Por aquello de que las mujeres van delante, Gabriel me cede el paso y me deja que sea yo la primera en agradecer este trabajo a la persona más importante de mi vida. A Alfonso, él es mi marido, mi familia y mi mejor amigo. Gracias por hacerme sentir en cada momento la mujer más especial del mundo. Sin tus lecturas a deshoras, y sin tu eterna paciencia, ningún párrafo de este libro habría sido posible.
Quiero agradecer también a mis padres todos los esfuerzos que han hecho durante su vida. Papá gracias por tus valores, tu espíritu crítico y por criar a cinco hijos a golpe de tu pincel, sin sueldo fijo y sin venderte a nadie. Gracias mamá por ser siempre mi apoyo, mi bastón, por desvelarte por nuestros problemas, eres el ejemplo de lo que es ser una buena persona. Sin vuestra educación no habría valorado lo poco que hacen los políticos por ciudadanos trabajadores como vosotros.
A mi abuela por enseñarme que en la vida da igual la edad, lo importante son las ganas de luchar por lo que uno cree. Con más de noventa años… todavía acudía a manifestaciones.
A mis hermanos. Gracias por jugar conmigo siempre. Gracias por vuestras bromas y peleas, si no fuera por vosotros no habría desarrollado tanta ironía ni aprendido a dialogar… y a discutirlo todo.
A mis sobrinos y sobrinas, porque sin vosotros no creería en que en el futuro las cosas podrán ir mejor.
¡Ah!… Y, por último, a Bruce, porque pasear con él despejaba las dudas cuando un capítulo se atascaba.
Ahora recoge la palabra Gabriel, mi socio en esta aventura, también he de agradecerle a él su gran formación en este largo viaje. Ha sido un placer.
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Bueno, el primero es para Sandra por haberme dejado participar contigo en este proyecto profesional. Después, cómo no, el reconocimiento a mi tribu. A Marta, por haberme fabricado tiempo cuando no tenía, por sus relecturas… por todo, por cada día que, siendo dos, seguimos siendo uno.
A Pastora y Gabriel, por haberme hecho aprender a las malas aquello que dijo Hemingway: «La papelera es el mejor amigo del escritor». ¿Por qué todas las veces que toqueteabais mi ordenador sin permiso apretabais, justo, la tecla de borrar? Vosotros sois el principio y el fin de todas mis cosas. A mis padres, esa clase media que ha sufrido impasible el pillaje y la incompetencia de algunos miembros de la casta política de este país. Los héroes no son los que salen en las películas o ganan un partido de fútbol, sino los que, como Francisco, se levantaban de madrugada a repartir y por la tarde se ponían a conducir un autobús. O como Pepita, que atendía una casa y al mismo tiempo trabajaba cosiendo sin parar hasta que se le saltaban las cervicales. A mi hermano, uno de los mejores aviadores de este país, por haber superado su peor vuelo. Con él a Eva y a Raquel, mis dos queridas sobrinas. A mis abuelos, que pasaron la época más dura de este país: pasos por capilla para ser fusilados, incluidos. En especial, a mi abuela Gala, que se murió pensando: «Pepa, este niño va para ministro». En unos años en los que ser ministro era… ser ministro.
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Ahora los dos, Sandra y Gabriel, queremos dar las gracias a todos los amigos que nos habéis ayudado a recopilar y contrastar la información. En especial a Daniel Montero, gracias por tu apoyo incondicional. A Berni Vila, por haber sacado lo mejor de nosotros. A Ymelda Navajo y María Borràs, nuestras editoras, por confiar en nosotros y darnos esta oportunidad. No sabéis lo que habéis hecho.
Y, por último, a los políticos autonómicos. Gracias de verdad, no sabéis lo fácil que nos lo habéis puesto.