Pagar para que vengan

El presidente de Ryanair, Michael O’Leary, admitió que la suya era una «compañía oportunista» que va donde consiga un mejor trato. Y así se mueve: si cierra la línea que tenía en el aeródromo vitoriano de Foronda, se va al de Santander, que es donde le dan ayudas.

Al final se beneficia de nuestra característica y casi suicida rivalidad regional. La conversación entre el asesor y el consejero de turno bien podría ser esta:

—Jefe, según esta estadística, la comunidad vecina ha recibido un millón de visitantes a través de su aeropuerto.

—¿Y el nuestro, Contreras?

—De momento ninguno, pero siempre tenemos la esperanza de que algún vuelo que pase por aquí cerca tenga que hacer un aterrizaje de emergencia…

—Hum… con la pasta que nos hemos dejado… —meditaría el consejero que, finalmente, dictaría sentencia—. Habla con una compañía de esas de bajo coste. Di que le damos 9 millones de euros si aterriza aquí y, así, que ponga los billetes a cuatro duros.

La conversación anterior no ha existido, al menos, no con estas palabras, pero el resultado es el mismo.

No hemos encontrado cifras globales de las subvenciones que pagan las comunidades a estas compañías. Pero lo mejor de todo, no se lo pierda, es que estas empresas, con el dinero de las ayudas que todos les pagamos vía impuestos y con unos billetes más bajos, están echando a compañías españolas de nuestros aeropuertos principales, que no necesitan pagar a nadie para que aterricen. Así nos encontramos con que en El Prat o en Barajas ya les ganan en posiciones por sus precios mucho más bajos. Tanto es así que Ryanair es ya la aerolínea que más pasajeros mueve en España, por delante de Iberia. Pero no se pierda lo mejor, estas ayudas serían fácilmente corregidas. En el caso de Ryanair, España supone un tercio de su negocio. ¿Qué pasaría si todos los aeropuertos negociaran en bloque? La posición de fuerza cambiaría. Se acabarían, como señalan fuentes del sector, «las subastas entre todas las comunidades de sus ayudas públicas». Pero, como es natural, cada comunidad va por su lado y al final todas pierden.

Es decir, el «divide y vencerás» se conjuga en pasado en España. «Ya están divididos, así que has vencido». Eso es lo que deben pensar los que vienen a hacer negocios aquí. Pero agárrese que vienen curvas. Imagine lo que se avecina con el nuevo plan aeroportuario. La casi totalidad de los aeródromos seguirán siendo propiedad de AENA, pero serán gestionados por una empresa privada. Las decisiones importantes las tomará un órgano compuesto por el Ministerio de Fomento, la comunidad autónoma, el ayuntamiento y las entidades locales (cámaras de comercio, etc.). ¿Se imagina la que se puede montar para tomar una decisión en cada una de esas reuniones? No entramos en el coste de dietas y sobresueldos de los consejeros. ¿Y si cada uno es de un color político? Entonces, ante ese río revuelto, la posición de fuerza de la aerolínea será tal que sacará cualquier cantidad en subvenciones.

Nuevamente, ha tenido que ser alguien de fuera el que tome cartas en el asunto. Viendo que estas subvenciones iban camino de extenderse en Francia tanto como lo están en España, la aerolínea franco-holandesa Air France-KLM ha denunciado estas prácticas al Departamento de la Competencia de la Unión Europea.