«Loado sea Dios, que creó las vergas erectas como lanzas, para guerrear en las vaginas […]. Loado sea Aquel que nos concedió el don de mordisquear y de chupar los labios, de pegar muslo contra muslo y de depositar nuestras bolsas en el umbral de la puerta de la Clemencia».

Jeque O. M. Nefzaui,

El jardín perfumado