Reorganizando la experiencia

En las primeras entrevistas, la finalidad es lograr que una mujer pueda contar lo sucedido e introducirse gradualmente en una nueva «escenificación» de la violencia padecida. El contexto protegido que ofrece la entrevista contendrá los sentimientos que se vayan experimentando. El profesional puede ayudar a «armar escenas» con los datos que se vayan brindando:

«Usted recuerda cómo él entró en el negocio, luego la amenazó y le pidió el dinero de la caja. Después la llevó al interior de la vivienda. ¿Es después de ese momento cuando amenazó con violarla si no le entregaba todo el dinero que había en la casa?».

Señalar cada uno de los momentos constituye una intervención que estimula la percepción de la experiencia. Ayudar a construir un relato menos confuso permite entender la secuencia de los hechos, vividos como irreales, ofreciendo otras formas de conectarse con la experiencia. Si se rescatan los momentos olvidados que hacen incoherente la historia e impiden la comprensión de lo que fue pasando y se articulan con los elementos más significativos, se da la posibilidad de relacionar el hecho de violencia con lo que se siente. De esta manera, quien realiza la entrevista cumple con la función de un yo auxiliar, observador e integrador de la experiencia que resulta útil en las situaciones de crisis. Así, se le «presta» a la mujer las funciones del yo que fueron inhibidas por el ataque: recordar, asociar, conectar. La finalidad e esta técnica consiste en lograr que ella se posicione en el lugar del sujeto y pueda ir recuperando lo que creyó que sólo poseía el agresor: pensar, anticipar, actuar. Al mismo tiempo, esta técnica permitirá rescatar los sentimientos y las actitudes asumidas frente a la agresión. También permitirá revisar aquellas ideas, tal vez fragmentadas por el impacto emocional, que le permitieron, durante el ataque, encauzar la situación hacia la supervivencia. Mediante estos señalamientos, que rescatan los recursos utilizados para enfrentar la agresión y defenderse, se recupera una actitud activa. El trabajo profesional sobre estos aspectos es otro recurso eficaz para la desvictimización.

Este técnica es útil realizarla en los sucesivos encuentros de consulta y de orientación (y en los otros ámbitos de asistencia) porque facilita, fundamentalmente, a la reconstrucción del o de los momentos violentos. Después, una nueva construcción ayudará, también, a reconocer las estrategias utilizadas para salir de la situación con el menor daño posible y no quedarse con la imagen de víctima inerte. Por otro lado, producir cada vez más descripciones servirá para el reencuentro con la experiencia, pero siempre tomando en cuenta que esto debe ser implementado con el sostén subjetivo que aporta el contexto resguardado de la entrevista.

En este sentido, y para que la consultante pueda recobrarse a sí misma como sujeto activo, es necesario ayudar al reconocimiento de los recursos personales que pueda haber utilizado:

En las entrevistas es fundamental explicitar y trabajar activamente sobre estas estrategias señalando las formas en que fueron llevadas a cabo, porque la mayoría de las veces no son reconocidas como estrategias de resguardo y protección. Estos señalamientos tienen varios objetivos: demostrar que la mujer se opuso al acto violento, que no deseaba ser atacada y que, por lo tanto, no provocó ni consintió.