La crisis que atraviesa una mujer que padeció violencia produce rupturas en la continuidad del sí mismo, en las relaciones con el medio junto con vivencias y fantasías específicas. Entonces se crea una situación de transición y de pasaje. Esto significa que se pasa de la incapacidad para manejar la pasividad de los estímulos displacenteros originados por la violencia a la capacidad para reconocer y asumir la realidad de lo que pasó. Para que este pasaje se produzca, la crisis debe ser elaborada[41].
Los efectos de ese hecho traumático volvieron frágil el yo a causa del desborde de tensión y angustia. Es importante, por lo tanto, operar sobre las funciones del yo. Estas consisten en la posibilidad de percibir y atender, recordar, conectar, asociar, discriminar y diferenciar lo que atañe tanto a sí misma como a los diversos componentes de la situación violenta. También son funciones yoicas la posibilidad de anticipar y coordinar pensamientos y acciones para no quedar sometida a los vaivenes de la situación traumática. Al operar sobre estas funciones yoicas, se le ofrece a la consultante la posibilidad de asumir la realidad de lo que ha vivido y regular la ansiedad y la angustia.
En el proceso de consulta y orientación, así como posteriormente en los grupos o ámbitos psicoterapéuticos, reforzar, resignificar y estimular esas funciones yoicas provee a la consultante un contexto de protección y seguridad. Este espacio, al que llamaremos ámbito protegido de la consulta, le permite crear un yo observador en relación a sí misma: a su imagen pasada, a su estado actual y a las posibilidades de futuros cambios. Un yo observador de su propia experiencia que inaugure un nuevo espacio psíquico que le permita diferenciarse en el «antes» y el «después» del hecho violento. Esto propiciará un nuevo saber sobre sí, solidario con las formas de ayuda que se le ofrecen.
Consideraremos a las entrevistas de consulta y orientación (así como a otras instancias de ayuda y contención) como un espacio transicional[42], según la definición que de este concepto hace Winnicott (1972). El espacio transicional se va constituyendo a partir de un modo particular de organización de la subjetividad en las situaciones de crisis. En él se podrán ir creando vínculos (por ejemplo, con los profesionales) para recorrer el camino de lo puramente subjetivo a la objetividad. La transicionalidad que opera en ese espacio sirve para la situación crítica de pasaje, para la reorganización del psiquismo y para la elaboración de la experiencia de ruptura ocasionada por la crisis. Está constituida por un espacio interno y otro externo. El primero corresponde al mundo intrapsíquico de una mujer —ansiedades, fantasías, sentimientos de ambigüedad e incertidumbre—, y el segundo se constituye a partir de los vínculos con los profesionales que le prestan ayuda.
El espacio transicional, entonces, funciona como intermediario entre el aparato psíquico y el contexto, lo subjetivo y lo objetivo. En esa área intermedia en la que la realidad interna y externa se entrelazan, se superponen y confunden, es donde los profesionales pueden operar ayudando a deslindar, diferenciar, distinguir. De esta forma, será posible generar el deseo de transición, el pasaje a otro lugar, a otro saber sobre sí, a desplegar otros intereses para la vida y no transformarse en víctima para siempre. Estos espacios de contención y los vínculos creados son transitorios y luego serán abandonados. En esto consiste el pasaje del padecimiento que supone la crisis a una actitud reflexiva y crítica que contribuirá al proceso de desvictimización.
Sin embargo, este proceso transicional no está exento de riesgos. Uno de estos riesgos se manifiesta cuando una mujer agredida necesita resolver rápidamente la crisis. Los sentimientos de ambigüedad, incertidumbre y ambivalencia que acompañan a la transición pueden hacerse tan intolerables que no le permiten atravesar los diferentes momentos de elaboración de la crisis. En un caso así, ella puede utilizar mecanismos de sobreadaptación que se manifestarán, fundamentalmente, en no presentar cuestionamientos ni resistencias a las causas de su padecimiento. Otra falla de la transicionalidad se manifiesta cuando operan mecanismos psíquicos de disociación, desmentida o negación mediante los cuales una mujer siente que la violencia ocurrida no fue padecida por ella. Estos mecanismos operarán impidiendo atravesar la crisis e iniciar la recuperación. Es en estos casos cuando las mujeres o no buscan ayuda o desertan de las consultas que emprendieron. Y esto suele ser así porque aún apareciendo síntomas de malestar físico y psíquico, ellas no podrán relacionarlos con los efectos de la violencia.