—Oye, Eustaquio, que dice Anselmo que es más inteligente que tú.
—¿Ah, sí? ¿Y cuántos kilos levanta?
Cambie los nombres propios del chiste por los de cualquier comunidad autónoma y la pregunta por «¿cuántos aeropuertos tiene?». Es el resumen del provincianismo de «Villarriba y Villabajo» que dirige la construcción de infraestructuras. Por ejemplo, que Villarriba sea Huesca y que el papel de Villabajo lo desempeñe Lleida. Las dos construyeron un aeródromo en los Pirineos para llevar esquiadores a sus respectivas estaciones de esquí.
El aeropuerto de Huesca (cincuenta mil habitantes) está a setenta y tres kilómetros del de Zaragoza. Costó más de 40 millones de euros y se inauguró en abril de 2007. Sus poco más de veinte empleados no ven un vuelo comercial desde hace cerca de un año. En 2010 perdió 4 millones de euros. La instalación funcionaba poco más de tres meses al año para subir esquiadores desde Madrid y Coruña, a unos 200 euros el billete. Y eso que, como ya es habitual, la comunidad autónoma, en este caso la aragonesa, tuvo que subvencionar a una aerolínea para que volase desde allí y trajese pasajeros. Sin embargo, ni pagando los billetes funcionó y ahora el aeropuerto languidece sin vuelos. Algún cargo diría que somos catastrofistas, porque en el mes de septiembre de 2011 tuvieron un crecimiento de pasajeros espectacular de un 400 por ciento. Ese mes hubo cuatro personas que volaron, no se sabe a dónde ni en qué compañía, frente a ninguna en todo el mes de agosto.
A ochenta kilómetros del aeropuerto de Villarriba (Huesca) y a poco más de una hora del aeropuerto internacional de El Prat, se construyó en Lleida el de Villabajo, por el módico precio de 95 millones de euros. El aeródromo, que pertenece a la Generalitat, empezó a funcionar en febrero de 2010. «En el siglo XXI, si no tienes un aeropuerto, no existes. Los Alpes tienen más de un 50 por ciento de visitantes extranjeros y los Pirineos solo un 3 por ciento: si los Pirineos no tienen un aeródromo, no existen». Lo dijo Oriol Balaguer, director general de Puertos y Aeropuertos de la Generalitat catalana. En sus pistas transitaban tres aerolíneas: Pyrenair, que al poco tiempo de abrir la ruta la canceló; Vueling, con participación mayoritaria de Iberia, y Ryanair, que empezó en abril. Pero la low cost irlandesa decidió dejar de volar allí en junio de 2011. No le subvencionaban más. Hasta ese momento le daban 20 euros por pasajero, pero pidió 60 y, aparte, 2,2 millones de euros al año, en vez los 600.000 que recibía. En palabras de la Generalitat, se «sentían chantajeados». Para dar más actividad al aeropuerto de Lleida, Vueling creó el trayecto hasta Barcelona, situada a ciento sesenta kilómetros. El primer vuelo vendió dos billetes (no hemos podido confirmar si eran la mujer y el hijo de algún consejero). La compañía, viendo el dispendio de combustible que suponía, prefirió cambiárselos por dos billetes de AVE. A partir de ahí, crecieron un 200 por ciento: de dos se pasó a cuatro pasajeros, y esa fue la ocupación media. Vueling dejó de volar a Lleida. Hasta registraban dos vuelos semanales a Palma de Mallorca: viernes y domingo. Si ve a gente por sus pasillos fuera de esos días son los vecinos del cercano pueblo de Alguaire, que se acercan, cargando con su ordenador, para conectarse gratuitamente a la wifi. Pero una luz de esperanza nació en enero de 2012. Desde entonces el aeropuerto tiene un acuerdo con una compañía chárter británica para transportar a turistas en invierno. El turoperador los trae en avión hasta Lleida y después se los lleva por carretera a dormir, esquiar y comprar a… Andorra. ¡Qué buen negocio! Para los andorranos, claro.