Seguramente el trasvase Tajo-Segura es la obra de ingeniería hidráulica más importante de España. Transfiere agua de Castilla-La Mancha a Murcia. Si el pantano donde se recoge el agua del Tajo está por debajo de los doscientos cuarenta hectómetros cúbicos no se puede enviar agua al Levante, ni siquiera para consumo humano. La obra se concluyó en 1979, pero la Junta de Castilla-La Mancha quiere cerrarla en el año 2015. Así que para entonces habrá otra bronca autonómica más.
Otro proyecto, este sin construir, el del trasvase del Ebro, para llevar agua desde la cuenca aragonesa a Valencia, Murcia, Almería y Barcelona, fue derogado en 2004, en una de las más tempranas medidas de la primera legislatura del gobierno de Zapatero.
¡Vaya! Pero en esto viene la sequía de Barcelona de 2007, la más dura de los últimos setenta años. En un despacho de la Ciudad Condal, Contreras sudaba como un pollo. En el periódico, aparte de las noticias del gobierno tripartito, se anunciaban cortes de agua en días no consecutivos. Y eso que Cataluña es de las regiones españolas donde el consumo medio de agua por hogar es de los más bajos. Aun así, no había sido suficiente.
—¿Qué, Contreras? ¿Qué ha pensado? ¿Cómo salimos de esta?
Las preguntas de su superior no admitían vacilaciones.
—No es posible otra forma que haciendo un trasvase desde el delta del Ebro, pasando por Tarragona, donde ya cogemos agua para los regadíos, y luego hasta Barcelona.
—Pero vamos a ver, Contreras, que le he dicho que ya se derogó el trasvase… Bastante manía nos tiene todo el Levante como para que nos dejen hacer un trasvase que también ellos pidieron.
—Ya, jefe, el truco está en no nombrar a la bicha. Si en vez llamarle trasvase se le llama derivación, conducción… y si insisten en que eso es trasvase pues decimos «que no, que es mentira», y si la cosa se pone fea pues «lo tuyo sí que es un trasvase», o «rebota y en tu culo explota»…
—Apuntada, se lo pasaré a Montilla. Deme otra alternativa.
—Llenar barcos con tanques con agua del Ebro o de Francia y mandarla a Barcelona.
—Contreras, no me queda otra alternativa que agarrarme a lo que usted me dice, pero como no salga bien le enviaré de vuelta a hacer inspecciones de panales de abejas y hasta que no me encuentre una que tenga las franjas blaugranas por aquí no aparezca.
Contreras no volvió a hacer inspecciones. La realidad que vino después no superó mucho a esta ficción. El informe de la Generalitat definió la operación como «conexión de sistemas dentro de la misma demarcación hidrográfica» y la ministra de Medio Ambiente de entonces, Elena Espinosa, que dio el visto bueno a la operación, dijo: «No es ningún trasvase, lo reitero y estoy dispuesta a explicárselo a quien quiera entrar en temas más concretos». El presupuesto de la obra, de 180 millones de euros, lo asumía el Estado. Aparte de «esto» (como no podemos decir «trasvase», ni «chiquitrasvase», «trasvasito» o «minitrasvase», para evitar problemas, lo denominamos «esto»), también se fletaron buques, con agua del Ebro y Marsella, con un presupuesto de 22 millones de euros. Pero he aquí que cuando se inician las expropiaciones para construir «esto» empieza a llover tanto que el mes se convierte en el mayo más lluvioso de los últimos cincuenta años, con desbordamientos, inundaciones, etc. Es entonces cuando «esto» es derogado. Después de este paripé uno tiene la sensación de que la naturaleza monta estas brumas para echarse unas risas jugando con nosotros.
La derogación del trasvase del Ebro en 2004 supuso que el agua del Levante vendría por otro lado, por las desaladoras. Es decir, convertir el agua de mar en agua dulce. Contamos lo que le pasa a la mayor desaladora de Europa, y así se puede hacer una idea de cómo está este plan. Está en Torrevieja-Alicante y es capaz de generar ochenta hectómetros cúbicos al año. Para cualquier país sería un motivo de orgullo. En cualquier país menos el nuestro, en el que el enemigo es el que tenemos al lado, y a este ni agua, literalmente, porque reconocer soluciones alternativas al trasvase sería claudicar.
El gobierno central pagó la infraestructura, con un coste de 300 millones de euros. La obra está lista, incluso con las macetas del jardín de la entrada puestas. Sin embargo, la Generalitat de Valencia, que es quien tiene la competencia en Medio Ambiente, no da la autorización para que empiece a funcionar, una petición que ya se cursó en agosto de 2007. Además le falta el permiso, solicitado en 2009, para el conducto que cogería agua del mar. Este lo da la Dirección General de Puertos, que también depende de la Generalitat. Al final, las competencias que el ministerio cedió tan alegremente son las que se le vuelven en su contra. El mismo camino que esta obra de ingeniería llevan las otras cuatro en venganza por no autorizar el trasvase que pide la Generalitat, desaladoras construidas en suelo valenciano. Ellos se pelean y usted pone el dinero.
Imagínese a un inspector de desaladoras de la consejería de Economía, Industria y Comercio de Valencia:
—Uy, uy, aquí este lavabo no puede estar. ¡Pero bueno, la altura de los botones del ascensor! Fatal. Por cierto, el sonómetro que han utilizado para medir el impacto acústico que producen los motores… —Contreras duda mientras pasea con el empleado que le enseña la instalación, y apunta—. Por cierto, ¿ha pasado por el servicio de revisión metrológica de la consejería de acuerdo a la resolución 2008/15023?
—Me figuro que sí.
—¡Me figuro! —Aquí es cuando Contreras saca lo peor de sí mismo—. Pero, exactamente, ¿qué tipo de revisión metrológica, la del sonómetro, quizá la del sonómetro integrador-promediador, o puede que la del calibrador sonoro?
—Pues… hombre, creo que… lo importante es que la instalación no haga ruido… ¿no?
—Oh, oh, como sigan en esa actitud con cierto tufillo antitrasvase me da la impresión de que… No sé yo, no sé yo cuando se puede abrir esto.
—Si yo no he dicho nada de trasvase.
—Pero lo ha pensado, que es lo que importa.
Quizá el agua haya sido de las pocas oportunidades de unir a nuestras autonomías. Asumámoslo, el lío en que nos hemos metido con el desmesurado aparato administrativo que hemos creado tiene difícil solución, a no ser que la Unión Europea nos rescate de nuestra propia red de infraestructuras, la trampa en que se ha convertido este surrealista organigrama. Si, al menos, dejáramos tranquila a la naturaleza…
Eso es algo fundamental. Decía Lao Tse que gobernar un país es como gobernar una gran familia. Estamos convencidos de que todos, los de una comunidad y otra, los de este partido o aquel, están de acuerdo en que lo único que quieren es el bienestar de sus hijos y de sus futuros nietos. Si seguimos así, los errores no se solucionarán tan fácilmente como se tacha un párrafo en un folio o publicando una ley en un boletín oficial… La mayoría de estas equivocaciones no tiene vuelta atrás, porque nuestros ríos, nuestros montes, nuestros animales es lo único que dejaremos en herencia, y este legado no entiende de fronteras nacionales ni autonómicas. No nos lo carguemos con un aparato gubernamental tan absurdo como el nuestro.