativa. Negó con la cabeza, medio a regañadientes.

—Sólo tengo permiso para los Tanchinaros. Tendría que solicitarlo a mi padre.

Lord Gensifer elevó los ojos hacia el techo, como implorando a alguna deidad que fuera testigo de las desvergonzadas peticiones que le infligían. Hizo una breve reverencia.

—Preséntale mis respetos.

Salió del emparrado tras dedicar otro saludo a los Tanchinaros.

—Tus bravatas me han gustado —dijo Perinda a Glinnes—, pero ¿de dónde sacaremos diez mil ozols?

—¿De dónde sacará lord Gensifer diez mil ozols? Intentó que yo le prestara dinero. ¡Quién sabe lo que sucederá de aquí a uno o dos meses! Es posible que diez mil ozols nos parezcan una cantidad ridícula.

—Quién sabe, quién sabe —murmuró Perinda—. Bien, volvamos a Duissane Drosset. ¿Es o no nuestra sheirl?

Nadie protestó. Quizá, puesto que Duissane les miró de uno a uno, nadie se atrevió. Y se aceptó la propuesta.

El partido contra los Indemnizadores de Galgade se solventó con una facilidad casi embarazosa. La efectividad de sus tácticas sorprendió a los propios Tanchinaros. O eran seis veces más potentes de lo que habían pensado, o los Indemnizadores eran el equipo más débil de la Prefectura de Jolany. Los Tanchinaros recorrieron hasta tres veces el largo del campo con formaciones ágiles y decisivas; los Indemnizadores siempre tenían la impresión de luchar con dos Tanchinaros por cada uno de ellos. Su sheirl no ganaba para sustos, mientras que Duissane se erguía fría y serena, aunque algo rígida. El vestido blanco intensificaba su delicado atractivo. Los Indemnizadores, abatidos y derrotados abrumadoramente, pagaron tres rescates y abandonaron el campo sin que su sheirl hubiera sido desnudada, para disgusto de la multitud.

Después del partido, los Tanchinaros se congregaron en la Tenca Mágica. Duissane se mantenía algo al margen de la celebración, y Glinnes, al desviar la mirada a un lado por casualidad, se topó con los ojos amenazadores de Vang Drosset. Casi al instante, hizo salir a Duissane del local.

Una semana después, los Tanchinaros remontaron el río Scurge hasta Erch, en la isla Vole Menor, para jugar con los Elementos de Erch, y consiguieron un resultado similar. Lucho, el mejor hombre para formar pareja con Glinnes, pasó a atacante izquierdo, y Savat jugó de lateral derecho con la precisión adecuada. De todas formas, se apreciaban zonas débiles en el despliegue, que un equipo hábil sabría aprovechar. Gajowan, el lateral izquierdo, era inconstante y apocado, y Rolo, el libre izquierdo, se movía con excesiva lentitud. Durante el partido contra los Elementos, Glinnes vio a lord Gensifer en unos de los palcos centrales. También advirtió que los ojos del capitán de los Gorgonas se desviaban con frecuencia hacia Duissane, si bien no era el único, ya que la joven emanaba una fascinación irresistible. Vestida de blanco, era fácil olvidar su origen trevanyi. Parecía albergar una mezcla encantadora de sensaciones: melancolía, aspereza, alegría, dramatismo, imprudencia, cautela, lucidez, puerilidad. Glinnes creyó observar otros atributos. Nunca podría mirarla sin escuchar el campanilleo de las carcajadas en la oscuridad desprovista de estrellas.

El siguiente partido, contra los Dragones de Hansard, reveló el punto débil de la barrera izquierda de los Tanchinaros, cuando los Dragones profundizaron dos veces en el flanco izquierdo de sus rivales. En ambos casos fueron frenados por los defensas, y derrotados a continuación mediante ataques contra la sheirl desde el lado derecho. Los Tanchinaros ganaron el partido gracias a tres escaramuzas consecutivas. Lord Gensifer ocupaba de nuevo uno de los palcos centrales, acompañado de varios hombres desconocidos para Glinnes. Después del partido, apareció en la Tenca Mágica, donde renovó su desafío a los Tanchinaros. Lord Gensifer estipuló que cada bando ofrecería un botín de diez mil ozols, y que el partido debería celebrarse cuatro semanas después.

Perinda, algo vacilante, aceptó el reto. En cuanto lord Gensifer se marchó, los Tanchinaros empezaron a especular sobre los tortuosos planes de aquél.

—Ni siquiera Tammi es capaz de confiar en ganar con su equipo actual —señaló Gilweg.

—Se cree que barrerá nuestro flanco izquierdo —dijo Etzing de mal humor—. Hoy casi lo consiguen.

—No se jugaría diez mil ozols sobre esa base —replicó Glinnes—. Me huelo toda una serie de sorprendentes artimañas, como un equipo completamente nuevo, los Karpunos de Vertrice o los Escorpiones de Puerto Ángel, vistiendo el uniforme de los Gorgonas para esa ocasión.

—Eso es lo que debe rondar por su cabeza —convino Lucho—. A Tammi le parecería una bonita broma derrotarnos con un equipo semejante.

—Los diez mil ozols tampoco le irían nada mal.

—Un equipo de ese calibre cortaría nuestro flanco izquierdo como un melón.

Etzing hizo esa predicción mirando al otro lado del emparrado, donde Gajowan y Rolo escuchaban con expresión sombría. Para ellos dos, la conversación sólo tenía una única implicación: por la inexorable lógica de la competición, no había lugar en un equipo de diez mil ozols para jugadores de dos mil.

Dos días después, un par de hombres nuevos llegaron a los Tanchinaros. El primero. Yalden Wirp, había ocupado un puesto en el equipo soñado en principio por lord Gensifer; el segundo. Dion Sladine, había atraído la respetuosa atención de Denzel Warhound cuando jugaba en un equipo humilde, las Colinas Lejanas. El vulnerable flanco izquierdo de los Tanchinaros no sólo había sido reforzado, sino convertido en una fuente de potencial dinámico.