En nuestro país, como en el resto de América Latina, existe un incremento notable de la violencia contra las mujeres, fundamentalmente en el interior de la familia o la convivencia. Diversas investigaciones coinciden en afirmar que, en la violencia conyugal, el 75% de las víctimas son mujeres, el 23% de esa violencia se produce entre cónyuges (violencia cruzada) y el 2% lo representa la violencia hacia los varones. También, que la mitad de las mujeres que están o han estado en pareja han padecido algún tipo de violencia.
En la Argentina, 4 de cada 10 mujeres sufre en algún momento de su vida maltrato emocional, físico o sexual. A lo largo de 1997, la Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires recibió 21. 066 llamados por violencia física, emocional y sexual, a través del Servicio Telefónico del Programa de Prevención y Asistencia de Violencia Familiar. La estadística señala lo siguiente: el 78, 9% de la población afectada por hechos de violencia son mujeres entre 25 y 54 años (siendo el porcentaje más elevado el que corresponde a la franja de edades que van entre 35 y 44 años, el 31, 3%); el 10% corresponde a mujeres entre 15 y 24 años y el 11% a las que tienen 55 años o más. El 22, 8% de las mujeres que recurren a este servicio refieren que viven en un clima familiar violento desde 1 a 5 años, y el 30, 5%, desde hace 11 años o más. El 53, 9% de ellas son casadas y el 86, 2% tienen hijos.
El nivel educativo de las mujeres que consultan es el siguiente: el 4, 4% posee nivel primario incompleto; el 25, 43%, primario completo; el 21, 1%, secundario incompleto; el 30, 32%, secundario completo, y el 18, 26% posee nivel universitario. La mayoría de las mujeres declaró ser empleada y el 68, 20% de los hombres agresores fueron registrados como «ocupados laboralmente». Otros datos estadísticos[4] señalan que en la Argentina hay violencia en una de cada 5 parejas. En el 42% de los casos de mujeres asesinadas, el crimen lo cometió su pareja.
Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo difundido por RIMA (Red Informativa de Mujeres de Argentina), en Chile el 60% de las mujeres que viven en pareja sufre algún tipo de violencia doméstica, el 70% en México y en Perú, mientras que en Nicaragua el 32, 8% de las mujeres entre 14 y 19 años son víctimas de violencia física severa. En Jamaica, la policía da cuenta de que el 40% de los homicidios se producen en el interior del hogar.
Cada año se registran en la Argentina unas 6. 000 denuncias policiales por delitos sexuales, pero se considera que sólo llegan a las comisarías el 10% de los casos porque el resto no hace la denuncia. Estudios difundidos por RIMA señalan que en Puerto Rico se calcula que 7. 000 mujeres son violadas cada año y miles de niños son abusados sexualmente en sus hogares. En México, una mujer es violada cada 9 minutos; en Caracas, 20 mujeres son violadas por día y en Bogotá, 10. En Perú, el 75% de las mujeres son violadas antes de cumplir 15 años y en Ecuador, 3 de cada 10 niñas y niños han sido abusados sexualmente antes de los 16 años[5]. Estadísticas estadounidenses[6] indican que el 10% de las sobrevivientes fueron asaltadas por sus esposos o exesposos; el 11% por sus padres o padrastros; el 10%, por sus novios o exnovios; el 16%, por otros familiares, y el 29%, por amigos, vecinos o conocidos, y que una de cada 4 mujeres es violada sexualmente.
En relación con la violencia contra los niños y las niñas en nuestro país, el Programa de Asistencia Telefónica a Niños «Te Ayudo» recibió 11. 637 llamadas en 1997 referidas, en su mayoría, a abusos sexuales, maltratos físicos y emocionales. El 38, 3% de los abusos que sufren los niños y las niñas son cometidos por el propio padre; el 22, 4%, por la madre, y en el 16, 8% de los casos son ambos padres los que abusan de sus hijos e hijas. No disponemos aún de estadísticas que den cuenta del maltrato físico y/o psicológico de los hijos hacia los padres, fundamentalmente hacia la madre. Este fenómeno se ha incrementado en forma notable en los últimos tiempos, al igual que la violencia entre y contra los jóvenes.
Datos de UNIFEM citados por Lori Heise (1994) confirman que la violencia de género es un problema de salud pública, destacando que esa violencia es un obstáculo para el desarrollo económico y social porque inhibe la plena participación social de las mujeres. Los efectos de las lesiones corporales y psíquicas comprometen severamente su trabajo y creatividad. En el mismo informe se dan datos sobre la carga global de enfermedad, que muestran cómo en economías de mercado establecidas, la victimización de género es responsable de 1 de cada 5 días de vida saludable perdidos por mujeres en edad reproductiva (entre 15 y 44 años de edad). Es decir, casi un año de vida perdido por cada 5 de vida saludable. Debe tomarse en cuenta que estos datos no informan sobre niñas menores de 15 años y mujeres mayores de 44 que también hayan sido golpeadas, violadas y acosadas. También se señala que, sobre una base per cápita, la carga de salud por violación y violencia doméstica en el mundo industrializado y en desarrollo es equivalente. Pero, dado que la carga de enfermedad es mayor en el mundo en desarrollo, el porcentaje atribuible a la victimización de género es menor.
A nivel mundial, señala Heise, la carga de salud por victimización de género es comparable a la representada por otros factores de riesgo y enfermedades que ya constituyen prioridades dentro de la agenda mundial (virus de inmunodeficiencia adquirida —VIH—, tuberculosis, sepsis durante el parto, cáncer y enfermedades cardiovasculares). Las consecuencias de la violencia sobre la salud física, son, entre otras, enfermedades de transmisión sexual (ETS), embarazos no deseados, abortos espontáneos, dolores de cabeza crónicos, abuso de drogas o alcohol, discapacidad permanente o parcial. Las consecuencias para la salud mental son el estrés postraumático, depresión, desórdenes del sueño y la alimentación y resultados fatales como el homicidio y el suicidio.
Todos estos datos indican que hay que considerar urgentemente estrategias de prevención para combatir y erradicar la violencia de género. Estrategias que deben centrarse en las causas profundas del problema con el fin de ofrecer apoyo y asistencia específica alas personas afectadas y a su entorno. Será necesario, entonces, organizar espacios para la sensibilización de la comunidad en esta problemática, para el conocimiento de los derechos humanos, para la capacitación de los profesionales, de los medios de comunicación y de los funcionarios de la salud, la justicia, la política, la educación, etc., y para promover el funcionamiento de servicios especializados de asistencia, prevención e investigación en violencia de género.