Introducción

El maestro sufí, recientemente fallecido, Idries Shah explicaba una parábola que suelo utilizar cuando introduzco el eneagrama. Nos habla de un herrero que es encarcelado injustamente y que, al parecer de un modo milagroso, logra fugarse. Muchos años después cuando se le pregunta cómo lo hizo, contesta que su mujer, una tejedora, había tejido el diseño de la cerradura de su celda en la alfombra de plegarias sobre la que oraba cinco veces al día. Al darse cuenta de que la alfombra de plegarias contenía el diseño de la cerradura de su celda, hizo un trato con sus carceleros para conseguir herramientas con las que hacer pequeños objetos, los cuales luego éstos podían vender con beneficio. Mientras tanto, también utilizó las herramientas para hacerse una llave, y un día se fugó. La moraleja de la historia es que comprender el diseño de la cerradura que nos mantiene presos puede ayudarnos a confeccionar la llave que puede abrirla.

Como todas las historias de enseñanza sufí, se trata de una metáfora. Describe la condición de la mayoría de la humanidad: encarcelada en el laberinto de nuestras propias estructuras del ego. La mayoría de nosotros vivimos nuestras vidas dentro de los estrechos márgenes de aquello que consideramos somos nosotros y el mundo que nos rodea, que, desde la perspectiva de los que no están tan encarcelados, es una pequeña parte de lo que realmente tenemos a nuestra disposición. Patrones y sentimientos concretos, y más abiertamente, situaciones, se repiten una y otra vez en nuestras vidas, dando a nuestra experiencia interior un sentido de identidad. Bajo estos patrones repetitivos, encontramos convicciones fijas sobre lo que somos y el modo en que es el mundo que habitamos. Estas creencias se conformaron durante los primeros años de vida a medida que nuestra autodefinición se desarrolló en respuesta a nuestros encuentros con el entorno y aquellos que contenía, en combinación con nuestras predisposiciones innatas. Llegando a formar nuestros patrones de pensamiento y nuestras reacciones emocionales, proporcionándonos una experiencia interior consistente de nosotros mismos. El mundo que la mayoría de nosotros habitamos, interior y exterior, por lo tanto, es en gran medida un producto de nuestro pasado; por difícil que sea reconocerlo. Las trampas externas tal vez sean más sofisticadas y corrientes que las de la temprana infancia, pero el núcleo interior de lo que consideramos ser contiene los asombrosos trazos de nosotros mismos cuando teníamos dos o tres años. El elenco de personajes con los que nos encontramos en nuestras vidas puede variar, pero el modo en que nos relacionamos e interactuamos con ellos, como nos sentimos con ellos e incluso el modo en que los experimentamos, permanece más o menos constante y posee el rancio sabor de la familiaridad. Aunque no veamos barras y muros constriñéndonos, como le sucedía al herrero en la parábola de Shah, estamos realmente en la cárcel de la realidad holográfica mediante la que filtramos el mundo que nos rodea y las experiencias reales de nosotros mismos.

A menudo no reconocemos lo limitada que es nuestra experiencia de la realidad; el hecho de que habitamos un mundo que nos confina de un modo innecesario. Podemos sentir simplemente una vaga insatisfacción, una tenue sensación de vida apagada, y una falta de sentido y plenitud, a pesar de nuestros mejores esfuerzos para estar satisfechos con lo que la sociedad nos ha dicho que nos hará felices; ya sea dinero, posesiones, posición, poder, fama o relaciones. En el caso de otras personas, la sensación de llevar una vida restringida puede ser más abierta, manifestándose en forma de una dolorosa y persistente sensación de ineptitud, carencia, vacío o inutilidad. Las épocas de crisis pueden llevar estas sensaciones cerca de la superficie, proporcionándonos un atisbo de nuestro confinamiento.

Dichos atisbos son el inicio de nuestra posible escapatoria, puesto que saber que estamos en una especie de prisión puede dar paso a la posibilidad de otra alternativa. El trabajo espiritual a lo largo del tiempo nos ha dicho que la vida es algo más de lo que creemos, que nos espera un mundo más allá del que está encerrado por nuestras restricciones internas. Las distintas tradiciones espirituales no solo han expresado la amplitud de nuestra cautividad y sus puntos de vista sobre las dimensiones de la realidad que hay más allá de las anteojeras del ego, sino que también nos han mostrado muchos modos de escapar. La historia del herrero nos habla de uno de estos métodos para conseguir la libertad: comprender el diseño de lo que nos mantiene encerrados en nuestras celdas. Sin nada parecido a la alfombra de plegarias del herrero para mostrarnos el funcionamiento interno de nuestra realidad holográfica —la cerradura que nos mantiene cautivos— a menudo tenemos pocas posibilidades de escapar.

Mientras que cierto número de mapas espirituales y psicológicos delinean el ámbito del ego, ninguno que haya conocido es tan poderoso como el eneagrama, con el que he trabajado y enseñado durante prácticamente tres décadas. El eneagrama de la personalidad describe nueve personalidades o egotipos distintos, cada uno de ellos con patrones mentales, emocionales y de comportamiento característicos. También describe, si se comprende adecuadamente, cómo y porqué dichos patrones surgen cuando perdemos contacto con nuestras profundidades espirituales en la temprana infancia. Además, describe las transformaciones afectivas y de comportamiento que debe experimentar cada uno de los tipos si se compromete en un trabajo espiritual serio que tiene como resultado el volver a comunicar, paulatinamente, con dichas profundidades. Más adelante hablaremos más a fondo sobre dichas dimensiones del eneagrama, puesto que forman una parte integral del verdadero uso del eneagrama tal como se concibió: como herramienta para la transformación espiritual que puede ayudarnos a ir más allá de los laberintos de la realidad egoica que describe. La divulgación actual del eneagrama se ha centrado casi exclusivamente en los rasgos y patrones psicológicos de los tipos, por lo que es lo que la mayoría de la gente conoce del eneagrama. En particular, los escritos de Helen Palmer y Don Riso han introducido el eneagrama a gran cantidad de personas. Artículos sobre el eneagrama han aparecido en los medios de comunicación, y actualmente existen boletines y sociedades basadas en él. Está empezando a utilizarse en los negocios para tomar decisiones personales, y también empieza a utilizarse como un método de encontrar la pareja adecuada. Mientras que la atención se ha puesto básicamente en la psicología de los nueve tipos, todo este interés ha creado idealmente un público que puede ser receptivo también a sus otras dimensiones. El uso más profundo del eneagrama es señalar el camino a lo que somos más allá del nivel de la personalidad, una dimensión de nosotros mismos que es infinitamente más profunda, más interesante, más satisfactoria y más real. Este libro se ha escrito con este propósito.

Los orígenes del símbolo de las nueve facetas del eneagrama están envueltos en el misterio, probablemente porque hasta nuestra generación, las enseñanzas sobre él parecen haberse transmitido sólo oralmente. El eneagrama apareció por primera vez en Occidente a principios del siglo XX en la obra del místico armenio, George Ivanovitch Gurdjieff, que dijo haberlo aprendido en la Hermandad Sarmoung, una orden mística de Asia Central. El biógrafo de Gurdjieff, James Moore plantea la cuestión de si Sarmoung existió en realidad, y la respuesta a esta pregunta sigue estando en el aire.[1] Al intentar aclarar los orígenes del eneagrama, el cronista gurdjieffano James Webb no pudo encontrar trazas definitivas del símbolo del eneagrama, tal como la conocemos, antes de Gurdjieff.[2] Únicamente encontró vagas referencias que pudieran pertenecerle en la antigüedad, y aunque señala que un símbolo de nueve caras aparece en el frontispicio de un texto jesuita de 1665, estaba compuesto de tres triángulos equiláteros y no se trata del símbolo del eneagrama que utilizamos actualmente.

Gurdjieff nos dice bastantes cosas interesantes sobre el eneagrama, que citaré con cierta amplitud puesto que tienen mucho que ver con el modo en que consideramos muchas interpretaciones y formas en que el eneagrama puede utilizarse y se utiliza hoy:

Hablando en general debemos comprender que el eneagrama es un símbolo universal. Todo conocimiento puede incluirse en el eneagrama y puede interpretarse con la ayuda de éste. En relación con ello solo lo que un hombre es capaz de incluir en el eneagrama es lo que realmente sabe, o sea, comprende. No entiende lo que no puede incluir en el eneagrama. Para el hombre que es capaz de utilizarlo, el eneagrama hace fútiles los libros y las bibliotecas. Todas las cosas pueden incluirse y leerse en el eneagrama. Un hombre puede estar completamente solo en el desierto, trazar el eneagrama en la arena y leer en él las leyes eternas del universo. Y cada vez puede aprender algo nuevo, algo que antes desconocía… El eneagrama es el jeroglífico fundamental de un lenguaje universal que tiene tantos significados distintos como niveles de hombres existen… El eneagrama es un diagrama esquemático de movimiento continuo, o sea una máquina de movimiento perpetuo. Pero evidentemente es necesario saber como leer dicho diagrama. La comprensión de este símbolo y la habilidad de utilizarlo le proporciona mucho poder al hombre. Se trata del movimiento continuo y también de la Piedra Filosofal de los alquimistas.[3]

Con el fin de apreciar la evolución de la comprensión sobre el eneagrama y las divergencias de puntos de vista sobre lo que representa, es necesario en primer lugar darse cuenta de que, como dice Gurdjieff, no existe únicamente un conjunto de significados o un nivel de realidad que sea cartografiado por el símbolo del eneagrama. Esto es importante puesto que explica el hecho de que diferentes escuelas psicológicas, religiosas y espirituales utilicen este símbolo para explicar fenómenos radicalmente distintos —aunque tienden a acusarse unas a otras de no utilizarlo de un modo adecuado si se produce una divergencia entre fenómeno y contenido— y también explica el hecho de que sean posibles diferentes niveles de interpretación del mismo fenómeno. Como dice de él Gurdjieff, en la cita anterior, el eneagrama: «tiene tantos significados distintos como niveles hay de hombres». Al ser un símbolo arquetípico, puede utilizarse para describir procesos y principios tanto físicos, como psicológicos, así como espirituales, de lo que se sigue que existen eneagramas que se refieren a, y explican, muchos niveles de cosas, incluyendo los días de la semana y los planetas del sistema solar. El mismo Gurdjieff utilizaba el eneagrama como modelo para su comprensión del funcionamiento del universo, y solo participando en los ejercicios en movimiento que él diseñó, tenía la sensación de que el eneagrama podía ser comprendido. No parece haberlo utilizado como mapa de la experiencia interior, como el místico boliviano Oscar Ichazo hizo cuando introdujo el eneagrama a un pequeño grupo de seguidores en Arica, Chile, a principios de los años setenta.

Uno de los discípulos de Ichazo, que resultó ser fundamental en la historia reciente del eneagrama, fue el psiquiatra chileno Claudio Naranjo. Fui introducida en el eneagrama por Naranjo en 1971 en —según creo— el primer grupo espiritual en el que éste fue enseñado en los Estados Unidos. Antes de conocer a Ichazo, Naranjo había estudiado y trabajado ampliamente con muchas tradiciones espirituales Orientales y escuelas psicológicas Occidentales. Empezó a enseñar el eneagrama cuando regresó a los Estados Unidos, incorporando la teoría que había aprendido con Ichazo a sus propias intuiciones psicológicas basadas en sus conocimientos clínicos y en su trabajo con la terapia Gestalt de Fritz Perls y la autopsicología de Karen Horney. El eneagrama era la herramienta psicológica central en el grupo que Claudio fundó en Berkeley, California, en el que yo participaba. Este fue el primero de los grupos que denominó SAT, que significa «verdad» en sánscrito y es el anagrama de Seekers after Truth (Buscadores de la Verdad), el mismo nombre que Gurdjieff había utilizado para denominar a su primer grupo de seguidores. A. H. Almaas, fundador del camino espiritual contemporáneo conocido como Enfoque del Diamante a la Realización interior, era también miembro de este grupo.

A lo largo de los cuatro años que duró el grupo, se nos enseñaron perspectivas y prácticas espirituales de la mayoría de las tradiciones y se nos introdujo en el budismo theravada y tibetano, el hinduismo, el sufismo, el confucianismo así como a distintos maestros del cuarto camino (aquellos que exponían el trabajo espiritual en el contexto de la vida ordinaria). La orientación básica del grupo, sin embargo, tenía un característico sabor gurdjieffiano, acentuando la superación de lo que Gurdjieff denominaba la personalidad (el sentido condicionado de un sí mismo separado compuesto de constructos mentales basados en el pasado)[4] con el fin de conectar con nuestras profundidades espirituales. Con dicha finalidad, el enfoque de Naranjo constituía la integración del trabajo psicológico y el espiritual, lo que en dicha época era una innovación notable. Fue a partir de estas raíces que trabajamos con el eneagrama.

Vivíamos y respirábamos el eneagrama, descubriendo y dando dimensión a su teoría en nuestra propia experiencia. La comprensión de Naranjo de este poderoso mapa sorteó radicalmente nuestras defensas frente a ver y experimentar el funcionamiento de nuestras personalidades. Nos condujo a nuestros infiernos personales; nuestras experiencias individuales de carencia en el corazón de nuestra personalidad, que constituyen el resultado inevitable de la pérdida de contacto con nuestra Verdadera Naturaleza. Las carencias del ego —que probablemente sean muy familiares para muchos lectores— pueden experimentarse como un vacío interior, falta de sentido, falta de dirección, inutilidad; una sensación de falta de substancialidad, valor, estima; una sensación de ineptitud o carencia. Estos son solo unos pocos sabores de este desagradable estado. Desprovistos de nuestros antiguos modos de eludir este estado de deficiencia del ego, éste persiste para la mayoría, por no decir para todos nosotros, a pesar de la plétora de prácticas espirituales que hagamos y todas las experiencias sublimes y emocionantes que tengamos en el grupo. Los grupos SAT se disolvieron tras cuatro años, y sus distintos miembros se dispersaron, encontrando otros maestros espirituales o psicológicos, o dejando lo que llamábamos, al estilo de Gurdjieff, el Trabajo.

Los eneagramas con los que la mayoría de la gente se ha familiarizado son los que emanan de las enseñanzas de Ichazo, tal como las elaboró Naranjo, que se relacionan con la experiencia interna de la psique humana. Los eneagramas que ellos presentaron entran en dos categorías básicas, la primera de las cuales se relaciona con la experiencia egoica —la de la personalidad— y la segunda con la experiencia esencial; la que está más allá del sí mismo condicionado, y que también denominamos espiritual. Estos dos conjuntos de eneagramas se consideraba que estaban inextricablemente vinculados, pero la conexión no estaba clara. Se nos enseñó que lo que se denominan las Ideas Santas en el lenguaje del eneagrama representan nuevas perspectivas, diferentes y objetivas, o iluminadas, sobre la realidad. Se decía que su pérdida conducía a distorsiones cognitivas fijas de la realidad, denominadas fijaciones, que forman el núcleo de los nueve tipos de personalidad. Cómo se traducía esto vivencialmente y porqué sucedía era algo que quedaba bastante confuso. Sin comprender esto, se vuelve imposible utilizar el eneagrama como mapa que nos sea de utilidad para volver a trazar nuestros pasos y conectar de nuevo con el ámbito perdido de lo espiritual, y todo lo que podemos hacer es intentar trascender o erradicar nuestras personalidades para experimentar el ámbito del Ser. Esta tarea pendiente, de darle cuerpo al proceso real, quedó en manos de mi viejo amigo, Almaas, de la época del SAT.

Regresando por unos instantes a Gurdjieff, éste enseñó que lo que llevamos al eneagrama determina nuestra comprensión de este último. Por sí mismo el eneagrama es simplemente un mapa arquetípico, y nuestra orientación filosófica y espiritual influye totalmente en como lo interpretamos. Dicho de otro modo, lo que leemos en él, depende de nuestra comprensión del territorio que cartografía. Puesto que el territorio que cartografía este libro es el de la personalidad y su relación con sus profundidades espirituales, es importante tener un sentido de mi perspectiva y de mi enfoque.

La comprensión del eneagrama que se presenta en este libro se basa en la percepción de que la naturaleza definitiva de toda existencia —sus profundidades espirituales— es aquello a lo que me refiero como Ser, la Verdadera Naturaleza definitiva de todas las cosas. Nuestra consciencia individual es lo que denomino nuestra alma, y la considero como una manifestación individual de nuestra naturaleza divina, Ser. Cada uno de nosotros, por lo tanto, es un único producto del Ser. Cuando experimentamos el Ser dentro de nosotros, estamos experimentando la esencia de lo que somos —lo que queda cuando todos los constructos de la personalidad se disuelven— y de este modo estamos en contacto con nuestra naturaleza esencial. Lo que denomino Esencia es, por lo tanto, el Ser experimentado mediante nuestra alma individual.

Nuestras almas son maleables, reciben la impronta y se ven conformadas por aquello que encontramos en la vida, lo que reza especialmente para el caso de nuestros años formativos antes de que solidifiquen nuestras estructuras defensivas. En dicha época, desarrollamos una personalidad, un sentido fijo o estructurado de nosotros mismos y de la realidad, que forma la capa externa de nuestras almas y que con el tiempo nos separa de lo divino interior, a medida que progresivamente nos identificamos con ello. El modo en que esto sucede constituye una compleja y fascinante historia, que explicaremos a medida que exploremos en el capítulo 1 los tres puntos del eneagrama que forman su triángulo interior.

El trabajo del desarrollo espiritual, tal como yo lo veo, es volver a conectar con las profundidades espirituales de nuestro ser; nuestra naturaleza esencial. La esencia no constituye un estado o experiencia extáticos, sino que puede surgir en nuestra consciencia como una cualidad distinta, como pueda ser la compasión, la paz, la claridad, la aceptación, la impecabilidad, la espaciosidad y la inteligencia, por citar unos pocos ejemplos, cada una de ellas con un tono y una cualidad de presencia característicos; incluso con su propio sabor y olor. Estas diversas manifestaciones o rasgos de nuestra Esencia o Verdadera Naturaleza se denominan los Aspectos Esenciales.

Como aplicamos o utilizamos dicha información sobre nuestra personalidad y nuestra naturaleza esencial cartografiada por el eneagrama depende de nuestra metodología. En resumen, el enfoque que da forma a este libro consiste simplemente en aprender a cómo estar plenamente presentes en nuestros cuerpos, nuestras emociones y nuestros pensamientos, así como a explorar e investigar vivencialmente lo que encontramos. Presencia e indagación, por lo tanto son sus piedras angulares. La indagación únicamente mental no producirá visiones interiores que iluminen y revelen el funcionamiento interno de nuestras almas, por lo que este viaje interior debe ser hondamente vivencial. Al estar presentes en nuestra experiencia de instante en instante, mediante una actitud de exploración y curiosidad, sin dar por sentado, o como algo dado, nada de lo que encontremos en nuestro mundo interior, los contenidos de nuestra alma se revelan por si mismos. Normalmente, de entrada, nos volvemos conscientes y tomamos contacto con las capas más externas de nuestra personalidad, en concreto con nuestro crítico interno, el superego. A medida que avanza nuestro viaje, emergen, poco a poco, capas más profundas de nuestra estructura, y con el tiempo se van haciendo más y más transparentes. Paulatinamente los distintos Aspectos Esenciales de nuestra naturaleza primordial se van desvelando a sí mismos.

Expresándolo de un modo algo distinto, cuando exploramos vivencialmente el mundo de la personalidad, en lugar de tomarlo como realidad, comprobamos que constituye un universo holográfico mediante el que filtramos nuestras experiencias internas y externas. Es nuestra propia película casera, cuyo guión está formado por las conclusiones a las que llegamos sobre la naturaleza de la realidad basándonos en nuestras tempranas experiencias infantiles. Todo lo que experimentamos se filtra —y por lo tanto distorsiona— mediante esta eterna, y a menudo inconsciente, película, que incluye a los que encontramos a lo largo de nuestras vidas, que por lo tanto tienen el desagradable hábito de ocupar los papeles y personajes de personas importantes de los primeros años de nuestra vida. La trama, la atmósfera emocional, y el modo en que respondemos en esta película lleva la impronta indeleble de nuestro tipo eneagramático.

Si lo investigamos de cerca, esta realidad interior demuestra ser una ilusión tan insustancial como las imágenes generadas por un ordenador que produce una realidad virtual. La física moderna de partículas nos ha mostrado que la materia, cuando se contempla con una gran ampliación, se revela a si misma como prácticamente formada por espacio vacío, por lo que su solidez es una ilusión de la percepción. Lo mismo sucede con nuestro mundo interior: lo que parece tan real en la consciencia habitual resulta no ser tan sólido, después de todo, cuando lo observamos a fondo. Al desarrollar la capacidad de estar continuamente presentes y conectar a fondo con nuestra experiencia, y tener curiosidad por sus contenidos, podemos empezar a ver la realidad sin la distorsión de nuestra película interna. De esta forma pueden revelarse por sí mismos niveles cada vez más profundos de realidad que no forman parte de este drama, poniéndonos progresivamente cada vez más en contacto con lo que hay más allá, y es más básico que el filtro del ego: la realidad, con R mayúscula, o nuestra naturaleza definitiva y la naturaleza de todas las cosas.

Desde esta perspectiva, el trabajo psicológico es inseparable del desarrollo espiritual que realmente transforma el alma. El proseguir el trabajo espiritual sin trabajar en nuestra personalidad normalmente produce una falta de resolución de los temas muy asentados y una falta de una verdadera integración de nuestra espiritualidad, una situación que ha limitado e incluso hecho fracasar a muchos maestros y tradiciones espirituales. A la inversa, gran parte del trabajo psicológico está demasiado enraizado en la creencia de que el ámbito de la personalidad es en última instancia real. Cuando se presentan estados esenciales, el psicoterapeuta, por regla general, no sintoniza con ellos ni es consciente de que dichos estados deben pasar a un primer plano. Aunque la verdadera visión interior psicológica solo se produce en los instantes en los que tenemos un destello de comprensión que alcanza hondamente nuestra alma, la noción de estar presentes a nuestra experiencia no aparece en la teoría psicoterapéutica. Como podremos ver, esta perspectiva puede transformar en gran medida nuestra comprensión del territorio que cartografía el eneagrama, de forma que éste último pueda convertirse realmente en una herramienta para la auténtica transformación espiritual.

Centrándonos en el mismo eneagrama, en los diagramas que inician esta sección podemos ver dos categorías de eneagramas; aquellos que se relacionan con la experiencia objetiva (como opuesta a la experiencia subjetiva de la personalidad) descritos en el Diagrama 1, y los que se relacionan con la experiencia egoica (que se conocen colectivamente como el eneagrama de la personalidad) reflejados en el Diagrama 2. Nos referiremos una y otra vez, a lo largo del libro, a la información que aportan estos diagramas, por lo que no necesitamos absorberlos de golpe. Acercándonos en primer lugar al diagrama del eneagrama de la personalidad, en seguida nos damos cuenta de que la imagen sobre la que están superpuestos los eneagramas está cabeza abajo. Esto ilustra las condiciones egoicas del hombre, que en algunas tradiciones se conocen como un estado de sueño; de estar en la oscuridad, la ignorancia o la ilusión; o de ver las cosas boca abajo. Esta metáfora del hombre invertido que se refiere a la condición egoica puede apreciarse en la carta del Ahorcado del Tarot.[5]

Empezaremos explorando a que hacen referencia las Ideas Santas, puesto que forman la piedra angular de nuestra comprensión de las dimensiones espirituales del eneagrama. Las nueve Ideas Santas son nueve percepciones directas distintas y de la realidad, cuando ésta es percibida sin el filtro de la personalidad, por lo que constituyen nueve percepciones iluminadas diferentes. El uso de la palabra idea puede llevar a confusión, puesto que solemos pensar en las ideas como conceptos mentales. En el lenguaje del eneagrama, sin embargo, idea hace referencia a una percepción particular de la realidad, un punto de vista privilegiado por la que ésta es contemplada, experimentada y comprendida. Es importante entender con claridad que las ideas Santas no son experiencias espirituales o estados de consciencia particulares, sino más bien visiones de la realidad libres de los prejuicios de la personalidad. Tienen que ver también, por lo tanto, con el significado derivado de la experiencia y la percepción del hilo oculto que vincula diversas experiencias. Puesto que hacen referencia a las distintas percepciones de la realidad que no se ven oscurecidas, podemos ver a las nueve Ideas Santas en la parte superior de la figura del Diagrama 1.

Alguna de las Ideas Santas, como veremos, se centran más en distintas generalidades sobre la realidad como un todo, mientras que otras se centran en el lugar del hombre en el universo. Es probablemente más fácil comunicar un sentido de las Ideas Santas dilucidando cada una de ellas. Algunas pueden parecer inaccesibles, mientras que otras pueden parecer extrañas e incomprensibles, y es importante que recordemos que las perspectivas de la realidad que describen son muy profundas, el tema de grandes tradiciones espirituales a lo largo de siglos, y están mucho más allá de nuestra visión convencional de las cosas.

Empezando con la Idea Santa del Punto Nueve en la parte superior del eneagrama, cuando vemos la realidad desde el punto privilegiado del Amor Santo, vemos que la naturaleza definitiva de todo lo que existe es beneficiosa y amorosa, y que todos estamos hechos de, y somos, una expresión de dicho amor. Si avanzamos en el sentido de las agujas del reloj por el eneagrama, si percibimos la realidad desde el punto privilegiado de la Idea Santa del Punto Uno, que se conoce como Santa Perfección, contemplamos que la naturaleza fundamental de todas las cosas, incluyéndonos a nosotros mismos, es inherentemente perfecta, buena y positiva. Cuando lo experimentamos mediante el punto de vista privilegiado de la Idea Santa del Punto Dos, la Santa Voluntad, veremos que el despliegue del universo tiene su propia dirección e impulso, y que lo que sucede a cada uno de nosotros y a nuestras vidas forma parte de la voluntad divina. Desde el punto de vista de la Santa Ley, la Idea Santa del Punto Tres, vemos que todas las cosas que suceden forman parte del patrón cambiante del universo, y que nada, ni nadie, funciona aparte del movimiento de la totalidad. Cuando experimentamos la realidad desde el ángulo de la Idea Santa del Punto Cuatro, conocida como Santo Origen, vemos que la Naturaleza Verdadera es la fuente de toda manifestación, incluyéndonos a nosotros mismos, y que todas las cosas son inseparables de ello.

Desde la perspectiva de la Idea Santa del Punto Cinco, Santa Omnisciencia, comprobamos que cada uno de nosotros constituye una parte inseparable de la estructura de la realidad, y que las fronteras que nos distinguen no son definitivas. Cuando experimentamos desde el punto de vista de la Santa Fe, la Idea Santa del Punto Seis, comprobamos con absoluta certeza que nuestra naturaleza interna es Esencia, lo que nos sostiene y nos proporciona confianza en nosotros mismos y en la realidad como un todo. Desde el ángulo del Plan Santo, la Idea Santa del Punto Siete, comprobamos que existe una lógica inherente y una progresión en el despliegue del alma humana —incluyendo la nuestra— cuyo movimiento natural es hacia la autorrealización, del mismo modo que una oruga se convierte en una mariposa. Mediante la Santa Verdad, la Idea Santa del Punto Ocho conformando nuestra percepción, vemos que el Ser es la naturaleza definitiva de todo lo que existe y que todas las cosas están hechas de Él, por lo que todas las dualidades como Dios y el mundo, Espíritu y materia, incluso ego y Esencia son básicamente ilusorias. Aunque podemos experimentar la realidad mediante el ángulo de todas las Ideas Santas, existe una orientación más convincente: la de la Idea Santa de nuestro punto particular del eneagrama. Según la teoría original enseñada por Ichazo, hemos nacido con todas las Ideas Santas a nuestra disposición, pero somos «sensibles» o estamos particularmente sintonizados con una en concreto. Al igual que un nervio sensible, parecemos llegar al planeta vulnerables y susceptibles alrededor de esta forma de comprender la vida. Lo que transpira afecta nuestro contacto con dicha comprensión, y el acontecimiento universal que sucede a todo el mundo en los primeros años de vida, lo constituye la pérdida de contacto con nuestra naturaleza esencial de un modo más o menos completo a medida que desarrollamos la estructura de la personalidad. A medida que perdemos contacto con la Esencia, también perdemos contacto con la verdad concreta representada por nuestra Idea Santa.

Acabamos percibiendo una realidad desprovista de su dimensión profunda, y, debido a que nuestra percepción de la realidad es incompleta, carecemos de una comprensión crucial de ella; la representada por nuestra Idea Santa. El modo en que interpretamos este punto de vista limitado cristaliza en una rígida y fija creencia sobre la realidad —una ilusión específica de nuestro punto del eneagrama— que se conoce como nuestra fijación. Esta ilusión acerca de la realidad y de la naturaleza humana es, por lo tanto, una comprensión que sustituye a la de la Idea Santa, y por dicha razón vemos las fijaciones en la parte superior del Diagrama 2. Nuestra fijación forma la base y da pie a un estilo completo de personalidad, con peculiaridades mentales específicas, reacciones emocionales y patrones de conducta. Por ejemplo, si nuestro tipo es el del Punto Uno en el eneagrama, cuya Idea Santa está relacionada con la percepción de la perfección fundamental, la bondad y lo que es correcto, la pérdida de contacto con nuestra naturaleza esencial en la temprana infancia la experimentaremos como una pérdida de contacto con lo que nos hace a nosotros y a todas las cosas perfectos. Lo que dará a pie a una profunda convicción interior de que hay algo que básicamente anda mal en relación a nosotros y al resto de la realidad; la fijación que se conoce como resentimiento en el diagrama, que a su vez da pie a una atmósfera emocional interna de ira acerca de todo lo que está equivocado, y un patrón de comportamiento que intenta arreglar las cosas y ponerlas en orden.

En esta noción de que hemos nacido sensibles a una Idea Santa concreta está implícito su correlato: de que hemos nacido predispuestos a desarrollar un tipo de personalidad. Según la teoría del eneagrama, por lo tanto, no somos totalmente los productos de nuestro condicionamiento, sino que más bien llegamos predispuestos a interpretar dicho condicionamiento de un modo particular. En el pensamiento psicológico, el péndulo ha oscilado desde la creencia de que nuestra dotación natural determina el carácter que desarrollamos, a la creencia de que el modo en que somos tratados en la temprana infancia determina nuestro carácter; y ahora está oscilando de nuevo a atribuir el carácter a nuestra dotación genética. Desde la perspectiva de la teoría del eneagrama, la naturaleza (la sensibilidad que alcanzamos cuando estamos cerca de una Idea Santa) y la crianza (los efectos de nuestro condicionamiento) van de la mano a la hora de conformar la personalidad que desarrollamos.

Cada uno de nosotros, por lo tanto, esta sintonizado con la realidad mediante un ángulo particular, el que corresponde a nuestro punto del eneagrama, ya estemos funcionando en el ámbito de la personalidad o de la Esencia. Por dicha razón parece más adecuado hablar de tipos eneagramáticos o eneatipos, utilizando el término recientemente acuñado por Naranjo,[6] en lugar que de ego-tipos o fijaciones como originalmente se les llamaba, que solo se refieren a la personalidad. Dicho de otro modo, incluso si estuviéramos totalmente iluminados, fuéramos totalmente libres de las sombras de nuestro condicionamiento, seguiríamos siendo sensibles a la realidad de acuerdo a la Idea Santa de nuestro punto en el eneagrama, y experimentaríamos y manifestaríamos en mayor medida el estado afectivo iluminado —denominado la virtud— de este punto que de cualquier otro. Nuestro tipo, despiertos o dormidos, sigue siendo el mismo.

En eneagrama de la personalidad es un mapa de cómo el ego o la personalidad funciona completamente. Por lo tanto, aunque todos hemos nacido sensibles a una Idea Santa particular, y por ello estamos predispuestos a un eneatipo, todos contenemos los nueve eneatipos. A causa de esto, la mayoría de las personas puede comprender enseguida las dinámicas de todos los tipos y relacionarse con ellos. Todos los tipos, por lo tanto, están presentes dentro de nosotros, pero uno de ellos está más pronunciado, y la ilusión fundamental sobre la naturaleza de la realidad que le corresponde forma el núcleo de nuestra estructura. Volviendo de nuevo a nuestros diagramas del eneagrama de la personalidad y a los eneagramas objetivos, en el Diagrama 2 podemos ver las fijaciones, las ideas fijas o ilusiones sobre la realidad que forman el núcleo de cada eneatipo, como se muestra en la región superior. Aunque las descripciones que se muestran en la circunferencia de este eneagrama no se correlacionan exactamente con mis descripciones en el texto, en beneficio de la posteridad utilizo aquí las que originalmente proporcionó Ichazo.[7]

El Eneagrama de las Pasiones mostrado en el Diagrama 2, en el área del corazón, hace referencia a las atmósferas afectivas o emocionales típicas de cada uno de los tipos, que son el resultado de las preconcepciones fundamentales sobre la realidad que constituyen las fijaciones. Esas cualidades emocionales están cargadas, y son compulsivas y reactivas. Forman una especie de trasfondo de los estados emocionales, un tono sensible continuo y compulsivo que tipifica cada tipo. El correspondiente Eneagrama de las Virtudes en el Diagrama 1 representa los estados afectivos producidos por la integración de las perspectivas de las Ideas Santas. Más objetivos nos volvemos —dicho de otro modo, cuanto en mayor medida experimentamos más allá de nuestra película subjetiva— más virtudes se manifiestan en nuestra experiencia y actos en forma de tono o sentimiento afectivo, remplazando a la reactividad de las pasiones. En un nivel más profundo, la virtud asociada con nuestro punto en el eneagrama es la auténtica cualidad que necesitamos con el fin de experimentarnos a nosotros mismos objetivamente tal como somos. Por lo tanto, más nos experimentamos íntimamente de un modo verdadero, más se desarrolla nuestra virtud. Analizaré como se desarrolla esto, más a fondo, en los capítulos de cada uno de los eneatipos.

Los eneagramas de los instintos, no distorsionados y distorsionados respectivamente en los Diagrama 1 y Diagrama 2 aportan cierta explicación. La teoría que enseñó Naranjo es la de que existen tres instintos: de conservación o supervivencia, social y sexual, y que cada uno de nosotros posee uno que es más «apasionado», o una preocupación más básica. La pasión asociada con nuestro eneatipo se muestra con mayor contundencia en esta zona particular de la vida. Un instinto de conservación pronunciado hace referencia a la preocupación por la seguridad y la supervivencia. Un instinto social pronunciado se refiere a la preocupación por el estatus social, por la amistad y la pertenencia. Un instinto sexual pronunciado se refiere a la preocupación por las relaciones íntimas. Cada eneatipo posee tres subtipos, cada uno de ellos centrado en un instinto y cada uno con un estilo y énfasis característicos en relación a su personalidad. En realidad, existen, por lo tanto, tres versiones o variaciones de cada tipo, que exploraremos en el capítulo sobre los subtipos. Los correspondientes eneagramas en el Diagrama 1 se etiquetan simplemente como instintos no distorsionados, lo que significa que más trabajamos mediante la identificación con la personalidad como un todo, más funcionamos de un modo objetivo en dichas áreas de la vida, respondiendo a la realidad actual en lugar de a nuestro pasado.

Este libro se inicia explorando lo que está representado por el triángulo formado por los Puntos Nueve, Seis y Tres, que forma lo que se denomina el triángulo interior del eneagrama. Este triángulo interno representa el proceso arquetípico de perder contacto con la Verdadera Naturaleza o Ser y el desarrollo de una estructura de ego o personalidad, y forma la base para el resto de los tipos. Luego exploraremos cada uno de los nueve eneatipos, descritos en el Diagrama 3, presentando la Idea Santa asociada a ellos y comprobando como cada uno de los patrones de la personalidad se desarrolla mediante su pérdida.[8] Aclararemos sus características concomitantes cognitivas, emocionales y de comportamiento y sus peculiaridades psicodinámicas. Lo que espero comunicar es una comprensión del proceso que subyace todos estos rasgos, empezando con el giro perceptual primario que forma un pliegue en el alma y conduce a las manifestaciones de cada eneatipo. Las manifestaciones de la personalidad poseen su propia lógica, y el descifrarlas proporciona la base para dar sentido a los propios rasgos de la personalidad. Aquellos que tengan dudas sobre su propio eneatipo tal vez deseen dirigirse al Apéndice A, en el que se exploran algunos modos de determinar nuestro tipo. El determinar nuestro tipo es más bien un arte, que exige una comprensión completa del eneagrama y una gran familiaridad con la gente cuyo tipo es algo incierto. Algunas de las cosas que he aprendido a la hora de ayudar a la gente a tipificarse a sí misma pueden ser beneficiosas en dicho proceso.

El orden en el que presentaré los tipos es el del movimiento dinámico entre los puntos, conocido como flujo interno en el lenguaje del eneagrama, que vemos descrito en el Diagrama 5 y del que trataremos a fondo en el capítulo 11. Aunque el lector esté tentado a saltar o a leer solo el capítulo dedicado a su eneatipo, recomiendo encarecidamente leer los tipos en el orden que son presentados. La razón para ello es que cada tipo se construye sobre —y constituye una respuesta a— los dilemas y situaciones del tipo presentado antes, y por lo tanto una comprensión de esta interrelación es necesaria para tener una imagen completa.

Aquellos que estén familiarizados con otros libros sobre el eneagrama se darán cuenta de que mis descripciones de los tipos no incluyen a fondo los valores de cada tipo o sus grados de funcionalidad. Los autores que describen manifestaciones ya sean sanas o no saludables de cada tipo están describiendo funciones superiores de estructuras del ego así como otras inferiores o disfuncionales. Aunque son distinciones válidas y útiles desde una perspectiva psicológica, no debemos perder de vista el hecho de que el eneagrama de la personalidad describe el diseño de la estructura egoica. Las variaciones en los muros de la prisiones no las hacen menos reclusivas, y mi orientación apunta a ayudar a los lectores a ir más allá de estos obstáculos, en lugar de hacer a los lectores más complacientes en relación a su cautividad.

Igualmente, algunos de los distintos rasgos, estados emocionales y comportamientos de cada uno de los tipos pueden aparecer en ocasiones exagerados y en el límite de lo normal. Mi experiencia es que incluso en aquellos más cuerdos, hay presentes algunos espacios de locura, y nos hacemos más conscientes de ellos cuanto más hondo buceamos en nuestras almas. El predominio relativo de dichos extremos es un barómetro del grado de salud psicológica; ya sea nuestra estructura de la personalidad más continúa, más rígida y por lo tanto frágil. Sin embargo, los contenidos de la conciencia de cada tipo tienen la misma forma y manifestaciones. Se produce a menudo una discrepancia entre como se comportan exteriormente los tipos y su experiencia interna real. Por ejemplo, los Cuatro pueden parecer solitarios y superiores, mientras que internamente temen la exclusión y son socialmente inseguros. Un Ocho puede parecer chulo y pendenciero, mientras que internamente tema ser débil, impotente e indefenso. He intentado comunicar algunas de las experiencias internas de cada tipo, así como el modo en que aparecen a los ojos de los demás, y dicha disparidad puede dejar a algunos lectores con la sensación de sentirse incomprendidos y tal vez criticados. No es esta mi intención, sino la de presentar una descripción completa de cada tipo.

Mi ocasional ligereza y el tratamiento humorístico de alguna de las actitudes y comportamientos de los distintos tipos pueden resultar hirientes para algunos, lo que tampoco es mi intención. Existe una tenue línea entre tomarse la personalidad demasiado en serio y alimentar por lo tanto inadvertidamente nuestra identificación con ella, y no tomarla en cuenta o ser insensibles a sus manifestaciones. He intentado caminar por esta línea con un cariño y una compasión que espero haber transmitido.

Algunos libros sobre el eneagrama nos hablan de la infancia y de los padres característicos de cada tipo, por lo tanto me gustaría clarificar mi perspectiva sobre este tema de la psicodinámica. Me parece más apropiado describir los distintos puntos de vista de los eneatipos sobre sus padres y lo que sucedió en su niñez, más que afirmar que realmente sucedió tal y tal cosa. Puesto que cada tipo experimenta la vida mediante un filtro cognitivo particular, de ello solo se sigue que lo que una vez estuvo en primer plano y lo que permanece en primer plano en la memoria son aquellas cualidades paternas y experiencias de la niñez que coinciden con dicho filtro. Una familia puede tener niños de distintos eneatipos, y cada uno de ellos puede poseer distintos lentes con los que experimenta los mismos padres; un Cuatro puede experimentar a su madre como una persona vergonzosa y que abandona, un Cinco la experimentará como invasora e histérica, un Seis la experimentará como inconsistente, y así sucesivamente mientras damos la vuelta al eneagrama. La personalidad tiene una identidad o igualdad características, así que aunque cada niño experimente los mismos padres a diferentes edades, dichos padres fundamentalmente no cambiarán ni se volverán personas radicalmente distintas a medida que nace cada hijo. Afirmar que la madre de cada tipo tiene un conjunto particular de características y formas de relacionarse, y que ciertas situaciones especificas se producen en el tipo de cada niño, es por lo tanto una proposición dudosa. Es mucho más apropiado hablar de la interpretación o asunción a cargo de cada tipo de los acontecimientos maternos, paternos, los relacionados con hermanos o de la infancia. Cada niño se centrará en las características particulares de los padres y sus relaciones con él, así como en las experiencias concretas que se produzcan por su predisposición sensible. Se puede argüir que cada niño pone en marcha aspectos concretos de la personalidad de los padres, así como modos de interacción, y por lo tanto los padres son en cierto modo personas distintas para cada niño. En el mejor de los casos, este modo de ver las cosas significa que las predisposiciones y sensibilidades del niño determinan en cierto grado el estilo paterno, y por lo tanto el modo en que se comporta el padre no dicta totalmente la personalidad o eneatipo del niño.

Para comunicar al lector la sensación de algunas de las cualidades y el sentimiento general de cada uno de los tipos, he utilizado ejemplos de gente muy conocida. Deseo incluir la advertencia de que debido a que no los conozco personalmente no puede saber con certeza que pertenecen a un tipo concreto, y baso mis suposiciones en su persona pública.

He incluido en mis descripciones de cada tipo eneagramas subsidiarios, que pueden encontrarse en el Apéndice B. A medida que me refiera a estos eneagramas subsidiarios, los lectores tal vez encuentren de utilidad remitir se a estos diagramas. Las trampas, que aparecen en el Diagrama 9, son nociones específicas sobre las que se fija cada uno de los tipos como solución a sus problemas, y en realidad es lo que usan para despistar. Las evasiones, que pueden verse en el Diagrama 10, son estados de sentimiento particulares que elude de forma enfática cada uno de los tipos. Los actos contra sí mismo, que aparecen en el Diagrama 11, son las formas en que cada tipo socava y se vuelve en contra de su propia alma. Las mentiras, que aparecen en el Diagrama 12, son las actitudes características y orientaciones con los que cada tipo se engaña a sí mismo y a los demás acerca de la realidad. Todo esto lo aprendí de Naranjo, excepto las Trampas del Eneagrama que provienen de Ichazo.[9]

También exploraremos lo que Almaas ha denominado el «Aspecto Idealizado» de cada uno de los eneatipos. Aunque tal vez haya cientos de cualidades de Ser —Aspectos Esenciales— uno en particular es tomado e idealizado por cada uno de los eneatipos. Esta cualidad particular del Ser se aparece a cada tipo como el antídoto a su sufrimiento y a su sensación de carencia. Aunque dicha cualidad es una cualidad real de la Esencia, la personalidad crea su propia imitación de ella. Cada eneatipo, por lo tanto, emula las características de su propio aspecto idealizado, creando un facsímil de él en comportamiento, metas y orientación general. Cada tipo busca también cosas que parecen encarnar externamente las cualidades de este Aspecto idealizado. Pero la imitación de la personalidad de esta cualidad de la Esencia fracasa inevitablemente a la hora de resolver la sensación interna de deficiencia que caracteriza cada uno de los tipos. A causa de que algo externo nunca puede llenar una sensación de carencia interna, el adquirir cosas que encarnan dicha cualidad de la Esencia, de igual modo, no resuelve los dilemas internos de cada tipo.

Por ejemplo, para un eneatipo Seis, cuyo sufrimiento principal es un continuo estado de miedo y duda, el apoyo interno tiene el aspecto de lo que se necesita. Este aspecto se ve idealizado: sus características parecen ser cualidades tanto para adquirir como para emular. Los Seis, por lo tanto, luchan por experimentar la solidez interna, la confianza y el valor que necesitan; se asustan con ellos mismos acerca de no sentir una base interna; y a menudo actúan de un modo con el que tratan de mostrar que poseen dichas cualidades en lugar del miedo y la duda que está realmente presente. El comprenderlo nos ayuda a ver que la característica actitud defensiva y de rebelión de los Seis constituyen intentos de demostrar que tienen el aguante del que, sin embargo, en el fondo sienten que carecen. No se trata de que intentar adquirir los rasgos particulares de nuestro Aspecto idealizado sea algo malo, pero no nos proporcionará la satisfacción que anhelamos. No importa cuantos actos heroicos lleve a cabo el Seis, la incertidumbre interna y el miedo no desaparecerán. El comprender como nuestros intentos de capturar nuestro Aspecto idealizado conforma nuestras vidas y consciencia nos ayudará a comprender y finalmente a estar en contacto con lo que realmente nos satisface: el comunicar con las profundidades de lo que somos.

Añadiendo otra dimensión a esta noción del Aspecto idealizado, existe una relación directa entre este Aspecto idealizado y la Idea Santa de cada eneatipo. Como hemos comentado anteriormente, la Idea Santa constituye una comprensión particular sobre la realidad y el alma humana con la que hemos perdido contacto mediante el proceso de condicionamiento en la temprana infancia. No se trata, como hemos señalado ya, de un estado de consciencia. El Aspecto idealizado de cada tipo, sin embargo, que constituye un estado de consciencia, parece encarnar la perspectiva sobre la realidad de la Idea Santa de dicho tipo. Cada eneatipo, por lo tanto, intenta volver a conectar con su comprensión perdida sobre la realidad experimentando su Aspecto idealizado. La lógica interna parece ser que si posee tales y tales cualidades —ser dulce, brillante o fuerte, por ejemplo— entonces se sentirá pleno.

Utilizar el ejemplo anterior puede ayudarnos a comprender este vinculo complejo. La percepción sobre la realidad de la que carece el Seis (la Idea Santa) es que el Ser constituye nuestra base interior y nuestro auténtico apoyo. Sin esta percepción, la realidad le parece al Seis una suerte de temerosa lucha por la supervivencia en la que los demás aparecen como desafíos potenciales. Si supiéramos que poseemos esta base interior, experimentaríamos un sentido de apoyo, confianza y valor; las cualidades del Aspecto idealizado. Por lo tanto, el intento de los Seis de sentirse valientes y carecer de miedo es un intento de encarnar de un modo vivencial aquello a lo que se refiere la Idea Santa del Punto Seis: el hecho de que el Ser es lo que sostiene nuestra existencia.

Al final de cada capítulo sobre cada eneatipo, discutiré algunas fases del trabajo interior y los temas que cada tipo debe afrontar, y el modo en que las virtudes asociadas constituyen tanto una guía, en términos de orientación interna hacia el propio proceso, así como una cualidad que se vuelve más fuerte cuanto más trabajamos en nosotros mismos. Siguiendo a los capítulos sobre los tipos, cubriré y ampliaré la teoría original de Naranjo sobre el flujo interno, mencionado anteriormente; la relación dinámica entre puntos conectados del eneagrama. Nuestro estudio de este último incorporará las enseñanzas de Almaas relacionadas con una de las estructuras primitivas del alma —la imagen interna de nosotros como niño muy pequeño— y sus relaciones con el Aspecto idealizado. El trabajar y digerir este material completa el cuadro de los temas nucleares que afronta cada tipo en el curso de un trabajo interno verdaderamente transformador y amplia el material presentado al fin de cada capítulo de los tipos.

Redondeando nuestra comprensión del eneagrama, en los capítulos finales describiré los subtipos instintivos mencionados antes, y analizaré el trabajo con las alas, los dos puntos a cada lado de los eneatipos. Las descripciones incluidas en dichos capítulos no son ni exhaustivas ni definitivas, sino que más bien pretenden ser umbrales a la exploración personal y una comprensión más profunda de dichas facetas del eneagrama.

Unas palabras sobre el género. En nuestro idioma es difícil utilizar la tercera persona del singular de modo que incluya ambos géneros. El antiguo uso de él, ellos o ello resulta ofensivo para muchas mujeres, y el uso de él o ella o ellos o ellas afea la lectura. La solución que he considerado en este libro es la de alternar los géneros de los pronombres en tercera persona al describir los eneatipos. La mayoría de hombres parecen pertenecer a ciertos tipos, mientras que la mayoría de las mujeres a otros, y por lo tanto he utilizado dichos géneros en los capítulos dedicados a dichos tipos. Lo que no representa ningún indicativo de que, por ejemplo, solo las mujeres sean Dos y Cuatro y solo los hombres sean Seis y Ocho. En los capítulos sobre el fluir interno, los subtipos, y las alas, simplemente alterno el genero de los pronombres. El ir alternando géneros al utilizar los pronombres no constituye una solución totalmente satisfactoria para un problema complejo(*).

(*) Hemos seguido el consejo de la autora en algunos casos, aunque no siempre cuando ello dificulta la comprensión (N. de la T.).

Antes de volver al material mismo, permitidme unas palabras de advertencia: el material que aquí se presenta es muy poderoso y debe tratarse con mucho tacto. Puede aumentar mucho la consciencia y al mismo tiempo puede producir heridas profundas, por lo tanto el modo en que nos aproximemos y lo utilicemos necesita una consideración detenida. El eneagrama lleva a la consciencia aspectos de nosotros mismos y de los demás que las defensas de nuestra personalidad trabajan constantemente por ocultar. Lo que puede producir un sentimiento encontrado, dándonos a la vez una sensación de alivio a causa de que lo oculto se ha revelado, pero también puede darnos una profunda sensación de incomodidad. Entender realmente hasta tal extremo que lo que creemos ser, e incluso el modo en que nos hemos experimentado a nosotros mismos, se basa en una distorsión conceptual básica puede ser muy desconcertante. Atrapar realmente de un modo vivencial las Ideas Santas nos confronta con lo lejos que estamos de vivir alineados con nuestras perspectivas, mostrando la dimensión plena de nuestro alejamiento de nuestras profundidades. El verdadero cambio, sin embargo, es imposible sin esta clase de confrontación.

Idealmente el material que viene a continuación nos ayudará a comprender como creemos ser y de este modo empezar a aflojar estos nudos de identificación. También puede sernos útil para dar sentido a cómo y porqué se comportan, sienten y piensan los demás, lo que puede abrir nuestros corazones a una comprensión compasiva. Mientras que la información pretende apoyar la consciencia y el desarrollo, puede, sin embargo, utilizarse fácilmente por la personalidad para apoyarse a sí misma de dos formas que debemos comprender. Un modo es utilizando el material como base para juzgarnos a nosotros mismos y a los demás, y por lo tanto utilizándolo como apoyo a posiciones internas sobre lo justo y lo injusto. Es de la mayor importancia no poner juicios de valor y autovaloraciones por encima del material presentado, por difícil que ello sea. El material en sí mismo es neutral: lo que hagamos con él puede no serlo. Otro modo es utilizar nuestra identificación con un eneatipo particular para crear una nueva y mejorada identidad; algo así como poner el vino viejo en nuevos odres. En cualquiera de los casos, nada se desarrolla excepto el refuerzo de nuestra personalidad. Es probable que básicamente, por dichas razones, el eneagrama se enseñara solo de forma oral en escuelas mistéricas hasta la actualidad.

El enfoque al eneagrama de la personalidad que se presenta en este libro, aunque incluye amplificaciones de Almaas y mías, sigue siendo fiel al espíritu original que me enseñó Naranjo. Mi intención al escribir este libro es comunicar el espíritu que en gran medida se ha perdido en la popularización de este material, honrar a mi antiguo maestro y la sabiduría impartida por él, así como presentar el eneagrama como herramienta espiritual más que como instrumento meramente psicológico. Tal vez el interés generado por la reciente popularización del aspecto psicológico de este material ha despertado la curiosidad sobre sus dimensiones más profundas, y tal vez dicho interés es un indicativo de que colectivamente estamos en un punto en que la humanidad puede beneficiarse de una difusión más amplia de la sabiduría del eneagrama.

Tengo la esperanza de que lo que viene a continuación sea utilizado con el espíritu en que fue escrito: para sustentar de un modo compasivo la verdad de lo que definitivamente somos. Permitámonos, por lo tanto, explorar las cerraduras de nuestra cautividad, y que la comprensión revelada empiece a liberarnos.