Siguiendo el habitual camino de la vida y los sabios consejos de su pediatra, el bebé recién nacido ya ha crecido y madurado. En el intervalo ha desarrollado una enfermedad tan conocida como la diabetes. Las personas que padecen este trastorno endocrino deben inyectarse insulina una media de sesenta y seis veces al mes, pues de no hacerlo morirían. Supongamos que tiene fijada su residencia en Canarias. Bueno, también servirían Murcia o Valencia. En cualquiera de los tres casos habrá sido afortunado, porque según un estudio del Consejo de Enfermería y de la Federación de Diabéticos, en esos tres lugares se entregan las agujas necesarias para el tratamiento de la enfermedad. En otras comunidades se quedan cortas y es necesario reutilizarlas. Sí, ha oído bien, y eso a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja la reutilización y se reafirma en una política consistente en suministrar jeringas y agujas autodestruibles.
Un diabético debe controlarse diariamente los niveles de azúcar en sangre. Para ello es imprescindible el uso de las llamadas tiras reactivas. Pues bien, en Andalucía, Canarias, Galicia y Valencia basta con acercarse a una farmacia para obtenerlas. En el resto de comunidades es necesario desplazarse hasta un centro sanitario. Una vez allí su suerte depende de nuevo de la zona en la que viva. En Murcia le darán noventa y cinco tiras reactivas, en Aragón, cuarenta menos.
Puede que, con suerte, ese bebé maduro sea una persona sanísima, de las que apenas pisan un consultorio médico. Aun así, de lo que no hay duda es que también le llegará su día. La forma más probable será por un infarto agudo de miocardio. Las estadísticas la confirman como la principal causa de muerte en el mundo, tanto en hombres como en mujeres. El caso es que las graves secuelas del episodio se pueden evitar con una técnica llamada angioplastia primaria. Se tiene que hacer muy rápidamente e impide la obstrucción de la arteria coronaria mediante la aspiración del trombo y la implantación de un stent, una especie de malla metálica, que impide el estrechamiento de la arteria. Pues bien, toda esta explicación técnica es para contar que, según un estudio de la Sociedad Española de Cardiología, esta técnica vital no está igual de desarrollada en unas comunidades que en otras. En otras palabras: si le da un infarto en Navarra (cuatrocientas diez angioplastias por cada millón de habitantes) tiene más posibilidades de salvarse que si le sucede, por ejemplo, en Valencia (ciento veintidós angioplastias por cada millón de habitantes). Nada como asegurarse de que lo que nos tenga que ocurrir nos pase en el lugar adecuado.