A mí me violaron un miércoles de febrero a eso de las 3 de la tarde. Me encontraron en la oficina, sola, trabajando. Entró un hombre, me llevó al baño, y amenazándome con un cuchillo me violó.
Esa misma tarde yo estaba haciendo la denuncia. Estaba muy ofuscada, llorando, y el oficial principal que tomó la denuncia «muy pancho» me dijo: «¡Tranquilizate!, lo que me vas a decir es muy importante». Sentí ganas de decirle: ojalá sintieras lo que es ser violada para ver si es tan fácil tranquilizarse. Después de tomarme la declaración, tuve que dejar mi bombacha y esperar cuatro horas para que me hicieran una revisación médica. Y yo que ni siquiera oriné para que hubiera la mayor cantidad de pruebas posibles.
Lo que yo quiero destacar son las situaciones que tuve que vivir luego de la violación, el trato que recibí por parte de las instituciones que se supone que están para socorrernos. En vez de eso me hicieron sentir que era yo la que provocaba los «disturbios» y, para colmo, nadie me creía. A la mañana siguiente de la violación tuve una cita con el comisario. Sentí que las preguntas que me hacía eran por compromiso. Me mandó al Departamento Central de Policía a ver fotos de procesados y a hacer el fotokit. No lo pude hacer por el estado de shock en el que me encontraba; no reconocí a nadie.
Uno de los momentos de mayor pánico que sufrí fue al día siguiente. Un subinspector me hizo recorrer, a cara descubierta, una fábrica cercana al trabajo en donde se sospechaba que podía trabajar el violador por la forma en que estaba vestido. El mismo día por la mañana me había tocado ir a Tribunales. Allí —aparte de todos los trámites— me hicieron quedar sola en un pasillo largo, oscuro y solitario esperando que me atendieran. Yo había ido con mi papá y mi novio, quien afortunadamente me acompañó en todo momento, pero sin embargo tuve que esperar sola.
Cuando me llamó el médico forense me preguntó: «¿Y a vos qué te pasó?», igual que si me preguntara «¿qué comiste hoy?». Pero, «¿por qué me hablaba así?». Le dije que me habían violado. Dos enfermeras me preguntaron cómo había sido, por puro «chusmerío». A grandes rasgos le conté y luego me revisaron. Lo hicieron sin ningún cuidado.
Un par de meses después llamaron a mi casa desde Tribunales para saber si quería continuar con la causa. Dije que sí, pero jamás tuve ninguna citación ni ningún reconocimiento. Nada. Ese violador está libre y cuando el delito caduque (en mi caso falta un año y dos meses) «la justicia» dirá: aquí no pasó nada. Pasó. Yo estoy recuperada. Estoy rearmando mi vida. Pero no me olvido. (Julia, 19 años).