Los momentos transicionales del saber

En el ejercicio de la práctica profesional se implementan determinados marcos teórico-técnicos. Sin embargo, se debe admitir que un operador se encontrará constantemente con situaciones de consulta que pueden poner en conflicto lo que piensa y hace, tanto en el terreno profesional como en el personal. Sabemos que una consulta requiere del operador un posicionamiento particular. Sin embargo, existen fenómenos residuales, ya descriptos por Freud (1937), que remiten a creencias y mitos que ya se creen superados pero que se aferran a conservar su existencia y pugnan por manifestarse. En esta tarea, el efecto residual de esos mitos, creencias y prejuicios en relación con la violencia puede filtrarse en la escucha, el pensamiento y la intervención, operando como obstáculos en las formas de actuar. Luego de atender a una mujer que fue violada, un profesional que trabaja en violencia, comentó:

«No puedo creer que a esta mujer tan fea y con ese aspecto la hayan violado».

Entonces, queda claro que, a pesar del buen entrenamiento que se puede tener en tema de violencia, es necesario, por un lado, estar atento para que no se filtren estos efectos residuales. Y por otro, estar abiertos a repensar los alcances que los marcos teóricos tienen en cada caso singular.

El ámbito creado para la tarea en violencia constituye un espacio transicional. El saber tiene su destino de transicionalidad, necesita de pasajes continuos a otros saberes, de cuestionamientos y revisiones que irán condicionando las prácticas. En relación con la práctica en violencia, se pueden hacer por lo menos dos planteos: o se manejan determinados conocimientos en los que pesan los prejuicios personales, los mitos y las creencias sociales, o se consideran aquellos saberes más innovadores que incluyan perspectivas cuestionadoras, como la de género. En este sentido, una de las tareas básicas de los operadores y de los equipos de trabajo consiste en revisar cómo los integrantes se adhieren a uno u otro conocimiento, cómo entrecruzan y/o superponen los diferentes saberes y perspectivas. En la transición por las diversas formas de acercarse a la violencia se produce un caos cognitivo, porque el peso de lo establecido puede llegar a inhibir las posibilidades de desestructurar conocimientos previos y generar otras formas de comprender y operar. Trabajo reconstructivo que implica tolerar las vivencias de ambigüedad derivadas de la producción de nuevas ideas y prácticas diferentes.

El conflicto se plantea entre una lógica convencional que responde a los discursos tradicionales acerca de la violencia y una lógica transicional que crea incertidumbre. Los momentos transicionales del saber, por la ambigüedad que les propia, siempre van a cuestionar lo establecido. Cuando la incertidumbre se hace intolerable, se siente la urgencia de definir situaciones y tomar decisiones rápidas vinculadas, por lo general al acatamiento a lo conocido. Esto reduce los imprevistos y las perplejidades y disminuye la creatividad en la función profesional.

La propuesta, entonces, es reexaminar críticamente la transición. Lo semejante y lo diferente de teorías y prácticas, las relaciones de poder dentro de un equipo que condicionan o imponen saberes, y la legitimación de una práctica que de existencia social a la problemática de la violencia. Por otra parte, es fundamental tener en cuenta que los saberes no están despegados de los efectos emocionales que provocan. A estas consecuencias de la práctica las denominamos los efectos de ser testigo.

La interrelación de estas propuestas será clave para la evaluación crítica de las tareas realizadas. Si no se evalúa la transicionalidad del saber, el grupo quedará rigidizado, ritualizado, sin posibilidades de crear nuevos conocimientos que aumenten la eficacia de las prácticas.