Lo llaman «el virrey de La Gomera», es el presidente del cabildo de la isla y fue senador por el PSOE. ¿Presidente del cabildo y senador? Bueno, el primero es la máxima representación de la isla y este señor lleva en su cargo desde 1991. También tiene la presidencia de varios patronatos y órganos de la Administración Insular, y desde 1993 fue senador por La Gomera. Allí, en la Cámara Alta, tuvo el honor de ser miembro de la Comisión de Asuntos Iberoamericanos.
«Soy el senador»; «El senador está aquí». Con lo bien que suena en las películas estadounidenses y aquí no suena a nada. Por eso hay que agradecer a don Casimiro Curbelo que un senador fuera noticia al menos un día. Su asiento en el Senado le ha aportado desde hace casi veinte años un sueldo base de 2.813 euros mensuales, a lo que hay que sumar los complementos. Además, no le han faltado medios para llevar a cabo su labor: al ser de fuera de Madrid, contaba con 1.800 euros extras mensuales para afrontar alojamiento y manutención, venga mucho o poco a la cámara, 3.000 euros anuales para taxis, vuelos gratis desde Canarias, etc. Además, doce años en la cámara son suficientes para poder cobrar el cien por cien de la pensión cuando cumpla los sesenta años.
Pese a todo lo anterior, al señor Curbelo solo se le ha escuchado la voz para jurar su cargo, porque según su ficha del Senado no ha registrado ninguna iniciativa, ni ha intervenido y ni siquiera ha preguntado nada. ¿En veinte años no se le ha ocurrido nada?
Sin embargo, esa voz por fin saltó a la primera página de los periódicos en verano de 2011, por fin habló el senador para decir: «No estuve ni en una sauna ni en un puticlub».
Pero sí, sí que estuvo. Según referían los periódicos parece ser que a la salida se produjo un altercado y fue detenido. Toda la escena la presenció su hijo, con el que había acudido al local después de celebrar en una marisquería «el inicio de las vacaciones del Senado». El caso es que la fiesta en la sauna acabó con una trifulca con agresión a la policía incluida. En ella se pronunciaron frases clásicas en políticos de esta gama: «No sabe con quién está hablando»; «Voy a acabar con vuestra carrera»… Al menos es lo que reflejaban los atestados policiales. Su imagen saliendo de comisaría obligó a su partido, el PSOE, a empujarle para que dimitiera de su cargo. Él aceptó. ¿Una dimisión como Dios manda en nuestro país? Evidentemente, no, aunque de cara a la galería así lo pareciera. Dimitió, pero como tantas otras dimisiones, esta también tenía truco. La duplicidad de puestos en las autonomías y ayuntamientos hace que, aunque pierdas un puesto, puedas hacerte con otro por si las moscas.
Días después de esa ejemplar dimisión el pleno del Cabildo de La Gomera, con los votos a favor de PSOE y Coalición Canaria, decidió que Curbelo desempeñase con dedicación exclusiva su puesto de presidente del Cabildo de La Gomera. Ahora lo haría con dedicación exclusiva, unos 5.500 euros brutos al mes, y sin tener que pensar en proposiciones para el Senado.
Por cierto, que en la página web del cabildo, en el momento de escribir este libro todavía figura como senador. En ella encontramos que el único trabajo en la empresa privada de este filólogo fue en un instituto de enseñanza secundaria, hasta 1986. Poco antes empezó a escalar en el aparato de su partido, hasta que este fue su verdadera profesión. Porque en La Gomera bastan 7.157 votos, de un total de unos veinte mil votantes, para lograr ser senador. Y él los consiguió.
Esto da una idea de lo que puede llegar a entrar en una cámara destinada a dar voz a todas las singularidades de nuestro Estado. Afortunadamente, en el Senado no abundan casos como el suyo. Lo que sí parece es que esta institución «no cumple con ninguna de las funciones para las que el constituyente la creó». Lo dijo Rubalcaba, que añadió que «no sintoniza con el Estado autonómico». ¿Y por qué no se cambió? Si un senador representa a su región en la Cámara del Estado, entonces ¿qué representa un presidente de una comunidad autónoma? ¿Y uno de la diputación? Por cierto, poco debe representar el Senado, porque ni Zapatero ni Rajoy se acercaron por allí para presentar la propuesta de reforma de la Constitución para introducir la limitación de endeudamiento. Sus señorías tal vez tuvieron que recurrir a la prensa para darse por enterados.