Otro de los retiros dorados de los políticos son los puestos internacionales. Bibiana Aído cogió la maleta cuando fue colocada como asesora en una agencia de la ONU para mujeres. Un lugar donde curiosamente España es con diferencia el mayor donante, con 22 millones de dólares. ¿Sabe cuánto dona Francia, que es uno de los países que más dinero da? 284.000 dólares.
Qué curioso, poco antes estuvo en ese organismo Inés Alberdi, ex-candidata a la Comunidad de Madrid por el PSOE en 2003. Eso sí, el currículum de esta veterana socióloga no tiene nada que ver con el de Bibiana. Imagine entonces el mosqueo de los diplomáticos de carrera, con una de las preparaciones más duras, cuando ven los puestos a los que acceden políticos como Bibiana Aído, que ni siquiera se defiende en inglés. Es de imaginar que alguien del Ministerio de Asuntos Exteriores habrá pensado en eso. Quizá lo haya comentado así:
—Oiga, jefe, que Bibiana Aído, nacida en 1977, la única experiencia que tiene antes de ser ministra es en Andalucía, en la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco.
—A ver, Contreras, ¿cuánto lleva en el partido?
—Hombre, la verdad, lleva en el partido desde los dieciséis años, y ha tenido algún puesto político en Cádiz, donde su padre ostentaba la alcaldía de Alcalá de los Gazules. Además, su nivel de inglés no es que sea bueno, ya lo dejó claro en una videoconferencia con Nicole Kidman en 2008… Apenas pasó del jaguar yu (How are you?: ¿cómo estás?).
—Pero Contreras, ¿por qué te crees que la mandamos a la ONU? Pues para que practique —respondería el cargo político—. Nosotros creemos en la formación de nuestro cuadro de mandos.
Todos estos casos dan para un corrillo de sillas en la puerta mientras se toma el fresco o para un programa de cotilleo. Optemos por lo primero. Como siempre todos los datos son reales, aunque superen a la ficción:
—Oye, Charo, ¿te has enterado de lo de Joan Clos, el que estuvo en el Ayuntamiento de Barcelona? ¿Tú sabías que estudió medicina y que fue el alcalde de Barcelona de 1997 a 2006?
—Claro que sí, Dolores. Que luego le hicieron ministro de Industria, quitando a Montilla, que se fue a la Generalitat.
—Bueno, pues cuando se acabó lo del ministerio le nombraron embajador en Turquía.
—Anda, yo creía que solo iban los que habían estudiado la carrera diplomática.
—Qué anticuada eres: eso ya no se lleva, mira lo bien que le sentaba el traje de gala de embajador en la Santa Sede a Francisco Vázquez, el ex-alcalde de La Coruña. Bueno, pues el caso es que los catalanes querían poner a Joan Clos en la embajada en Marruecos, pero Chaves, que era el que mandaba en Andalucía, dijo que por aquí y puso en la embajada a su ex-consejero de agricultura, Luis Planas.
—¿Qué me dices, Charo? ¿Y este tampoco era diplomático de carrera?
—¡Qué va, chiquilla! Si era inspector de trabajo y después se pasó a la política. Total que a Joan Clos, en el año 2010, le hacen director de la Agencia de la ONU para los Asentamientos Humanos. Se dedican a promover ciudades que sean sostenibles. Y hace poco, en marzo de 2011, recién entrado en la ONU, Joan Clos da un premio de honor… ¿a que no sabes a quién?
—Me tienes en ascuas.
—¡A Manuel Chaves!, que entonces ya había dejado la junta y era el ministro de Política Territorial.
—¿Y por qué?
—Pues por lo del Plan E —responde Dolores.
—¿Por lo de los carteles de las obras?
—Eso es. En los veintidós años de existencia del premio es la primera vez que se lo dan a España. Fíjate qué curiosidad.
—Si es que, Dolores, el mundo es un pañuelo.
—Y más si estás en política…
Pero no solo de la ONU viven los «ex». También está el Parlamento Europeo, en Bruselas. Allí van los que tienen un premio de consolación tras no triunfar en la política española, como Juan Fernando López Aguilar, del PSOE, que no ganó las elecciones a la Comunidad Canaria, o a los que los partidos quieren tener contentos, pero lejos, como Mayor Oreja, ex-candidato del PP al País Vasco, y que cada vez hace declaraciones más explosivas poniendo en un brete a su partido.
En fin, ante esa falta de control sobre el trabajo de nuestros políticos expatriados, uno espera que en algunos de esos sitios haya una Nikki Sinclaire. Ella es una eurodiputada británica que durante varias semanas fotografió todos los viernes cómo varios eurodiputados, algunos de ellos españoles, fichaban a primera hora, para así cobrar los 304 euros de dieta, e inmediatamente salían escopetados a los aeropuertos para volver a casa; eso sí, en business class. Ha intentado que auditores externos examinen esas prácticas en el Parlamento, pero se lo han vetado. Su página web es la única que ofrece al detalle el gasto de su oficina. Al final, ningún compañero del Parlamento le habla. A ella le da igual, dice que se debe a sus votantes. ¿Qué le parecería si nosotros, usted y yo, pudiéramos hacer fichajes de políticos en el extranjero, como en el mercado internacional del fútbol, y traernos a gente como esta?
Porque ¿sabe cuánto gana un europarlamentario? 8.000 euros brutos al mes, que se quedan en 6.000 netos. Aparte se lleva los 304 euros por cada sesión en el Parlamento, se le abonan todos sus desplazamientos, más 4.299 euros al mes de gasto administrativo y 20.000 euros mensuales como límite para contratar a quien quieran y cuantos quieran como asesores. Quizá el paraíso no solamente esté en el cielo, sino que también una parte esté en Bruselas. No hace falta señalar qué parte de ese paraíso paga usted.