En la mayoría de los casos, las antologías pretenden dar a conocer por medio de retazos selectos la obra de un autor a quienes no lo han leído. Incluso puede que intenten dispensarles de leerlo más extensamente. Pues bien, la selección de textos que propongo no responde en absoluto a estos presupuestos. Va dirigida a los que ya han frecuentado a Borges y por tanto conocen los textos más granados de su producción, que también han sido abundantemente mencionados en las páginas precedentes. Y desde luego no aspira a constituir una muestra suficiente de su arte: aquel cura de pueblo dijo en el sermón que la Virgen Santísima es como el cerdo, del que puede aprovecharse todo, y yo creo que Borges es como el cerdo y como la Virgen.
Con el pretexto de la redacción de este libro, he vuelto a leerme a Borges completo. Hace años, en mi juventud, me lo sabía casi de memoria. En el repaso he tropezado con páginas especialmente significativas que apenas recordaba ya o con otras que, pese a serme íntimamente familiares, me han vuelto a sonar a revelación intacta. De ellas está compuesta mi pequeña antología: es un florilegio de asombros personales. Algunos textos que deberían estar aquí fueron omitidos por su excesiva longitud y también he renunciado a frases o epítetos que merecen por sí solos el mármol, dado que me parece inoportuno subrayar los prodigios fragmentarios… cuando abundan demasiado. El ordenamiento de los textos sigue aproximadamente su cronología. Ahí va mi ofrenda.