EL EQUIPO DE TRABAJO
La violencia de género tiene amplios alcances y se ejerce dentro de la familia y en cualquier relación interpersonal. En este sentido, para abordarla, un grupo de trabajo deberá problematizar los aspectos sociales, culturales y psicológicos de la feminidad y la masculinidad, los estereotipos de sexualidad y las relaciones de poder entre los géneros. Así se hacen visibles y se desnaturalizan los diferentes comportamientos violentos que se ejercen en todos los ámbitos sociales. Un equipo de trabajo deberá proponerse también pensar cómo funcionan y qué efectos tienen en el imaginario social las representaciones de víctima y de victimario. De este modo se podrán poner al descubierto las diferentes formas que toma la violencia de género y cómo se ejerce sobre los grupos considerados más vulnerables, denunciando así la discriminación y subordinación social.
La violencia de género nos conduce, entonces, a abordarla desde lo individual hasta lo colectivo genérico. Nos conduce también a repensar los límites de la ética y los derechos humanos.
La violencia de género, en los aspectos en que generalmente se la trabaja —según las problemáticas que estamos desarrollando en este libro— es definida de varias formas: violencia doméstica, mujer golpeada, violencia familiar o intrafamiliar, violencia conyugal, violencia sexual (en el interior de la familia y en diferentes ámbitos de la comunidad). Propone, además, problemáticas más específicas como el abuso sexual de menores, el maltrato infantil e incesto, (violencias estas ejercidas también por ser mujer). Estas denominaciones, que también establecen formas de abordaje, hacen referencia al contexto en que se generan, desarrollan y manifiestan los hechos de violencia, al tipo de daños que ocasionan, a los vínculos entre los sujetos involucrados y a sus efectos psicológicos y sociales. Todas comparten algunos elementos básicos que caracterizan la violencia de género: la coerción, la intimidación, la amenaza, la coacción, el abuso, la fuerza, el control y el poder.
Pero el uso de estas diferentes categorizaciones lingüísticas, si bien pueden ser útiles para centrar una problemática y su abordaje preventivo y asistencial, se corren varios riesgos. Uno consiste en que el grave problema social que representan las formas de la violencia de género que estamos tratando se fragmente y despolitice[37]. Por lo tanto, se debilita su impacto social y se encubre la urgencia de la creación de una legislación que abarque todos los aspectos de la violencia de género, ya sea dentro o fuera de la familia. Esto implica que se contemple, también, la necesidad de programas de prevención y asistencia integradores así como políticas públicas que abarquen la especificidad de la violencia de género. Otro riesgo de esas categorizaciones consiste en que la problemática de la violencia quede reducida a un asunto «doméstico» donde toda una familia sea considerada violenta por igual. Esas categorizaciones, asimismo, pueden centrarse en los problemas individuales y emocionales de varones y de mujeres, y así «patologizar» a los protagonistas. También, que se haga mayor hincapié en los efectos que en las motivaciones de poder que llevan a que esta violencia se ejerza. De esta forma se corre otro riesgo: opacar o invisibilizar al verdadero protagonista que ejerce violencia y los motivos de poder y dominación que lo guía.
Esto nos permite concluir que la violencia, fundamentalmente, deberá ser considerada un hecho social que viola los derechos a la integridad personal y a la salud. Sólo así se podrán promover las acciones que tiendan a que la sociedad toda se comprometa a plantear estrategias integradoras que hagan visibles las formas en que se manifiesta la violencia de género.
Un equipo de trabajo tendrá, entonces, que contemplar la especificidad de la violencia de género, y a partir de allí definir su objeto de estudio y caracterizar el problema que pretende investigar. Determinar las características peculiares de ese campo llevará a precisar los marcos conceptuales y una teoría sobre las prácticas que se empleen. Sólo así será posible implementar estrategias adecuadas de prevención, asistencia e investigación.
La violencia de género, entonces, es un objeto de conocimiento que se irá construyendo a causa de demandas sociales concretas que le dan una particular especificidad al trabajo en esta área. A causa de esto, los marcos teóricos conceptuales y las prácticas que se vayan implementando interrogarán permanentemente a las instituidas, puesto que las formas de pensar y abordar el tema constituirán respuestas a esas demandas concretas. Para esto es necesario un trabajo reconstructivo que incluirá los aspectos sociales de la violencia, las modificaciones familiares y la perspectiva de género (Velázquez, 1998b).
Esta es una propuesta para una escucha no «dogmática», que permita utilizar abordajes diversos para que no queden limitados los conocimientos sobre la realidad de la violencia ejercida por un sujeto sobre otro. El equipo de trabajo deberá comprometerse con esa realidad mediante una capacitación que tome en cuenta al menos dos aspectos:
La capacitación en violencia, entonces, incluye la consideración de todos estos aspectos, porque trabajar en el tema también forma parte de un continuum de experiencias violentas al que están expuestos los profesionales.
Como todo trabajo en equipo, el abordaje de la violencia requiere que no sólo cada grupo sino también cada uno de sus integrantes busque formas propias de organizarse. Esto significa que un grupo podrá funcionar como tal si se propone cumplir con los requisitos de tener un objetivo común y definir conjuntamente un proyecto de trabajo. Con esto se garantizará una organización determinada por el mismo grupo para cumplir con las propias propuestas.
La condición para que esta organización pueda ser llevada a cabo será la participación activa e igualitaria de los diferentes operadores que conformen el equipo. Los aportes e intervenciones de cada uno permitirán resolver las necesidades grupales. Sin embargo, no se propone aquí la homogeneidad de los miembros, sino que se puedan unificar criterios con los aportes individuales que favorezcan las producciones colectivas. Esto requiere decir que, cada uno de los integrantes, se perciba como mutuamente interdependiente de los otros pero vinculado a través de una interrelación dinámica y flexible. La consecuencia de esta propuesta será un equipo organizado y cohesionado en sus objetivos e intereses específicos.