Cuando narran el acontecimiento violento, algunas mujeres se presentan, en principio, desafectivizadas y muy estructuradas haciendo un relato carente de toda emoción. El bloqueo afectivo, producto de un suceso de fuerte carga traumática, hace que estas mujeres no muestren enojo, tristeza, ni lloren, sino que simplemente informen. Pueden comportarse como si el problema no existiera rechazando ciertos sentimientos mediante un enunciado explícito:
«No siento nada en especial».
«No tuve miedo, estaba como embotada».
«Mi cuerpo estaba allí, mi alma, mi espíritu estaba en otro lado, eso no podía estar pasándome a mí».
Otras mujeres rechazan u olvidan algunos momentos del acto violento, la presencia de armas o las maniobras físicas del agresor:
«No sé bien qué pasó en la violación, yo miraba un punto fijo en la pared, no escuchaba, no sentía».
Otras niegan lo sucedido y actúan como si no les hubiera pasado a ellas. Hablando de sí misma, una mujer dijo: «Ella tenía miedo que la matara». El mecanismo de disociación utilizado en este caso es de tal intensidad, que quien la escucha puede llegar a sospechar de la veracidad del hecho. Hay mujeres que al relatar la experiencia se muestran confusas; así evidencian una falta de conexión entre las distintas secuencias del acontecimiento:
«Yo estaba en la esquina…, miraba por la ventana del auto…, en el parque me violó…».
Estos mecanismos psíquicos que pueden implementar algunas mujeres atacadas son procesos defensivos que tienden a evitar el desarrollo de ideas y afectos intensamente displacenteros. Las vivencias de angustia, culpa y miedo, entre otras, pondrán en movimiento las defensas en forma automática porque el funcionamiento psíquico busca el placer (en términos de equilibrio) y elude y huye del displacer (en términos de dolor, miedo, terror). Estos mecanismos defensivos, que tienen por finalidad la reducción urgente de las tensiones que surgen frente a peligros de la realidad externa e interna, actúan cuando aparecen situaciones conflictivas como los hechos violentos.
La experiencia con mujeres agredidas nos ha demostrado que ellas disponían, además de esos mecanismos defensivos, de otros recursos que utilizaron antes o durante el ataque. Como ya vimos, se trata de recursos que las mujeres (en cada caso particular) no suelen utilizar habitualmente, pero que aquí les sirven para lograr alguna modificación en las formas de enfrentar la inmediatez de la violencia. Persuasión, chantaje emocional, seducción, promesas, son algunas de las maneras de aferrarse a la idea de vida y sentir que se puede tener controlado el peligro. Estos recursos constituyen medios para lograr reaseguro y autovaloración.