También en el consultorio

A pesar de que la atención de la salud y un trato digno constituyen derechos innegables de las personas, en los espacios de asistencia también se ejerce coacción, intimidación, abuso sexual y hasta violación.

Cuando una persona concurre a una consulta no sólo requiere asistencia técnica, sino también confianza, seguridad y apoyo profesional. O sea, en la dinámica de ese encuentro, uno tiene necesidad de asistencia y el otro, los conocimientos y la responsabilidad de brindarla. ¿Cuáles son los fenómenos subjetivos que se ponen en juego en el encuentro profesional-consultante? Como en toda relación interpersonal, aquí se desarrollan un conjunto de fenómenos psicológicos cuya acción es el fundamento mismo de esa relación. Quien consulta, vivencia o actúa comportamientos afectivos en relación con el profesional. A estos comportamientos los denominaremos, en sentido general, «transferencia». Es decir, en la situación de consulta, se suelen transferir y actualizar sentimientos, actitudes y conductas, conscientes o inconscientes, que responden a las que se establecieron con las figuras significativas del medio familiar y del entorno actual. Existe la transferencia positiva (afecto, necesidad de ayuda y protección, distintos grados de dependencia, otorgamiento de autoridad, etc.) o la negativa (rechazo, críticas, irritación, quejas, etc.) alternando o predominando una sobre otra.

La contratransferencia, en sentido general, se refiere a todos los fenómenos afectivos que experimenta el profesional como respuesta a las manifestaciones de quien consulta. Dependen de su historia personal y se pueden actualizar y manifestar en el curso de la consulta o el tratamiento. O sea, se puede considerar a la contratransferencia como los sentimientos que el profesional experimenta frente a quien asiste o como las reacciones frente a la transferencia de quien consulta. Winnicott (1966: cap. VI) señala que se puede tratar el tema de la transferencia-contratransferencia examinando lo que sucede en el trabajo profesional, que difiere por completo de la vida corriente. Afirma que todo comenzó con Hipócrates, posible fundador de la actitud profesional: «El juramento hipocrático nos da la visión de un hombre o de una mujer que constituye una visión idealizada del hombre o la mujer de la calle». Pero así es como somos cuando ejercemos nuestra profesión. En el citado juramento se incluye la promesa de no cometer adulterio con el o la paciente, lo cual representa el pleno reconocimiento de uno de los aspectos de la transferencia: la necesidad que tiene el paciente de idealizar a su analista, de enamorarse de él, de soñar. A causa de esto, todo profesional debe proponerse observar, para el desarrollo adecuado del encuentro en la consulta, las reacciones tanto de quien consulta como las propias. Es decir que se debe mantener en su rol no debiendo propiciar otro tipo de relación que no responda directamente a esa función. O sea, respetar la dignidad y los derechos de las personas a quienes se asiste: el derecho a la autodeterminación, a la autonomía y a la privacidad. Para evitar dañar a quienes consultan, el profesional debe estar alerta acerca de los potenciales efectos que podría ocasionar otro tipo de relación que no se ajuste a lo que se espera de él. Una relación estrictamente profesional puede resumirse en los siguientes pasos: escuchar, comprender, analizar los motivos por los que se consulta y asistir. Esto implica que todo profesional debe tener una actitud responsable y comprometida frente a la persona que lo consulta, siendo esta actitud el objetivo fundamental de la práctica en salud.