ANTONIA.— ¡Señor…! Permitid que venga a visitaros y a ofreceros mis humildes servicios para todas las sangrías y lavativas de que tengáis necesidad.
ARGAN.— Muy agradecido, señor. ¡Juraría que es Antonia en persona!
ANTONIA.— Perdonad un instante; se me ha olvidado darle algunas órdenes a mi criado. Vuelvo al momento. (Sale).
ARGAN.— ¿No dirías que es Antonia?
BERALDO.— La semejanza es muy grande; pero no es la primera vez que esto se ha visto, y la historia está llena de casos semejantes. Son caprichos de la Naturaleza.
ARGAN.— Me sorprende y…