Capítulo VII. SERÁ POR TIRITAS

Francisco estaba en su huerta de Luzón, un pueblo de Guadalajara situado a ciento cincuenta y dos kilómetros de Madrid, lugar donde reside habitualmente. Arando la tierra, con el empeño de que sus tomates sean los mejores, se cayó y se clavó un hierro. Le seccionó todo el gemelo de la pierna derecha y tuvieron que llevarle a un centro de socorro en Maranchón, un pueblo cercano. De ahí, en ambulancia, le trasladaron al hospital de la capital, Guadalajara. Salió del quirófano en una silla de ruedas y con más puntos en la pierna de los que se anotan en un partido de baloncesto. En una sala de espera un enfermero les preguntó a él y a su mujer, que le acompañaba:

—¿Ustedes a dónde van?

—Pensábamos irnos a nuestra casa, en Madrid —le dijo la esposa.

«Objetivo identificado», debió de repetirse dentro de la cabeza del enfermero que apretó el botón rojo para arrojar bombas como esta:

—Se lo digo porque la ambulancia le puede llevar al pueblo donde le recogieron, dentro de Guadalajara, pero no a Madrid.

—Bueno, que más les da, Madrid está a cincuenta kilómetros y Luzón a cien. ¿No será mejor para ustedes que me lleven a un sitio que les pille más cerca?

Y la bomba explotó.

—Ya, pero es que Madrid pertenece a otra comunidad, no a Castilla-La Mancha. Así que, si quieren volver a casa, o se pagan una ambulancia o se piden un taxi y se tumba en el asiento de atrás.

La onda expansiva comenzaba a hacer efecto. Josefa no sabía conducir, y Francisco estaba impedido, sus hijos estaban de viaje y ellos no llevaban un par de cientos de euros para coger un taxi a Madrid. En ese mismo momento creyeron verse teletransportados a un hospital extranjero. No entendían nada, aún hoy tampoco. Allí estaba Francisco creyendo que el sanitario no les había entendido por ser nórdico o de los países del Este. Empezó a hablar despacio y en voz alta. Como haríamos en un hospital extranjero ante un enfermero que solo habla otra lengua.

—¡Nosotros vivimos en Madrid! —decía tocándose el pecho en señal de autoafirmación, como hacía Tarzán—. ¡A cin-cuen-ta ki-ló-me-tros! —Y remarcaba los números con las manos al mismo tiempo que señalaba por dónde caía Madrid—. ¡Le digo que donde me hice la herida está a cien kilómetros! ¡Más lejos, más! —decía señalando ahora la brecha de la pierna y agitando la mano con exageración.

El enfermero miró apático esta nueva versión de Barrio Sésamo sobre cómo diferenciar lejos y cerca. Así que entrenado en el arte de la dialéctica del «¿a dónde vas?/manzanas traigo», también conocido como «por aquí me entra y por aquí me sale», zanjó la cuestión.

—Que sííííí, que lo sé, pero que es otra comunidad y no se puedeeee. Si usted quiere, le podemos llevar a Albacete (situado a trescientos kilómetros de Guadalajara), que es de Castilla-La Mancha, pero a Madrid la ambulancia se la paga usted, ¿de acuerdo?

En un principio, el paciente y su mujer pensaron en una fuga de la ambulancia. Cuando esta pasase cerca de Madrid, decir que tenían que ir al baño. Que el conductor parase en una gasolinera y ahí escaparse. Pero no, eso no iba con ellos.

Así que ahí se quedaron, sentados en la puerta del hospital, don Francisco y doña Josefa, Paco y Pepa. Dos españoles de clase media de libro, trabajadores de madrugón y doble turno, que nunca han dado problemas y que siempre han cumplido puntualmente con sus impuestos. Fieles cumplidores de lo que les decía «la chica de la ventanilla» (los funcionarios) con resignación y sin protestar. Finalmente, al cabo de varias horas, localizaron a uno de sus hijos y los llevó hasta su casa.

Es solo una anécdota. Pero episodios mucho más absurdos y graves abundan en la sanidad española. El último informe del defensor del pueblo habla de muchos más problemas: las eternas listas de espera, dificultades para acudir al hospital o al centro de salud en una región distinta a la que se reside, distintos calendarios de vacunación, desigual tratamiento para enfermedades raras y comunes, derroche de recursos económicos. Esto es tan solo una breve enumeración, un avance. Ahora, como diría el presentador de un informativo, «comenzamos».