―Así pues, ¿sostienes que aparecí esa noche en Imchouk, cerca del uadi, y que desperté tu jardín secreto en dos tiempos y tres caricias? ―concluyó Driss, con la cabeza apoyada en mi ombligo y sus manos paseándose a lo largo de mis muslos, transcurrido un siglo desde la Anunciación― Después de todo, ¿por qué no? Cada cual recibe, un día u otro, una señal que le informa sobre su destino. Pero ¿soy yo realmente el tuyo, mi tierno albaricoque? A Ibliss, el mentiroso, le encanta confundir las pistas y disfrazar las verdades.