Pollo en la pollería

Como bien sabe, la Policía Nacional tiene competencias exclusivas en toda España en materia de extranjería. Al tenerlas solo un cuerpo es mucho más fácil saber quién entra y quién sale, y conocer quién está en situación irregular. El caso es que dos policías de la Brigada de Extranjería y Documentación de Barcelona, junto con una subinspectora del Ministerio de Trabajo, estaban realizando una inspección en una pollería de Lleida donde trabajaba una mujer de nacionalidad ecuatoriana. La suerte fue que la propietaria de la pollería era madre de un mosso. «Para qué queremos más», que diría la nuestra. La señora llamó a su hijo, que se presentó en la tienda y, según consta en las diligencias, les dijo que «no reconocía la autoridad de esos policías» y les exigió que no se fueran hasta que no aparecieran los refuerzos que había solicitado de los mossos. Los policías no le hacen caso y, cuando se meten en el coche, el mosso tira al suelo a uno de ellos y le agrede con una porra extensible. En muchos cuerpos de policía su uso está prohibido o muy restringido por el destrozo que hacen. Íbamos a hacer el chiste fácil de que al ver eso a los pollos se les puso la piel de gallina, pero al enterarnos de que el policía sufrió un traumatismo cervical… de bromas, nada.

Estos casos son de los pocos que trascienden a la prensa. La consigna política es dar una imagen de coordinación ante el ciudadano. Así, uno siempre cree que las fuerzas de seguridad pública funcionan como en Fuenteovejuna, todas a una, con un corporativismo como el de «¡a mí la legión!». Pero no está tan claro. Más bien se percibe cierto pique de las policías autonómicas con la Guardia Civil o la Policía Nacional. Si no, no se puede entender la sentencia 108/07 de un juicio rápido de faltas en Sabadell. Condena a un tal Cristian al pago de una multa de 180 euros. ¿Qué había hecho? Al paso de un coche de los mossos había gritado: «¡Viva la Guardia Civil!». Miramos las dos hojas de la decisión judicial: no pasó nada más. Los cuatro mossos lo entendieron como algo «despreciativo-vejatorio». ¿Qué necesidad tenías, Cristian? Las cosas están calientes y tú chinchando. Lo interesante del caso no es que hubiesen reprendido a Cristian in situ, alegando algo como: «¿Qué tiene la Guardia Civil que no tengamos nosotros?», sino que hubiesen seguido adelante con el atestado y el juicio. No duden que eso supone un papeleo considerable y muchas horas de trabajo. Son prioridades que llaman la atención cuando Barcelona está considerada por periódicos tan prestigiosos como The Times, en octubre de 2011, como la ciudad del mundo donde hay que tener más cuidado con los carteristas.