Pastillas, pastillas… tengo pastillas

Es una noche oscura en una ciudad cualquiera, por ejemplo de Galicia. El único sonido que rebota en las paredes de las calles es el chisporroteo de los neones del club Blue Moon. Poco a poco se desliza por la calzada mojada el sonido acompasado de unos pies que se arrastran. Es un anciano armado con un peligroso bastón. ¡Atención! La punta está chapada en metal, lo que le aporta aún más dureza. Apenas lo levanta del suelo, pero no hay que confiarse. ¡Un momento! Su sombra se une con la de otro. Um, esto no nos gusta. Parece que se reúne con un miembro del grupo enemigo… Ahora se le ve mejor… Confirmado: es uno de esos activistas de la tercera edad. Sus cuchicheos cortan el silencio nocturno como una lluvia de cuchillos afilados. La cosa empieza a ponerse fea. Afinamos el oído:

—¿Qué me has traído, Demetrio? —pregunta el anciano que esperaba—. Te noto nervioso, ¿te ha seguido la policía? ¿O es que te has hecho un doble agente de la consejería? ¡Habla! Si lo pasaste mal en el 36 lo que te haré será mucho peor…

—No te pongas nervioso, Aurelio, por favor, que es el párkinson. Te he conseguido unas pastillas para la artrosis muy, muy ricas. A mitad de precio que en tu farmacia. Mira, estas otras para la tensión son de no te menees…

—Buen chico, Demetrio. ¿Ha habido problemas?

—No. Como de costumbre me he cogido el coche de línea, he cruzado la frontera autonómica y las he comprado en la primera farmacia que he visto.

De momento, es una broma hablar de tráfico de medicamentos, pero como sigan así las cosas, piense: ¿qué personaje se pide para dentro de unos años, Demetrio o Aurelio?

Como no podía ser menos, también cada comunidad autónoma regula su sector farmacéutico. Cuando usted va a comprar un medicamento recetado por el médico, parte corre de su bolsillo y parte va a cuenta de su comunidad. Dentro de unos límites, eso sí. El Estado se reservó, a través de la Dirección General de Farmacia y Productos Sanitarios (DGFPS), la competencia de fijar precios para que accedamos en iguales condiciones a los medicamentos. Con esto se quiere evitar que dentro de nuestro país haya tráfico de fármacos. Sin llegar a este extremo, ha habido episodios que dan qué pensar. En noviembre de 2006 la Comunidad Valenciana anunció que no pagaría las recetas de medicamentos firmadas en otras autonomías. La Generalitat Valenciana arguyó que se estaba dispensando un número muy importante de medicamentos a geriátricos de localidades fronterizas. Esos fármacos se iban a ciudadanos que no son valencianos y, por tanto, también se iba parte del dinero con el que la Generalitat Valenciana subvenciona sus medicinas.

La actual crisis económica, en cualquier caso, ha hecho que esa igualdad de la que hablábamos antes empiece a hacer aguas. Galicia, por ejemplo, excluye de su listado de medicamentos financiados cuatrocientos veintisiete fármacos que sí son subvencionados en el resto de España. La medida se recurrió en el Tribunal Constitucional y está a la espera de sentencia. Andalucía, por otro lado, quiere sacar a concurso público las medicinas más demandadas, para que sea el laboratorio farmacéutico que las fabrique más baratas quien se encargue de proveerlas. El ministerio, de momento, deja hacer.

Muchas de las comunidades tienen su propia Comisión de Evaluación de Medicamentos, que decide cuáles son apropiados o no, o cuáles saca de las farmacias para que sean administrados exclusivamente en los hospitales. De esta forma dibujan su propio mercado farmacéutico. Esto de su propia Comisión de Evaluación recuerda la anécdota de Arzalluz que contamos páginas atrás. Quizá la misma aspirina para el dolor de cabeza no siente bien al andaluz y al riojano le vaya de miedo. El caso es que estas comisiones nos dan idea de los pasillos tan grandes que puede tener la Administración.

Si elegimos una consejería al azar, la de Valencia por ejemplo, veremos cómo dentro de ella está la Dirección General de Farmacia y Productos Sanitarios y dentro de esta, comisiones y comités diversos. Alto, hagamos una pausa para recordar la escena del camarote de los hermanos Marx. Téngala ahora presente porque allá vamos. Abramos la puerta de comisiones y comités de la Dirección General de Farmacia, a ver cuáles son. Se nos echan encima el Comité Evaluador de Reacciones Adversas a Medicamentos; la Comisión de Catalogación de Productos Sanitarios a Efectos de Sistema de Vigilancia de Productos Sanitarios; la Subcomisión de Sillas de Ruedas Eléctricas; el Comité Asesor de Adquisición de Productos de Osteosíntesis; la Comisión Ejecutiva Reguladora de la Prestación Ortoprotésica; el Comité Asesor para el Tratamiento de la Espina; la Comisión de Seguimiento del Convenio suscrito el 10 de marzo de 2009 con la Agencia de Salud; el Comité Asesor para la utilización de la Hormona del Crecimiento y Sustancias Relacionadas; el Comité Asesor para la utilización del interferón ß en el tratamiento de la esclerosis múltiple… Son cuatro renglones donde explican un acuerdo sobre diabéticos. Si no se cree lo que le decimos, consulte la página web de la Generalitat.

Respiramos hondo y continuamos: la Comisión Mixta Central de Seguimiento (así, sin más); la Comisión Mixta de Seguimiento del Convenio TOD; el Comité Autonómico de Estudio; la Comisión de Seguimiento del Concierto AERTE; la Comisión de Seguimiento del Concierto RENOVA… Quédese tranquilo. Lo hemos comprobado: no han creado una comisión para el papel higiénico. Pero también están la Comisión de Baremación de Adjudicación de Nuevas Oficinas de Farmacia; la Comisión de Actualización del Mapa Farmacéutico; la Comisión Paritaria del Convenio… En fin, nos rendimos, no podemos más. Si con lo que se le ha caído encima no ha tenido bastante, le podemos abrir el camarote de otras comunidades… y esto sí que es una realidad.

Hasta el presidente de los farmacéuticos hospitalarios, don José Luis Poveda, reconoce la falta de equidad de acceso a medicamentos según la comunidad autónoma de residencia. En los hospitales la selección de fármacos a comprar no es la misma y depende de cada autonomía: «Esta fragmentación provoca que se encuentren sujetos afectados por una misma enfermedad que acceden o no a su medicación en función del lugar donde residen», explica. Un sanitario, trabajador de un hospital de referencia nacional en lesiones medulares, nos cuenta que en ocasiones se encuentra con «pacientes que, una vez que regresan a su comunidad de origen, dependiendo de cuál sea, se les proporcionan o no elementos tan vitales como respiradores, o piezas de marcapasos. Si no se lo proporcionan, al final el paciente se compra una de su bolsillo, y si no le llega, va tirando con lo que le proporcionamos en el hospital».