Más dinero por lo mismo

Una familia andaluza no paga ni un euro por los libros de sus hijos. Se los entregan en el centro y los devuelve al final del curso. En Asturias más o menos el 50 por ciento del alumnado puede acceder a las subvenciones de 104 euros en primaria y 140 en secundaria. En Cantabria es lo mismo, pero ofrecen 120 y 170 euros respectivamente a las familias. Eso sí, se estima que llegan a un 75 por ciento del alumnado. En Castilla-La Mancha son gratis totalmente. En Galicia nada de nada: Feijóo, su presidente, llegó y suprimió el sistema de préstamos.

¿Por qué todos estos datos? Porque el gasto medio de cualquier familia con un hijo en período escolar supone 700 euros al inicio de curso. Así que, otra vez, depende de donde viva usted para que se rasque más o menos su bolsillo por lo mismo. Ello a propósito de un derecho fundamental como es la educación.

No solo son los libros. Los horarios y el calendario escolar tienen mucho que ver. Pongamos un caso práctico: Miguelito vive en Asturias, tiene cuatro años y sus dos padres trabajan en horarios complicados. Comienza el colegio el 12 de septiembre y lo acaba el 20 de junio. María tiene la misma edad pero vive en La Rioja. Sus dos papás también trabajan todo el día. Su curso comienza el 8 de septiembre y acaba el 25 de junio. He aquí la diferencia, aparte de que la formación será menor en un sitio que en otro, los padres de Miguelito tendrán que gastarse el dinero en alguien que le cuide esos diez días de más que no tiene colegio, un gasto extra por vivir en la comunidad donde más tarde comienza el curso y donde antes acaba.

Eso en los colegios públicos. ¿Pero qué pasa cuando tiene que elegir un concertado sí o sí? Es el caso de Pedro, un vecino del barrio de Ciudad Lineal, en Madrid. No tiene familia que se pueda hacer cargo del pequeño de ocho años cuando él tiene que viajar y su mujer tampoco puede desatender sus obligaciones laborales. Por eso ha tenido que escoger un colegio concertado que le cuesta 50 euros al mes, porque el público que les toca no tiene horario ampliado, es decir, la opción de poder dejar a su hijo antes de las nueve de la mañana, que es la hora de entrada. En el concertado sí que les permiten dejarlo a las ocho, eso sí pagando, cómo no, un poco más de los 50 euros mensuales.

Lo de los colegios públicos que corresponden por zona y los concertados es una ciencia casi de ficción. Aquí las demarcaciones municipales pueden jugarnos una mala pasada. Una familia de Entrepinos, en la urbanización del municipio de Simancas, en Valladolid, contaba que meter a sus hijos en un centro le ha supuesto un quebradero de cabeza monumental: «Si la admisión la rige la Junta de Castilla y León, ¿por qué se separa por municipios? Un alumno que viva en la zona 5 de Valladolid tiene, entre centros públicos y concertados, más de dieciocho colegios para elegir. Nosotros, que vivimos enfrente, no pertenecemos a esa zona, sino a Simancas; tenemos los colegios enfrente, pero no puedo llevar a mis hijos. El colegio que me corresponde está a treinta minutos de viaje. Eso el colegio público. Si quiero llevarlos al concertado que me toca y está más cerca, es uno extremadamente religioso y ahí no los quiero llevar».

No les gusta la ideología del centro, ni que separen a los alumnos por razón de sexo. Pero además no quieren pagar más por culpa de que administrativamente la división territorial está como está. Esta situación se da en muchos otros lugares. Lo que está haciendo la gente es empadronarse en otros municipios, en casas de amigos y familiares, para optar a una plaza donde les interesa.

Una mujer de una localidad cercana a Badajoz nos decía lo siguiente: «Yo he tenido que empadronarme en casa de mis tíos, que viven a cuarenta minutos en coche de un centro que yo tengo cruzando la calle, para poder llevar a mi hijo ahí. ¡Me tengo que empadronar en otra casa diferente a la mía para acudir a un centro que tengo al lado de mi casa! No lo entiendo. Y encima las plazas están muy solicitadas, hay vecinos que están contratando a detectives privados para destapar empadronamientos falsos, me siento como una delincuente, pero si no va a ese colegio yo no llego al otro, y tendría que dejar mi trabajo».

Esto se ha convertido en una película de suspense, con detectives de por medio, con situaciones delictivas… Esto es lo que pasa entre localidades dentro de una misma comunidad; entre autonomías diferentes, ya se puede imaginar.