El abuso tiene diferentes momentos de expresión. Es necesario el conocimiento de esta dinámica para lograr una intervención clínica y una prevención eficaz. Distintos autores distinguen diferentes momentos en la manifestación del abuso: seducción, acciones sexuales explícitas, secreto, descubrimiento y negación.
Las diversas fases incluyen comportamientos sexuales progresivos (Cosentino, 1989). En el primer momento, cuando se inicia el abuso, puede comenzar como un juego y es raro que se haga uso de la fuerza física. En un segundo momento, progresivamente se irán dando actividades sexuales más intensas que pueden comenzar por caricias o toqueteos y seguir con exhibicionismo, hasta llegar a alguna forma de penetración. Después de comprometer al niño en estas actividades sexuales, podemos decir que comienza la fase del secreto. Dado que las estadísticas señalan que las niñas son abusadas en una proporción mayor que los varones, nos referiremos aquí a la dinámica y a los efectos del abuso en ellas.
Secreto y silencio rodean las situaciones de abuso infantil. Mantener oculto lo que sucede tiene, para la niña, un efecto siniestro. Este es el correlato mental del abuso, y se infiltrará en el psiquismo infantil afectándolo profundamente. Utilizando diversas estrategias, el abusador coacciona a la niña para que mantenga en secreto lo ocurrido. Estas estrategias suelen estar centradas en tres tipos de discursos amenazantes:
Muchas veces no es necesario que el ofensor verbalice estas formas de intimidación. Sólo implementando diversas manifestaciones de maltrato —miradas de advertencia, comentarios desvalorizantes, amenazas encubiertas— le dará a entender a la niña que algo puede pasarle si lo denuncia («En la fábrica, un tipo contó que la sobrina lo está difamando. Ahora la van a mandar pupila a una escuela de monjas para que no ande diciendo mentiras por ahí»). El abusador también intentará convencer a su víctima de que ella lo provocó, se lo permitió y le gusta, y/o que él no se puede resistir a sus encantos. En esta tarea de «convencimiento» también la induce a creer que «lo que pasa entre ellos» es una prueba del cariño que siente hacia él («Bien que te gusta, si no yo no lo haría»), y que además ella es la persona a quien él más quiere. Este «favoritismo» es otro argumento para asegurarse el secreto. Por otro lado, el hecho de que la sexualidad esté asociada al secreto, a la intimidad y a la privacidad, le facilita al ofensor el uso de esta estrategia. El secreto le garantiza que no va a ser descubierto, que no va a tener que hacerse responsable de la agresión, que podrá culpabilizar a la niña y continuar con el abuso. De este modo, el secreto le confiere un particular poder sobre la niña. Y este poder reclamará más abuso, a la vez que se acentúa la indiferencia del ofensor por el dolor y la confusión de su víctima.
Cuando el abusador desvía la responsabilidad hacia la niña, logra que esta se sienta avergonzada, culpable y atemorizada. Por otro lado, inducida a «proteger» a sus padres y a sus hermanos, desarrolla un excesivo sentido de cuidado y de responsabilidad hacia los otros que suele, muchas veces, afectar su vida adulta.