A guisa de respuesta al jeque Nefzaui

Yo, Badra bent Salah ben Hassan el-Fergani, nacida en Imchouk bajo el signo de Escorpio, que calzo un treinta y ocho y pronto coronaré la cincuentena, declaro lo siguiente: me trae sin cuidado que las negras tengan el coño sabroso y profesen una obediencia total; que las babilonias sean las más deseables y las damascenas las más cariñosas con los hombres; que las árabes y las persas sean las más fértiles y las más fieles; que las nubias tengan las nalgas más redondas, la piel más suave y el deseo ardiente como una lengua de fuego; que las turcas tengan la matriz más fría, el temperamento más huraño, el corazón más rencoroso y la inteligencia más luminosa; que las egipcias tengan el habla suave, la amistad grata de cultivar y la fidelidad antojadiza.

Declaro que me importan un comino tanto los corderos como los peces, tanto los árabes como los rumís, tanto Oriente como Occidente, tanto Cartago como Roma, tanto Henchir Tlemsani como los jardines de Babilonia, tanto Galilea como Ibn Battouta, tanto Naguib Mahfouz como Albert Camus, tanto Jerusalén como Sodoma, tanto El Cairo como San Petersburgo, tanto san Juan como Judas, tanto los prepucios como los anos, tanto las vírgenes como las putas, tanto los esquizofrénicos como los paranoicos, tanto Ismahan como Abdelwahab, tanto el uadi[1] Harrath como el océano Pacífico, tanto Apollinaire como Moutannabi, tanto Nostradamus como Diop el morabito.

Puesto que yo, Badra, declaro no tener otra certeza que esta: soy yo quien tiene el coño más precioso de la tierra, el mejor dibujado, el más opulento, el más profundo, el más cálido, el más baboso, el más ruidoso, el más perfumado, el más cantarín, el más aficionado a las pollas cuando las pollas se yerguen cual arpones.

Me autorizo a decirlo ahora que Driss ha muerto y que lo he enterrado, bajo los laureles del uadi, en Imchouk la impía.