ANTONIA.— Señor, hay ahí un médico que desea veros.
ARGAN.— ¿Quién es ese médico?
ANTONIA.— El médico de la medicina.
ARGAN.— Te pregunto que quién es.
ANTONIA.— No lo conozco; pero se me parece a mí como se parecen dos gotas de agua. Si no estuviera tan segura de la honradez de mi madre, creería que es un hermanito con el que me ha obsequiado después de la muerte de mi padre.
ARGAN.— Hazle pasar.
BERALDO.— Las cosas te salen a pedir de boca; te abandona un médico y se te presenta otro.
ARGAN.— Temo que me has acarreado una desgracia.
BERALDO.— ¿Otra vez piensas en eso?
ARGAN.— Tengo sobre mi corazón todas esas enfermedades que no conocía y que…