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«Así no se perderá detalle de la historia», escribió Astinus…

Draaddis Vulter soltó una sarta de juramentos e, inmediatamente, dos infelices ratones se transformaron en gatos y se precipitaron a una extraña nube naranja que apareció en medio del laboratorio.

El kender había devuelto el disco de cristal al fondo de su bolsa y el Túnica Negra y su diosa se habían quedado sin visión alguna sobre los acontecimientos. El mago estaba convencido de que el ladronzuelo se había olvidado de que la tenía, pero se consideraba afortunado de que el kender la conservara. Tarde o temprano, su irrefrenable deseo de revisar sus pertenencias haría que la sacara de nuevo. Si se hubiera quedado abandonada en el suelo del laboratorio de Orander no tendrían en esos momentos modo alguno de saber hacia dónde se dirigía el grupo.

Había sido sólo cuestión de mala suerte que ya fuera de noche cuando el ladronzuelo la sacó de la bolsa y que él no pudiera averiguar dónde se encontraba. Se preguntó qué iba a hacer a continuación. ¿Se atrevería a decirle a la Reina de la Oscuridad que había visto al kender pero que no podía definir su paradero? No, eso no. A pesar de que sabía que Takhisis sólo podía atormentarlo con espejismos y visiones, sentía un terror indescriptible ante la posibilidad de que la diosa le castigara con sus alucinaciones.

—¿Había más que ver de lo que tú creías? —preguntó la diosa desde la negra esfera.

El nigromante se dio la vuelta mientras notaba que el miedo hacía que la cabeza le diera vueltas. El ojo de la Reina del Mal brillaba de forma inquietante. Ni que decir tiene que sabía que él había considerado la posibilidad de ocultarle información, pero el hecho de que no dijera nada era suficiente para no mencionar el asunto.

—Soy afortunado de que vos, mi reina, tengáis mejor visión que yo —contestó el Túnica Negra.

—El kender se dirigía hacia el este, hacia las montañas —explicó la reina—. En estos momentos no están muy al norte de donde pasaron, al extremo sur de las Vingaard.

—Veamos, primero van en dirección oeste, a través de las tierras altas; luego, giran al norte durante un corto espacio de tiempo; ¿y ahora dan la vuelta de nuevo hacia el este y regresan hacia las montañas? Esto no tiene sentido —comentó mientras analizaba la confusa trayectoria de los viajeros y negaba con la cabeza—. Por lo menos podremos poner a Kaldre sobre su pista.

—Sí. Envíale a tu mensajero —dijo Takhisis con una sonrisa.

—Debemos conseguir la piedra si hemos de hacer que el merchesti entre en el mundo —añadió el nigromante.

—Vendrá, pero no vendrá solo. —La Reina de la Oscuridad sonrió perversamente—. Cuando tengamos las dos piedras, abriremos un portal más grande y haremos que lleguen otros de su especie para que recorran todo Ansalon. En poco tiempo el caos volverá a reinar como tras el Cataclismo.

El ojo de Takhisis se retiró de la esfera, y todo el hermoso rostro de la diosa se hizo visible, mientras brillaba con una extraña luz, como si saboreara de antemano la idea de las catástrofes que se avecinaban.

—Sin embargo, para conseguirlo, tu mercenario resucitado debe apoderarse de la piedra de la kender.

—Y eso hará, mi señora. La vida le ha sido devuelta sólo para que te sirva. Además, es ambicioso, y todo lo que le habéis prometido…

—Sí, pero nada de eso se hará realidad si no se da prisa —gruñó la diosa, cuya verdadera imagen, un dragón de cinco cabezas que miraba al mago con sus crueles ojos, apareció brevemente en la esfera antes de que recobrase su forma humana—. ¿Acaso no te he explicado que la cría de merchesti crecerá? Por el momento, todavía lo hace despacio; pero cualquier día alcanzará la fase de maduración y entonces se convertirá en una criatura feroz que devorará todo lo que encuentre a su paso. Se conocen casos en los que se han comido a sus propios padres, así que imagínate lo que puede suceder con los kenders. Tan pronto como se le despierte el apetito al merchesti, esos ladronzuelos serán su primer bocado y, si en ese momento la kender tiene en su poder la piedra, podemos perderla para siempre.

—¿Cuánto tiempo falta para que empiece esa fase de crecimiento?

—No lo sé. Incluso los dioses saben poco acerca del plano de Vesmarg y las criaturas que allí habitan. Eso quiere decir que el merchesti puede madurar muy deprisa o no tanto.

—Le meteré a Kaldre toda la prisa del mundo —contestó Draaddis.

—Sí. Asegúrate de que lo entiende. El tiempo no corre a nuestro favor, Draaddis. Cada día que pasa la paz se asienta en Krynn. La desconfianza que reinó tras el Cataclismo empieza a desvanecerse. No quiero enfrentarme a un mundo unido en el momento en que regrese para apoderarme de él.

La expresión de la Reina de la Oscuridad era de ligera preocupación cuando se retiró a los confines de su negro orbe con la apariencia de un dragón de cinco cabezas.

Lo último que Draaddis Vulter vio de ella fue un amenazador hocico y los ojos implacables y crueles que lo miraban mientras se perdían en la oscuridad.

«Por lo menos, en esta ocasión no me ha torturado» se dijo, agradecido por tan insignificante favor. Sin embargo, sabía que no podría escapar a la furia de la diosa si Jarume Kaldre fracasaba.