El cuidado de los cuidadores

Será necesario, entonces, que el equipo de trabajo o la institución a la que se pertenece implementen, como ya vimos, medidas de protección y de resguardo precisas y necesarias para el saneamiento de las tensiones grupales y, en consecuencia, para la salud física y mental de los miembros del grupo. Llamamos a estas medidas de protección el cuidado de los cuidadores.

En la organización de un equipo que trabaja en violencia se debe prever la contención y el sostén de los miembros para evitar aquellas situaciones generadoras de conflicto. Se debe garantizar, por consiguiente, una forma de funcionamiento que facilite el intercambio de la productividad grupal y un espacio para la reflexión acerca de los efectos de ser testigo para que las tensiones puedan ser elaboradas. Todo el equipo, por lo tanto, deberá gestionar colectivamente las condiciones que permitan un margen de seguridad de sus miembros frente a las dificultades propias del trabajo en violencia.

Las resonancias subjetivas de estos obstáculos requieren, como dice Bleger (1966), de la higiene del ejercicio profesional. O sea, esclarecer permanentemente las fuentes de malestar para lograr la regulación y el saneamiento de las tensiones intragrupales. Para lograrlo y siguiendo las ideas de ese autor, ofrecemos las siguientes recomendaciones:

  1. El espacio institucionalizado de encuentro para resolver las problemáticas, ya sea para la contención de los miembros o para evaluar los criterios de trabajo, debe ser respetado y resguardado por todos. De esta forma se comprometerá a todo el equipo en la resolución de los acontecimientos grupales.
  2. Toda situación que ocasione tensión o malestar, ya sea por la índole de la tarea, por el funcionamiento del equipo o por el conflicto entre sus miembros, debe ser explicitada en el tiempo y el lugar que el grupo haya convenido de común acuerdo (reuniones de equipo, supervisiones, grupos de reflexión de la tarea).
  3. Cualquier situación que no sea encarada de esta forma se constituirá en una nueva fuente de tensión y/o de rumor que incrementará los malentendidos. Si estas situaciones no son trabajadas por todo el equipo, se transformarán en un foco desconocido de tensión, pero permanentemente activo, que ocasionarán nuevos problemas y dificultades de comunicación.
  4. Será necesario reflexionar permanentemente sobre las situaciones que obstaculizan la tarea y ocasionan diferentes grados de conflicto. Estos deberán ser explicitados con la finalidad de resolverlos. Caso contrario, operarán como factores que perturben y hagan peligrar la continuidad de trabajo del grupo o la de sus miembros.
  5. Discutir colectivamente en el grupo los criterios de autoridad y de poder y las normas de su legitimización que orienten a gestionar, entre todo el grupo, la toma de decisiones de los diferentes aspectos relativos al funcionamiento del equipo. Sólo de esta forma será posible escapar a la arbitrariedad y a la institucionalización del poder generadora de situaciones de conflicto.

El trabajo reflexivo sobre estos aspectos significa poner en práctica las medidas preventivas de cuidado y protección que garanticen la cohesión grupal y el intercambio productivo entre sus miembros. Pero, debe quedar claro, como vimos, que el soporte emocional que debe prestar el grupo y/o la institución es fundamental para el saneamiento de las tensiones o dificultades grupales. Pero no todo son tensiones y dificultades. El grupo y/o la institución deben propiciar y estimular la apertura de espacios para compartir el placer y la creatividad que también nos brinda la tarea en violencia. Trabajar en forma permanente sobre todos estos aspectos que competen al trabajo de un equipo es, también, una medida preventiva eficaz de la salud del grupo y de sus integrantes.