Yo leía unas revistas que un médico publicaba y me pareció un profesional interesante. Ya en la primera consulta me llamó la atención la forma en que me revisó: mantenía levantada mi remera de manera que podía ver mis pechos mientras me palpaba el abdomen. No me pareció bien. Después leí una nota en su revista donde decía que la gente había hablado mal de él y, haciendo un paralelismo, escribe un cuesto antiguo, de alguna tradición, en donde se culpaba a un sacerdote de haber dejado embarazada a una joven. Ese sacerdote no niega su paternidad y se hace cargo del niño por cinco años hasta que la madre decide confesar que él no es el padre. Esta nota me dio curiosidad de saber por qué se hablaba mal de ese médico, aunque yo lo sospechaba. En la segunda consulta lo confirmé. Fui para controlar la dieta y mis problemas de piel y cabello. Me observó los ojos y dijo que encontraba algo raro en la mama derecha y me preguntó si yo quería que se fijara. Dudé, pero como estaba asustada por lo «raro» le dije que sí. Palpó las dos mamas, los pezones y luego me hizo poner boca abajo, desabrochar el pantalón y me hizo masajes en la espalda por largo tiempo hasta el cóccix. Me hizo poner en distintas posiciones. Me preguntó si sentía pudor. Luego tocó de nuevo las mamas prolongadamente y dijo que habían mejorado. Durante todo el examen me sentí violentada, entendí que eso era acoso sexual pero no pude decir nada. No volví más aunque lo que me hizo me siguió dando vueltas en la cabeza por mucho tiempo. Después, unos amigos míos que conocían a este médico me contaron que se le habían hecho denuncias por abuso sexual. Me enteré también que cambiaba constantemente de consultorio. Ahora está radicado en el sur y viene una semana por mes a atender a Buenos Aires. Me estoy asesorando para hacer la denuncia y necesito ayuda. (Carla, 31 años).