PURGON.— Abajo, en el mismo portal, acaban de comunicarme muy sabrosas nuevas. Me han dicho que hay aquí quien se burla de mis prescripciones y que se han dejado de tomar los remedios que yo había ordenado.
ARGAN.— Señor, es que…
PURGON.— ¡Hay mayor atrevimiento y más extraña rebeldía que la del enfermo contra su médico!
ANTONIA.— ¡Eso es espantoso!
PURGON.— ¡Una ayuda que yo mismo me había tomado el trabajo de preparar!
ARGAN.— ¡Yo no he sido!
PURGON.— Formulada y manipulada con todas las reglas del arte.
ANTONIA.— ¡Ha hecho muy mal!
PURGON.— Y que debía producir un efecto maravilloso en el intestino.
ARGAN.— ¿Mi hermano…?
PURGON.— ¡Rechazada despreciativamente!
ARGAN.— Ha sido él.
PURGON.— ¡Es un proceder deleznable!
ANTONIA.— ¡Claro que sí!
PURGON.— ¡Un terrible atentado a la Medicina!
ARGAN.— ¿Es que…?
PURGON.— ¡Un crimen de lesa facultad para el que no hay castigo bastante!
ANTONIA.— Tenéis razón.
PURGON.— Desde ahora mismo quedan rotas nuestras relaciones.
ARGAN.— ¡Si ha sido mi hermano!
PURGON.— No quiero más trato con vos.
ANTONIA.— Haréis muy bien.
PURGON.— Y para que no quede lazo alguno entre nosotros, ved lo que hago con la donación que hacía a mi sobrino, deseoso de favorecer el proyectado matrimonio.
ARGAN.— Ha sido mi hermano el causante de todo.
PURGON.— ¡Despreciar mi lavativa!
ARGAN.— ¡Que vengan a ponérmela ahora mismo!
PURGON.— Ya os encontraríais sano.
ANTONIA.— No lo merece.
PURGON.— Os hubiera dejado limpio, haciéndoos evacuar por completo todos los malos humores.
ARGAN.— ¡Ay, hermano mío!
PURGON.— Nada más que con una docena de medicinas os hubiera hecho vaciar totalmente la bolsa de bilis.
ANTONIA.— Es indigno de vuestros cuidados.
PURGON.— ¿Pero puesto que no queréis que os cure…?
ARGAN.— ¡Yo no he tenido la culpa!
PURGON.— ¿Puesto que os habéis substraído a la obediencia que el enfermo debe a su médico…?
ANTONIA.— Eso pide venganza.
PURGON.— ¿Puesto que os habéis declarado en rebeldía contra mi tratamiento…?
ARGAN.— ¡De ningún modo!
PURGON.— Vengo a declaraos que os abandono a vuestra pobre constitución, a la intemperancia de vuestras entrañas, a la corrupción de vuestra sangre, a la acidez de vuestra bilis y a vuestros malos humores.
ANTONIA.— ¡Muy bien hecho!
ARGAN.— ¡Dios mío!
PURGON.— ¡Antes de cuatro días habréis llegado a una situación incurable!
ARGAN.— ¡Misericordia!
PURGON.— ¡Caeréis en la bradipepsia!
ARGAN.— (Suplicante). ¡Señor Purgon!
PURGON.— De la bradipepsia, en la dispepsia.
ARGAN.— ¡Señor Purgon!
PURGON.— De la dispepsia, en la enteritis.
ARGAN.— ¡Señor Purgon!
PURGON.— De la enteritis, en la disentería.
ARGAN.— ¡Señor Purgon!
PURGON.— De la disentería, en la hidropesía.
ARGAN.— ¡Señor Purgon!
PURGON.— De la hidropesía, en la extinción de la vida, a lo que os habrá conducido vuestra locura. (Sale).