CAPÍTULO 15

SI UNA MUJER QUE FUE VIOLENTADA RECURRE A USTED LOS ALCANCES DE UNA PRÁCTICA

—Hola, Centro de Atención de Violencia.

—Hola…

—Hola, yo me llamo Rosa. ¿Puede usted hablar?

—Un poco…

—¿Puede decirme su nombre?

—Flavia.

—Bueno, Flavia, si no puede hablar no se preocupe. Yo le voy a hacer algunas preguntas y usted me contesta como pueda. ¿Me entiende? ¿Puede hacerlo?

—Sí.

—Flavia, ¿usted fue agredida?

—Sí.

Cuando el primer contacto con la probable víctima de violencia es telefónico, debemos suponer que ella puede tener dificultades de todo tipo para hablar. Si habla desde un teléfono público puede carecer de intimidad para expresarse y sólo contará con escasos minutos para dialogar. También es posible que hable desde un lugar donde pueden estar cerca el agresor u otras personas por las que no quiere ser escuchada. En estos casos, resultará útil explicitar que se toman en cuenta estas dificultades. Esto llevará a hacer preguntas que se puedan contestar con una afirmación o una negación. Si se le pregunta a la interlocutora en cuestión: «¿Puede hablar?», o «¿Hay alguien escuchando y no puede contarme lo que ocurre?», no es lo mismo que decirle, «¿Quién está con usted?». La respuesta a esta pregunta podría resultar comprometedora si el agresor u otras personas están cerca. En estas situaciones resulta más conveniente utilizar frases de este tipo: «Entiendo que no puede hablar, contésteme sí o no a las preguntas que yo le voy a hacer».

La presentación mutua es un requisito necesario para abrir el diálogo. De todos modos, se debe respetar la necesidad de preservar la identidad de la interlocutora y ocultar su apellido, como no hacer mayores comentarios sobre el hecho de violencia.

Otra dificultad para dialogar suele deberse a que el impacto emocional provocado por la violencia es tan intenso que no se encuentran las palabras para expresarse. En estos casos es útil ofrecer preguntas que ayuden a la comunicación. Se puede preguntar, por ejemplo, si hay otra persona de confianza con la que se pueda ampliar el diálogo («Si no puede contarme, ¿hay alguien con usted que pueda decirme qué pasó?»). Si la interlocutora está sola, se tratará de calmarla haciéndole preguntas relativamente alejadas del hecho de violencia, tratando de que se mantenga interesada en la conversación. Por ejemplo preguntándole la edad, dónde y con quién vive, si tiene hijos, si trabaja, estudia, etc. También es conveniente pedir el número telefónico por si se corta la comunicación y preguntar si es posible llamar en otro momento. Si el diálogo se puede llevar a cabo sin interferencias, se la puede invitar a tener un encuentro para conversar personalmente.

Ya desde la primera comunicación, demostrar interés por su estado físico y emocional, y proporcionar sugerencias que cubran las necesidades más inmediatas, ayudará a tranquilizar a la interlocutora.

«Le sugiero que no se quede sola. Es importante que busque la compañía de personas que le resulten confiables. Quiero que sepa algo: es habitual que en situaciones como la suya puede haber problemas para dormir, para hablar con la gente o distintos tipos de miedos. No se preocupe por esto, es común y ya va a pasar».