Una distancia «óptima»

Para enfrentar los efectos de ser testigo, será necesario indagar sobre las situaciones de conflicto descriptas. De esta forma se intentará evitar la confusión a la que suele llevar la intensidad de los sentimientos que provienen del encuentro con una persona que fue violentada. En este sentido, Daniel Lagache (1963), en la elaboración de su Teoría Psicoanalítica del Yo plantea, para la resolución del conflicto, la acción de los mecanismos de desprendimiento que difieren de los de defensa. Estos últimos son procesos de ocultamiento de la conciencia de las representaciones displacenteras que tienden a reducir de forma urgente las tensiones internas. Los mecanismos de defensa que ya hemos descrito, tales como la negación, la identificación con el agresor, el control omnipotente, el bloqueo de afectos, la intelectualización, la disociación, el aislamiento, no deben ser considerados siempre como patológicos. Frente a una situación vivenciada de forma traumática, como puede ser la de una entrevista relacionada con la violencia, el psiquismo puede poner estos mecanismos en funcionamiento en forma inconsciente y automática. Si bien imponen ciertas limitaciones e inhibiciones, se los puede considerar mecanismos adaptativos. Esto significa que tienden a disminuir la angustia que puede perturbar el funcionamiento de un individuo (Bleichmar, 1997).

Los mecanismos de desprendimiento consisten, como su nombre lo indica, en una actividad de desprendimiento del yo respecto de sus propias operaciones defensivas: «Obedecen al principio de la identidad de los pensamientos y permiten al sujeto liberarse progresivamente de la repetición y de sus identificaciones alienantes». (Laplanche y Pontalis, 1971). Tienen la finalidad de disolver gradualmente la tensión mediante la familiarización con las situaciones ansiógenas y tienden a que un individuo pueda desarrollar sus posibilidades. Esto significa que los operadores puedan conocer y anticipar las consecuencias que los relatos de violencia provocan, con la finalidad de neutralizar su efecto traumático y poder operar en la situación de entrevista.

En este sentido, y siguiendo las ideas de Lagache, será necesario pasar de la identificación a la «objetivación» que permita tomar una distancia «óptima» respecto de eso vivido. Así será posible ejercer un mayor control sobre las situaciones de ansiedad en oposición a la inhibición que suele perturbar el curso de una entrevista.

Entonces, queda claro que para enfrentar los efectos de ser testigo es necesario tener en cuenta los siguientes puntos: tomar conciencia de la situación emocional a la que se está expuesto en este trabajo, reconocer y discutir con el equipo los obstáculos y las limitaciones que puedan surgir en el curso de cada entrevista, y detenerse a examinar los propios sentimientos, ya que no es conveniente actuar sólo de acuerdo a ellos. Es decir, examinar, con alcance crítico, las respuestas emocionales que habitualmente surgen en el trabajo en violencia. Será necesario, entonces: percibir lo que se siente, indagar cómo fue promovido eso que se siente, esclarecer el problema y emprender su modificación. Toda la información que se obtenga de esta forma respecto de los efectos de ser testigo debe ser tenida en cuenta, como medida preventiva en cada encuentro con una víctima de violencia.

Se debe contar, entonces, con ámbitos específicos para la elaboración de los efectos de ser testigo: el propio grupo de trabajo, la supervisión de la tarea, el intercambio con otros profesionales y/o grupos. Estas sugerencias son en sí mismas medidas preventivas porque reconocer los aspectos conflictivos de la práctica cotidiana ayudará, por un lado, a buscar un repertorio de conductas alternativas para poder enfrentarlos. Por el otro, a compartir la experiencia, creando en los miembros de un equipo el contexto de seguridad psicológica que este tipo de tarea exige. Sólo de esta forma será posible reducir en los profesionales, las situaciones de riesgo psíquico y físico.