Las mujeres no son, entonces, sólo víctimas pasivas de las violencias físicas y sexuales, sino que despliegan muchas veces, en forma consciente o inconsciente, una serie de acciones antes o durante el ataque que les permiten enfrentarse al acto violento. Las estrategias utilizadas por las mujeres atacadas son diversas acciones o comportamientos que tienen por lo menos dos objetivos: reducir la tensión provocada por el acto violento y lograr algún tipo de modificación en el lugar que ellas ocupan en relación con el agresor. Estas estrategias de resistencia, en actos o en palabras, consisten en presentarle determinados obstáculos al poder que ejerce el ofensor e intentar salir de la situación violenta con el menor daño posible. Las formas reales y concretas que las mujeres emplean para resistirse a la violación, al acoso sexual, al abuso o al maltrato físico o psicológico consisten en modificar las intenciones del atacante, amenazarlo, sostenerle la mirada, gritar, distraerlo, apaciguarlo. Marta contó satisfecha en la entrevista que:
«Cuando me di cuenta que iba a intentar violarme, traté de distraerlo invitándolo a tomar un café. Él quedó sorprendido».
Estas intervenciones tienen la finalidad de desidentificar al agresor, quebrar su omnipotencia y ubicarlo en un lugar de menor poder. Si bien estas acciones de la víctima pueden no ser suficientes para que la agresión no se lleve a cabo, la importancia de su implementación consiste en que, a pesar de todo, ella seguirá considerándose una persona y luchando para no dejar de serlo. No obstante, el atacante puede intentar manipular a la mujer e insistir para convencerla o forzarla a acciones que ella no desea. La mujer, por su parte, puede «abandonarse» a la situación (por miedo o terror), pero también puede utilizar otros mecanismos de resistencia tales como las estrategias de negociación. A pesar de la manifiesta asimetría que existe en una situación de amenaza de ataque, estas estrategias consisten en diversos tipos de acciones que posibiliten arribar a ciertos acuerdos, implícitos o explícitos, que puedan tener como efecto la redefinición de la situación de amenaza o de ataque. Negociar, aquí, supone la posibilidad de obtener algún tipo de beneficio o ventaja o, al menos, algún cambio en la posición atacante-atacada (por ejemplo: negociar el uso de preservativo en una violación). Que la mujer llegue a reconocer que utilizó este tipo de estrategias constituye un camino para su recuperación. Las mismas mujeres o el profesional a quien consulten deben resaltar estos recursos psíquicos utilizados como forma efectiva de desvictimización.